EL SEH-E-LEN
Se
comenta que a diferencia del feto que anida sólo en mujeres embarazadas, el
Seh-e-len mora en todos los seres humanos y se desarrolla más vigoroso en
huérfanos y dementes.
Gelatinoso,
tiene la virtud de empequeñecer o expandirse a voluntad, en su hábitat dentro
del lóbulo izquierdo, cerca de la parte superior de la oreja, la que a veces
cosquillea desde su interior produciendo un escalofrío que recorre la nuca
hasta el cuello y que suele confundirse con una sensación de gran tristeza
parecida a la melancolía.
El
Seh-e-len tiene mil tentáculos con afiladas puntas que se adhieren sólidamente
hasta a veces dañar los músculos de las paredes del lóbulo. No duerme jamás y
por la noche se aferra con más fuerza y se tranquiliza únicamente si el ser que
habita; sueña.
Cuando
las mujeres se preñan, sus Seh-e-lenes caen en un sopor cataléptico del que no
despiertan hasta el momento del alumbramiento, el instante mismo cuando se
corta el cordón umbilical entre la madre y el niño.
La
mayoría de la gente niega la existencia de este ser, aunque varios
investigadores han manifestado en algunas publicaciones universitarias una que
otra vaga alusión al respecto, las que se refieren a la soledad profunda como
el ambiente idóneo para el desarrollo del Seh-e-len.
A
diferencia dos o tres neurocirujanos de cierto prestigio, dicen que no es
posible calificar de entes vivos a una materia de color ámbar encontrada a
veces en el interior del área izquierda de la masa encefálica, sin dar mayor
explicación científica a las múltiples formaciones calcáreas móviles,
semejantes a pequeñísimas uñas, que la rodean.
Al
parecer, quienes más se han preocupado por dar respuesta a la autenticidad o no
del Seh-e-len, son lo lamas del Monasterio Bool en el Tíbet, los que han
extraído, mediante delicadas técnicas de autosugestión, algunos ejemplares
vivos en seres albinos y suicidas, los que conservan en gigantescas cámaras de
silencio, aisladas de todo estímulo, uno en cada una, separadas por una
distancia de cinco kilómetros y bajo una temperatura ambiental de menos 80º C.
La
opinión oriental es quizás la que da más luces sobre el asunto (probablemente
porque es la única técnica experimental que ha aislado a los seres en estado
puro, fuera de su lugar habitual) y concluye que el Seh-e-len es la soledad misma,
ese vacío inexplicable que acompaña al ser humano desde su nacimiento y durante
toda su vida.
Y
aconseja qué si alguien desea hacerlo desaparecer para siempre, debe –a través
de una tan selectiva como ardua búsqueda– encontrarle su pareja.
MÓNICA GÓMEZ,
Santiago, Chile
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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