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jueves, 19 de febrero de 2015

NOTICIAS DE NUESTROS HERMANOS URUGUAYOS




SEGUNDO ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES
“REFUGIO DE BELLEZA”
EN EL BALNEARIO KIYÚ – SAN JOSÉ – URUGUAY
DESDE EL 23 AL 26 DE ABRIL DE 2015
AUSPICIAN
GOBIERNO DEPARTAMENTAL DE SAN JOSE
MUNICIPIO DE LIBERTAD
CASA DE LA CULTURA DE LIBERTAD
PERIÓDICO “LA SEMANA” DE LIBERTAD
ASOLAPO INTERNACIONAL DE PERÚ

CONVOCATORIA

Grupo Cultural Armonía junto a la Comisión de Fomento del Balneario Kiyú en su 60 aniversario, convoca al Segundo Encuentro Internacional de Escritores “REFUGIO DE BELLEZA” a efectuarse desde el 23 al 26 de abril de 2015.
Kiyú, (que en guaraní quiere decir grillo), es un balneario – campo, que se sitúa al suroeste de nuestro país, sobre el Río de la Plata, en una extensión de 8 kilómetros, con el marco de altos barrancos que le dan una fisonomía agreste y espectacular. El balneario cuenta con tres playas: la playa Kiyú, Vista Mar y Ordeig.
Serán alojados en cabañas del Complejo Turístico de Kiyú, cedido para éste evento por el Gobierno Departamental de San José. Se ruega traer ropa de cama y toallas. Temperatura promedio 20 grados. Están habilitadas desde el 22 al 27 de abril, para comodidad de los participantes que vienen del exterior o de lejos de éste país.
Actividades: Rondas de lecturas, recitales poéticos, ponencias, presentación, exposición y venta de libros, y otros espectáculos. Visitas a la ciudad de Libertad y Capital  San José de Mayo. Visitas a centros de Enseñanza, reuniones de Prensa etc.
Para el desarrollo de nuestras actividades contaremos con el Salón Comunal sito a escasos metros del Complejo.
Se abonará 50 dólares (o su equivalente en pesos uruguayos), por concepto de acreditación, desayuno, refrigerio por la tarde y traslados.
Habrá servicio de alimentación: precio aproximado por comida $250 (uruguayos).
Forma de llegar: Vía Montevideo, hasta la ciudad de Libertad por ruta 1 desde XXX (Tres Cruces) por Empresa CITA (común), hasta la agencia que está en la Plaza 33 de Libertad. En una esquina está la Empresa Cotar que tiene frecuencias a Kiyú: 10.10 – 13. 20 – 16.00 – 17.45 y 19. 30.
Por vía Colonia y centro del país, por ruta 1 hasta kilometro 61 , entrada a Kiyú, por donde pasa dicha Empresa.

Por más datos Comunicarse Con Alma del Campo o Belta Díaz de Tonna,  a los teléfonos– 4345 5629 – 4340 5359 – y a los celulares: 094566590 - 095806265




"DE TENTACIONES, CONJURO..." escribe CRISTINA ARÁOZ, Buenos Aires, Argentina



De tentaciones, conjuro…

 Preguntas ¡Hombre!
¿Dime quién eres? ¡Mujer!
Deseas hallarme.
Descubrirme y me escondo.
Me buscas en rayos de sal,
de tus salitrales.
En el azúcar, de fuego,
de tu miel de palo.
En tu arenosa tierra…
Me pierdes, me encuentras,
espejismo cruel.
Te acercas te alejas,
sueñas con libar
la dulzura, de mi piel
Preguntas ¡Hombre!
“¿Dime quién eres? ¡Mujer!”
¿Ángel o demonio?
De tentaciones, conjuro,
diosa del bien o del mal.
“¿Dime quién eres? ¡Mujer!”
Preguntas a Dios el Creador,
por mi amor, a Él suplicas y ruegas,
Si no me hallas ¡Te mueres!
y si me encuentras también.
Quisieras verme desnuda,
confundida con la mar,
porque ¿Sabes? Sólo a mí
es la que esperas amar.


© CRISTINA ARÁOZ, poeta y escritora argentina.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



"CAMINO NUEVO", escribe YOLANDA ELSA SOLÍS MOLINA, desde Barcelona, España



CAMINO NUEVO

Cuando los años transitan 
sobre montañas holladas
sobre mares y ventiscas 
sobre palabras calladas....

Sobre las nubes que habitan 
en mañanas azuladas
en recuerdos que palpitan 
o palabras olvidadas....

Cuando los labios sellados,
las miradas recordadas
los momentos desechados
las poesías guardadas.....

Se hunden en la hojarasca
no son bellos ni dorados
se pierden en lontananza
de sonidos olvidados....

¡Es que calmo, fiel, hermanos
el destino y la esperanza
en el fin pleno, esperado
emprendo alegre la marcha!


© YOLANDA ELSA SOLÍS MOLINA, poeta y escritora argentina,
desde Barcelona, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


"EL GATO VERDE", escribe HÉCTOR GRILLO, desde Junín, Buenos Aires, Argentina



EL GATO VERDE

                                                                      
“Tenía diez años y un gato /
Peludo, funámbulo y necio /
que me esperaba en los alambres del patio /
a la vuelta del Colegio.”
                “ Mi niñez ” Joan Manuel Serrat


                Siempre amé a los animales. Los amo a todos, pero más a los perros y a los gatos. Los amo tan irracionalmente que suelo pensar que una persona es buena gente con solo enterarme de que trata bien a los animales. Más aun, soy de los pocos que, inútilmente, hacemos fuerza a favor de los toros en las corridas, o de las ballenas contra los japoneses o de los pingüinos contra el petróleo. Pero los demás a veces piensan distinto, y algunos hasta se ríen de mi amor. Eso me importa tan poco como le importa a mi hermana, o a mi hija; y si algo me tranquiliza es saber que lo mío es un mal de familia.
Mi madre siempre vivió rodeada de bichos. Convivió con perros, gatos, peces, tortugas, y a veces, in extremis con un borrego o algún charito. Supe de las anécdotas de dos perros que le regaló mi padre, (hombre resignado, si los hubo) el Bonzo y el Osito, y aunque no los conocí personalmente, vi sus fotos enmarcadas muchas veces. Aunque murieron hace años toda la familia los recuerda.
            Supongo que mamá tendría en su genoma algún gen zoológico. Es la única razón que me lleva a explicar la relación que tenía con los animalitos. La he visto, y oído, hablarle a un gato desconocido que merodeaba por los techos; y después lo he visto al félido bajar a sus pies. Con solo pasar a su lado los perros le movían la cola y si les hablaba, directamente la seguían.
            Y no solo eso, también la he acompañado cuando se ha quedado una noche entera haciendo masajes a la panza de una gata tricolor que no podía parir. No pudo salvarla y tampoco a su única cría, a pesar de abrigarla al lado de una bolsa de agua caliente y darle de beber leche de vaca con un gotero. Ése fue un día de congoja en mi casa.
            Durante mi niñez, quien vivió con nosotros mucho tiempo fue Batuque, un perro blanco, petiso y lanudo, que se llamaba así por el personaje de la historieta de la revista Billiken. Pero cuando Batuque se tiraba al piso panza arriba y ponía cara de poeta soñador para que mi madre lo espulgara, ella le hablaba en un murmullo y le decía amorosamente - ¡mi chulo!
             Además fue un perro de servicio, ya que le ataban al cuello mensajes escritos en un papelito, los llevaba a la casa de mi tía y volvía con la respuesta, como si fuera una paloma mensajera gigante de cuatro patas.
También vivía en casa el Chiquito, gato gris, regordete y de ojos azules. Fue traído desde San Juan, terruño nativo de mi padre siendo muy pequeño y semejante a un pompón. Pero ya crecido, de grande, fue muy vago y mujeriego. Desaparecía por días enteros y volvía en muy malas condiciones, después de librar encarnizadas batallas amorosas. Tal vez fue como Urquiza y engendró cien hijos, pero no quedaron sus huellas en la Historia. Y mamá tenía que arreglarlo y componerle todo el cuero desgarrado cuando regresaba como veterano derrotado de una guerra de maullidos, cuyo premio inalcanzable era Helena Morronga de Troya.
            En la misma época se aquerenció el Negro, un gato común, ordinario, de pelo corto y patas flacas que se desvivía por mi hermana y la amaba apasionadamente. Se subía a su falda, luego a su estómago y más y más arriba hasta que el vivaracho se acomodaba justo allí, como si fuera sobre dos mullidos almohadones, (mi hermanita tiene capacidad para dos o tres gatos cómodamente instalados) y luego le acariciaba el rostro escondiendo las uñitas. ¿Lo habrían destetado siendo demasiado pequeño? Nunca se nos ocurrió enviarlo a hacer análisis por lo tanto nunca pudimos enterarnos.
            De todo lo narrado se desprende que crecí rodeado de pelos, maullidos y ladridos. Pero hubo un amigo que siempre recuerdo con mucha nostalgia. Mi gato Miguel. O  “Maicol”.
            Cuando yo tenía solo siete años mi padre logró construir una casa nueva. Cuando nos íbamos a mudar, mi madre le compró varios muebles usados a un matrimonio inglés que retornaba a su patria. Cuando concretaban el negocio apareció un gatazo en escena. Cabezón, peludo, colores a rayas, parecía un tigre anglosajón. La mujer le dijo a mi madre que lo iba a matar, ya que lo querían muchísimo, pero no lo podían llevar de regreso y creían que nadie lo iba a cuidar tan bien como lo hicieron ellos. Mamá debe haber tardado tres minutos en compadecerse, convencer a la inglesa, convencer a mi padre y convencer al felino.
            Luego empezó la ardua tarea de acostumbramiento. Lo llevaban a su nuevo hogar un ratito todas las tardes y luego todas las mañanas. Pero no había caso, el sistema no funcionaba. El matrimonio partió, y Miguel todavía estaba en la cocina como enjaulado, chillando furioso y descontento. Lo he visto saltar hacia la ventana y estrellarse contra el vidrio varias veces tratando de escapar. Dos hechos fortuitos solucionaron la situación. El primero fue un súbito ataque de duda en mi mente sagaz: sus dueños... ¿no le hablarían en inglés?... Y como yo estaba dando mis primeros pininos en ese idioma, - todavía los estoy dando - comencé: -¡Maicol, com jier! ¡Teik it isi! ¡Comón, comón!
Miguel, haciendo un notable esfuerzo mental, se tranquilizó y pudo traducir balbuceos ininteligibles a lenguaje gatuno. Pero la solución definitiva se encontró cuando el perro Batuque se acomodó para siempre en la nueva casa. Más que inquilinos amigos, perro y gato se hicieron amigotes. Solían dormir y comer uno al lado del otro y no molestarse en absoluto; pudieron vivir juntos y apacibles durante algunos años.
            Batuque era un poco callejero y partía temprano en la mañana. Pero cada vez que yo salía al patio, allí estaba Miguel, estirado al sol con los ojos semi cerrados o lavándose la cara, después de dormir. Al instante que escuchaba mi voz comenzaba a ronronear y lo seguía haciendo largo rato. Formó parte de mi vida, como mis soldaditos de plomo, el Tesoro de la Juventud, o mis anteojos de miope. Todas las veces que salía a jugar estaba a mi lado, tranquilo y sensual, haciéndome compañía y solamente sobresaltado cuando aterrizaba algún gorrión o incursionaba una mariposa lechera, muy común en esos años. Era un bravo león si yo era Tarzán, era un tigre feroz si yo Sandokán, era mi muñeco de “piel de mono” si yo estaba triste. Escuchó impasible mis secretos de púber, mis pequeños pecados de pre - adolescente; lamió la sal de mis lágrimas y el azúcar de mi sangre ante las heridas abiertas de mis fantasías. Fiel oyente de la indiferencia cotidiana de mi compañera de inglés fue mi amigo de Café, aún sin mozo ni tango ni café.
            El 25 de noviembre de 1957 fue el día de mi cumpleaños de diez. Por la mañana me fui a la escuela, contento y goloso, sabiendo que a mi regreso iba a tener sobre la mesa una torta de mil hojas y el arco infalible de Robin Hood con las flechas guardadas en un rojo carcaj orlado de flecos.
            Cuando volví, a mediodía, salí inmediatamente a buscarlo al patio. ¡Maicol! ¡Maicol!... no me contestó... Abrí la puerta del lavadero. Después revisé el galpón. No estaba en ningún lado... ¡Qué raro!... Me dio un poco de miedo infantil y comencé a sentir un dolor en la boca del estómago. Corrí a la primera terraza. - ¡Maicol! ¡Maicol! ¡Miguel!... seguía sin aparecer... ¿Dónde está ese gato? ¡Justo hoy! ¿Se olvidó que yo soplaba las velitas? El miedo se transformó en pánico. El dolor en el estómago se hizo más fuerte. Una intuición me impulsó a saltar escaleras arriba de a dos en dos. Tenía un nudo en la garganta. Subí corriendo a la última terraza como un loco... A pesar de todo la angustia pude gritar:
- ¡Miguel! ¡Miguelito! ¡Vení! ¡¡Maicol!!
Mi madre asustada corría detrás de mí: ¡Mish! ¡¡Mish!! ¡Gato, gato!
Llegué agotado, pero miré al vecino terreno baldío, lleno de cicutas y de ramas y frutos de un viejo paraíso derrumbado. Entonces, descompuesto y boquiabierto, horrorizado, lo vi.
            Estaba estirado, mi gatazo querido, como si hubiera intentado saltar a no sé dónde, al cielo, al oro del sol, al vuelo de un colibrí, a una nube con silueta de gata mimosa. Pero no llegó a destino y estaba inmóvil y frío en el suelo, definitivamente muerto. Sus patitas duras y sus manitos también. Completamente muerto y hermoso, el único gato que conocí de color verde. Nunca logré saber cómo sería su pelambre original, pero para mi mente infantil era verde y siempre lo añoro y lo sueño del más hermoso color verde.
¡Cuánta pena! ¡Cuánto dolor, mi tigrecito valiente!... me dejaste solito... ¿Y los combates con los soldados de La Legión Extranjera? ¿Y nuestro Fuerte de altas almenas y puente levadizo? ¿Y tu almohadón colorado de lujoso Maharajá?
            Mis padres no lograron hacerme comer la torta mil hojas y yo no pude parar de llorar de a ratos, durante todo el día.
            Ahora, al revivir con nostalgia historias de mi niñez, no recuerdo ningún detalle de mis cumpleaños de ocho o de nueve o de once años.
            Pero el día que nunca he podido olvidar fue el de mi cumpleaños de diez, el 25 de noviembre de 1957, cuando la Muerte me visitó por primera vez en mi vida. Me desgajó, robó una tajada grande y dulce de mi infancia y me demostró, ante mi desgarro e impotencia que me iba a visitar cada vez que le viniera en ganas; a causarme tan intenso dolor como a ella se le ocurriera.
Ni siquiera un tigre de jade me podría defender.


© HÉCTOR GRILLO, poeta y escritor argentino.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



"CON AMOR, TU VALENTIN", Escribe SUSANA ROBERTS, desde Buenos Aires, Argentina



“Con amor tu Valentín”
14-Feb-Día de los Enamorados.
La celebración del día de los enamorados o San Valentín habría comenzado como una manifestación popular hacia el siglo XVII, coincidiendo con la caída del Imperio Romano y la fe cristina donde en Roma bajo el Imperio de Claudio II, la prohibición de realizar casamientos era prohibida por atribuirle poco rendimiento a la tropa. Sin embargo Valentín siguió con la tradición y le costó la vida; a este monje se lo honró mucho tiempo después y comenzó el intercambio de obsequios entre los enamorados. Otra versión cuenta que el monje trabó amistad con la hija del carcelero lo que le costó la vida un 14 de febrero dejando una carta que decía: “Con amor, tu Valentín”…
Hay muchas formas de expresar amor al otro hacia aquel que consideramos es nuestra  alma consorte o nuestra otra mitad y hay veces que nos lleva toda la vida poder decirle al otro lo mucho que lo amamos, es posible que lo tengamos  enfrente y no lo sabemos o bien puede existir en nuestras vidas ese amor verdadero, tocarnos la puerta una sola vez o no suceder nunca , lo interesante es cómo concebimos y crecemos en  el amor con esa carga genética que arrastramos, con las experiencias que vivimos, como dosificamos ese amor y hacia donde, de todas formas las expresiones de amor pueden ser múltiples según donde y cuando y hacia quién sean dirigidas, lo importante es que sean auténticas y sanas en todos los niveles y direcciones ; la defino como esa luz amorosa que agiganta los sentidos, cuando permanece durante largo tiempo dentro nuestro, es verdadera, se multiplica  y brota por los ojos.
También con el respeto estamos diciendo al otro que lo amamos y valoramos, ojala que podamos educar nuestros sentimientos, crecer con ellos y construir poco a poco nuestro verdadero huerto para que la paz sea permanente en la esfera de nuestro amor.

S,Roberts


Con amor, tu Valentín



En esos párpados húmedos
hubo sed
el soplido de otro sol
colgando  pájaros   
de nidos los jazmines
el arrebato otoñal
 golpeaba   nuestro mundo
cuando se inmolaba al cordero 

sufrimos guerras
cayeron  huesos de seda
en las cortes las alcurnias
matizaban de púrpura
sinfonías  del  atardecer

y en silencio
desde pequeñas cosas  
que  de tan puras
sin separar palabras
me hicieron soltar el alma
sobre el aire
madrugado de otros siglos
fui en ti mujer de agua
gemela, luz , llanto de rio
en el sinfónico latido
de amante desnudez.


©SUSANA ROBERTS, poeta y escritora argentina.
GOBERNADORA CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA en la PCIA. De CHUBUT, ARGENTINA





LA RISA, escribe SALOMÉ MOLTÓ, Alcoy, Alicante, España




LA RISA

He visto tus ojos que me observaban, mi pequeña y hermosa niña. Me ha sorprendido tu inquieta mirada, sobre todo, porque me seguía allí donde iba y mirando cuanto hacía.   
            Estamos atentos a cuanto haces, mejor dicho, a todo cuanto miras. Ya tus ojos han cambiado, ya no miran desorientados, ¡no! ahora te fijas, nos sigues con la mirada, nos observas. ¿Y que aprendes hermosa doncella? ¿Te es extraño este mundo? Por supuesto, pero no te preocupes, mama está cerca, allí observando la calle, acabas de tomar tu pequeño desayuno y has dejado sus senos vacíos, déjala que repose no va a tardar en volver, ya sabes que no puede estar mucho tiempo alejada de ti. Es valiente tu mama, vuelve al trabajo dentro de unos días con esos hermosos ojos y ese pelo poderoso dirá a todos, tengo una princesa en casa que me espera por la que voy a luchar.
No me mires de ese modo, esos brazos que también te estrechan son los de papa, ya sé estás muy contenta en ellos, también las dos abuelas te adoran, tíos, tías, sí sí pequeña, todos te adoramos 
¡AH!, ¿y quién soy yo?, esta loca que va de aquí para allá que no acaba de reír, reír con fuerza porque ¿sabes pequeña cómo has cambiado la vida de todos los que están cercanos a ti? y también los que estamos algo lejanos, también pensamos mucho en ti, y aquí estamos intentado hacerte feliz. Hago de payaso, muecas, risas y más risas, gesticulo, muevo la cabeza, abro los ojos los cierro, toco el pito, me quito la peluca, soplo el tirachinas, vuelvo a gesticular, desde el marco de la ventana tu mama me observa. “Mi tía se ha vuelto loca», creo que piensa, pero tu miras, los ojos abiertos y de repente se produce el milagro, te pones a reír, con entusiasmo, con fuerza y es como un mana de dulzura y vigor que nos invade, la preciosa niña, ríe, nos ha regalado  una carcajada muy sonora, como diciendo «Esta mujer está algo loca, pero es muy divertida», lo intento mi amor, lo intento, ya que tu llegada ha sido como un regalo lleno de amor y de muchas risas, todas esas que tu preciosa cara nos regala a cada momento.
©SALOMÉ MOLTO, poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA