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sábado, 30 de marzo de 2024

EUROPEOS, A SUS COSAS - César Tamborini Duca, León, España

 



EUROPEOS, A SUS COSAS

 

Se preguntarán ¿a qué viene este título? La respuesta es que hace unos ochenta años el filósofo Ortega y Gasset, en su visita a la Argentina, proclamó “Argentinos, a sus cosas”. José Ortega y Gasset pronunciaba esa frase célebre en una conferencia en Buenos Aires que luego se publicaría en su libro Meditación del pueblo joven. El filósofo y ensayista español alentaba a los argentinos a dejarse “de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.

Siempre sentí admiración por los filósofos cuyo pensamiento siempre se inclinaba hacia el bienestar de la humanidad; por eso cultivé la lectura de este filósofo español y no fue en desmedro de admiración, que se refiriera a mi país dando lecciones de cómo deberíamos comportarnos. Pero si tenía dudas sobre el espíritu guerrero por el que Europa se encuentra permanentemente en guerras, éstas desaparecieron al leer un nuevo (para mí) libro del español.

Leí muchos de sus libros, que enriquecían mi entendimiento. Pero en el último de sus libros que leí, “España invertebrada”, que compré apenas vi su nombre en la portada no dejó de asombrarme su militarismo. Como se puede apreciar en los párrafos siguientes:

Según Ortega el militarismo es superior (en la escala de valores) [¿?]:

…”Medítese un poco sobre la cantidad de fervores, de altísimas virtudes, de genialidad, de vital energía que es preciso acumular para poner en pie un buen ejército. ¿Cómo negarse a ver en ello una de las creaciones más maravillosas de la espiritualidad humana? La fuerza de las armas no es fuerza bruta, sino fuerza espiritual… Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales. Raza que no se siente ante sí misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta”… (Pág. 46 a 48)

El caso del grupo militar

…”Comprendo las ideas antimilitaristas, aunque no las comparto. Enemigos de la guerra, piden la supresión de los ejércitos. Tal actitud, errónea en su punto de partida, es lógica en sus consecuencias. Pero tener un ejército y no admitir la posibilidad de que actúe, es una contradicción gravísima que, a despecho de insinceras palabras oficiales, han cometido en el secreto de sus corazones casi todos los españoles desde 1900.

“La única guerra que hubiera parecido concebible, la de independencia, era tan inverosímil, que prácticamente no influía en la conciencia pública. Una vez resuelto que no habría guerras, era inevitable que las demás clases se desentendieran del Ejército, perdiendo toda sensibilidad para el mundo militar. Quedó éste aislado, desnacionalizado, sin trabazón con el resto de la sociedad e interiormente disperso. La reciprocidad se hacía inevitable; el grupo social que se siente desatendido reacciona automáticamente con una secesión sentimental.

En los individuos de nuestro Ejército germinó una funesta suspicacia hacia políticos, intelectuales, obreros (la lista podía seguir y aun elevarse mucho); fermentó en el grupo armado el resentimiento y la antipatía respecto a las demás clases sociales, y su periferia gremial se fue haciendo cada vez más hermética, menos porosa al ambiente de la sociedad circundante. Entonces comienza el Ejército a vivir -en ideas, propósitos, sentimientos- del fondo de sí mismo, sin recepción ni canje de influencias ambientes. Se fue obliterando, cerrando sobre su propio corazón, dentro del cual quedaban en cultivo los gérmenes particularistas”… (Pág. 75 a 77).

No deja de asombrarme el militarismo del filósofo, al cual tuve -y tengo- en mucha estima, pero genera en mi pensamiento una reflexión sobre Europa: si un gran filósofo opina de esta manera, creo comprender el porqué de las continuas guerras en este continente del que los habitantes de otros sitios consideramos culto, el cénit de la civilización. Pero ¿esto es acaso la civilización? ¿Guerrear continuamente?

Por otra parte corrobora lo que yo -a nivel personal- venía percibiendo. A saber:

1)    La intención (anterior a la guerra de Ucrania) de incorporar este país a la OTAN y a la UNION EUROPEA; no es suposición sino sentido lógico prever la intención de aumentar la capacidad bélica de los países de la OTAN;

2)    La invasión rusa, para evitar que de esa manera se vea amenazada su frontera;

3)    La actitud de Zelenzki que -como buen comediante- sabe utilizar la psicología para conmover al espectador y captar voluntades, que le permitió con el apoyo de Europa y EE.UU. prolongar una guerra que hubiese terminado en cuestión de días. Con la secuela de destrucción y muertes que conlleva; se podía haber evitado integrando nuevamente la antigua unión rusa (de la que KIEV fue capital en el siglo XVIII si no equivoco la fecha). Y la pregunta más lógica, si se titulan democráticos ¿porqué no realizan un plebiscito para saber si la población quiere la continuación de la guerra?;

4)    No se aprecia pesadumbre en los mandamases de la Unión Europea cuando se reúnen para tratar la ayuda militar que posibilita prolongar destrucción y muerte; por el contrario se los ve a todos (siempre) sonrientes y con ánimo guerrero. Entre otros Borrel, al que admiraba y me decepcionó. Y no hay más que ver el semblante siempre alegre  de la Presidenta de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen en todas las instancias;

5)    Zelenzki sabe aplicar la psicología para, sin pedir directamente a veces, manifestar lo que le hace falta para “defender a Europa”. Siempre anticipó lo que necesitaba e, ‘ipso facto’ lo conseguía. Lo último, hace un par de días, defensa antiaérea. Lo conseguirá. Lo anterior, hace ya un mes o más, la necesidad de combatientes (¡MI DIOS! Pensé yo. Lo que faltaba, enviar tropas). Pues dicho y hecho, Napoleón Macrón ya está bregando por convencer a sus pares y enviar tropas ¡QUE VAYAN ELLOS, O ENVÍEN A SUS HIJOS Y/O FAMILIARES! Sinceramente, yo prefiero suicidarme antes que me obliguen ir a una guerra a matar y morir.

6)    Por si fuera poco ahora aumentarán el gasto en (¿defensa? qué mentira) armamentos para poder proseguir guerreando mientras gran parte de la población mundial pasa hambre. El presupuesto que se debe aumentar sin duda, es el de educación y salud. Yo no quiero pagar impuestos para armas. Por eso…

¡EUROPEOS, A SUS COSAS! Y en lugar de aumentar el presupuesto en armas, compren soldaditos de plomo así se dan el gusto de jugar a la guerra.

COLOFÓN

A mí me causa escozor ver el entusiasmo de la Presidenta de la Comisión Europea cuando se encuentra con Zelenzki o en las reuniones con sus pares. Da la sensación que quisiera entrar en la guerra ya mismo ¡que se ponga casco y uniforme!, “cache” una pala y se dedique a cavar trincheras; mejor aún si el día es lluvioso o cae nieve, así se entera en carne propia lo que es la guerra.

No comento sobre la guerra de Gaza donde hubo un atentado terrorista que no se puede justificar. Como tampoco la respuesta criminal y genocida que se está llevando a cabo para exterminar un núcleo humano. Es desolador y no caben palabras para cuantificar el horror de un “Hitler” hebreo cuyas intenciones son muy evidentes.

 

CÉSAR TAMBORINI DUCA – LEÓN, ESPAÑA

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

Académico Correspondiente para León

Academia Porteña del Lunfardo


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