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lunes, 17 de febrero de 2020

SONETO DEL ADIÓS AL SONETO, Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina






















SONETO DEL ADIÓS AL SONETO

Abundan los poetas que dominan
del soneto la técnica precisa.
Como saco a medida lo terminan
sin que tire de mangas ni de sisa.

¡En fin! No sé si abundan los poetas.
Sí sé, en cambio, que abundan los sonetos,
que se dan de a docenas y hay recetas
que aseguran llegar a los tercetos.

Pero al soneto lo fichó la “Tierna”.
Con el hígado entero, sin cirrosis,
con arterias fetén, sin esclerosis

y esperando alcanzar la vida eterna,
lo amenaza una muerte posmoderna:
Será por sobredosis.

29 / 11 / 1994

©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



BORGES, Guillermo Fernández del Carpio, Arequipa, Perú

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BORGES

Buenos Aires fue tu tierra y motivo de la primera inspiración,
deslumbraste al mundo con tu poesía y prosa casi perfecta, plasmada de erudición.
Y tu ceguera se volvió luz en el lector y en su corazón.
Borges, tu obra es en mi vida una voz predilecta.

Los poemas escritos en medio de tu oscuridad, serán siempre fulgor en la cultura.
Un color amarillo te acompañó desde infante,
un Quijote fue tu mejor amigo en tu edad madura
y hoy, tu recuerdo es verso libre y relato brillante.

Tus Ficciones, reinventaron con belleza el enigma del universo,
describieron la posibilidad de lo que puede ser o suceder en el tiempo,
creando en cada lector,  un espacio infinito de pensamientos.

Una Biblioteca de Babel y un  Aleph, es lo que nos hiciste ver y también creer.
Leíste mucho desde niño hasta tu agonía, para hacer de tu vida un universum.
Descansa viejo amigo junto a Cervantes, porque hoy un mundo te lee con alegría.

©GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, poeta y escritor peruano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


CANCIÓN SIN FE, Jerómimo Castillo, San Luis, Argentina

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CANCIÓN SIN FE

Innominada semiluz difusa
flagelaba el sentido sin acierto
cuando llegó al cenit el desconcierto
entre cadentes soplos de una musa.

Nada fue más sensible que la ilusa
esperanza truncada en el desierto
que apenas matizaba con un cierto
descolorido andamio que usa y usa.

Y entre lánguidos besos de la brisa
se escondía una voz ya sin aliento
para mover tal vez a una sonrisa.

Siento que llega el extravío y siento
cómo se marcha el día a toda prisa
sin sacudir el numen polvoriento.


©JERÓNIMO CASTILLO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


CHAMPAGNE O CAIPIRINHA?, María Ines Malchiodi, San Luis, Argentina

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CHAMPAGNE O CAIPIRINHA?

Eran casi las siete de la tarde.
La hora en que los gorriones gritan alborotados, queriendo alcanzar las ramas de los plátanos para dormir hasta el día siguiente.
Tomaste por Teodoro García, y en la subida usaste tu mano izquierda para bajar un cambio por no soltar las manos de ella.
No valía la pena interrumpir esas caricias de la urgencia y la alegría entre unas manos plácidas, sedientas de encontrarse, inquietas de promesas incontenidas.
Sólo vos conocías el camino, y se dejó llevar. 
Pasaron por frente del edificio donde ella había vivido en su época de estudiante, pero no quiso decir nada para no romper el hechizo.
Hipnótica de anhelos y denuedos, quedó arrobada en la simpleza de una conversación trivial, tan profunda y tan banal como si hubieran estado recitando el Dante en ese instante. No tenía idea de qué iba la conversación.
Sólo importaba llegar a destino, sacarse los zapatos y los pudores, besarse con ternura y emoción. 
La urgencia de los cuerpos inundó de calor la sala en penumbras, y ella sintió que estabas demasiado arrobado para lo que habían vivido los últimos tiempos, cada uno por su lado, cada quien con su ilusión puesta en un encuentro que por fin, podía concretarse pero no se sabía bien para qué.
Acaso para comprobar con la piel lo que las palabras reflejaban cada vez que aparecían escritas en una pantalla de ordenador.
Acaso para sentir que todo lo forjado era importante, sanador, bello desde el primer día en que ella escuchó tu voz por primera vez, y ahora, mudos ambos con sólo el murmullo del jadeo en la oreja despertando sensaciones, mientras Bob Marley marcaba un ritmo conocido, desde el más allá.
El más allá intangible de la música que inundó dos cuerpos en la placidez del atardecer, huyéndolos del tiempo para acortar las distancias entre el decir y el hacer, entre el gozar y el placer, entre el estar y el ser.
Y fueron.
Fueron dos acaso demasiado atropellados en desabrochar la ropa, acaso torpes en caricias que no llegaron a desparramarse por la piel porque la urgencia era otra. Era beber hasta la última gota de un cáliz sediento de caricias, de comprobaciones, de rocío cayendo sobres los pétalos mustios de una flor que casi estaba ya marchita, y vos la reviviste cuando comenzaste a acariciarla con palabras cada día.
Ella se hundió en el mar de la locura, y su barco comenzó a navegar hacia la marea más alta, mar cabalgando océanos, nave cabalgando mares, playas de arenas blancas, blandas, suaves, donde recalar tu barca.
Tu cama era muy alta. Tal vez no tanto como para esconder demasiados sueños, pero alta al fin para poder quedarse acurrucado si un recuerdo desorientado comenzaba de pronto a vagar por el cuarto despojado de rumores. 
De pronto, tu cama también fue demasiado ancha, tanto que comenzó a albergar demasiada gente para acompañar la soledad de dos en compañía. Se llenó de llanto de niños, de voces del recuerdo, de historias de juventudes pasadas, de gente nueva que comenzó a tomar lugar entre los dos.
La figura contorneante y provocadora de una mujer de tu misma edad, hizo lo imposible por echar su pelo enrulado hasta la mitad de la espalda sobre la almohada donde ella ya había dejado su perfume. Pero la mujer estaba allí, pelo castaño, sonrisa amplia, ojos traviesos, estampa de book de fotos para quién sabe que empresas, pero con la simplicidad de lo cotidiano. 
Ella bebía champagne. Dulce, frappé, burbujeante. 
Vos no alcanzaste más que a brindar por los dos, y vaya a saber por qué más la segunda vez que hicieron chocar sus copas largas. Pero no bebiste. 
Acaso la caipirinha fuera más acorde a ciertas edades que ella ya había pasado casi dos décadas atrás, mientras bailaba samba con las chicas de Ipanema y Ray Coniff hacía sonar Brasil y Bésame Mucho, para que bailaran en los Carnavales.
Por la mente de ambos pasó la historia de una vida, recuerdos de juventud recreados en algunas horas de conversaciones a la luz mortecina de una luz impertinente. Ella buscó el hueco de tu axila, pero vos ya estabas dispuesto a dormir con la mujer de la caipirinha. Era más real, más tangible, más fatuo pero menos comprometido.
Ella te cobijó en la madrugada, creyendo que tenías frío. No te diste cuenta.
Ella tapó tus brazos cuando te moviste buscando atrapar las cobijas.
Te estaba cuidando.
Veló tu sueño.
La noche se hizo larga. La cama, demasiado ancha. Las ilusiones quedaron enredadas entre la ropa que se amontonó en un rincón del cuarto.
Dicen que nadie muere de amor.
Dicen.
La mujer de la caipirinha siguió sonriéndole a tu beso cada vez que acudías a su encuentro.
Vos, no sé por cuánto tiempo, anduviste buscando el perfume que quedó en tu almohada, exorcizando un recuerdo que no te animaste a hacer presente.
Ella murió ese viernes, al atardecer.

©MARÍA INÉS MALCHIODI, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



LA PAZ ES ACCIÓN, Teresinka Pereira, Ottawa, Canadá

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LA PAZ ES ACCIÓN

         
LA PAZ es un laberinto
de difícil acceso
por el ser humano
cuya mente busca
agresivamente por
la sobrevivencia
en este mundo trastornado.
Sin embargo, la razón
puede prevalecer
sobre la confusión,
la rabia, peleas y guerras
cuando descubrimos
que la acción por la PAZ
es la única que vale la pena
seguir, con el reconocimiento
de que somos todos iguales.
................

A PAZ É AÇÃO
         
A PAZ é um labirinto
de difícil acesso
pelo ser humano
cuja mente busca
agressivamente
pela sobrevivência
neste mundo transformado.
Mas, a razão pode prevalecer
sobre o desentendimento,
sobre as raivas, brigas, guerras
quando descobrimos que
a ação pela PAZ
é a única que vale a pena seguir
com o reconhecimento
de que somos todos iguais.
...................

LA PAZ ES ACCIÓN
         
LA PAZ es un laberinto
de dificil acceso
por el ser humano
cuya mente busca
agresivamente por
la sobrevivencia
en este mundo trastornado.
Sin embargo, la razón
puede prevalecer
sobre la confusión,
la rabia, peleas y guerras
cuando descubrimos
que la acción por la PAZ
es la única que vale la pena
seguir, con el reconocimiento
de que somos todos iguales.
................


PEACE IN ACTION
         
Peace is a labyrinth
of difficult access
by the human being
of aggressive mind
trying to survive
in this unsettled world.
Nevertheless reason
can prevail instead
of confusion, rage, war
when we discover
that the action for peace
is the only worthwhile
with the recognition
that we are all equal
from birth to death.
......

©TERESINKA PEREIRA, poeta y escritora brasileña
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

LA SOLEDAD QUE NOS ANGUSTIA, Salomé Moltó, Alcoy, Alicante, España

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LA SOLEDAD QUE NOS ANGUSTIA


No sé si las estadísticas se ha preocupado por averiguar cuantas personas viven solas, tanto viejas como jóvenes.
La sociabilidad es un sentimiento consustancial a la naturaleza humana, el hombre busca a sus congéneres en cualquier situación y circunstancia.  Médicos, sociólogos y psicólogos apuntan al desastroso fin a que nos lleva la soledad, sobretodo en la vejez. La soledad angustia, mata y extermina lentamente nuestra capacidad de comunicación, de crear, de dar a los demás y de darnos a nosotros mismos. La soledad nos entorpece y castra nuestras reservas humanas porque entre muchas otras cosas, se nos rompe el espejo que refleja nuestra imagen, ya que en los demás nos referenciamos. Porque suele ser en los otros donde seguimos buscándonos, quizás porque para el ser humano su máxima inquietud sea una constante búsqueda de sí mismo.  La soledad nos arranca trozos del yo social no quedando más que el yo primario y acabamos con el paso cambiado en el devenir humano.
En cambio, muchas personas encuentran en soledad su verdadero equilibrio y sus obras más meritorias, tanto en ciencia como en filosofía o en arte, las hallan en la intimidad de un “en sí mismos”, lleno de soledad, pero una soledad serena y nutrida de un sentimiento de todo lo social.
Las costumbres, buenas o malas, que hemos adquirido a lo largo de los años, han configurado nuestra personalidad hasta el punto de formar una coraza sólida que ejerce de muralla o parapeto frente a otras costumbres, otros deseos, otras inquietudes, a veces, multiplicando esa angustiosa soledad.
Los hay que guardan costumbres infantiles, disfunciones, egoísmos agudos, intolerancia con los demás o afán de perfeccionismo, más para el otro que para sí mismo etc. No en balde se ha dicho que la convivencia es un arte y que a cierta edad ya casi nadie pretende ser artista, ni ejercer de tal.
Nuestras costumbres se han enquistado en nuestra personalidad limitándola y en la adquisición de experiencias hemos perdido capacidad para ilusionarnos, para crear otras perspectivas, para amar.
A veces, vivir, contrariamente a lo racional, nos empobrece, porque vivir también es sufrir y tenemos miedo de repetir los mismos errores, de padecer las mismas vejaciones, y acabamos encerrados en nuestro caparazón,  así pues, intentamos andar el camino en solitario, abrigándonos en el manto de la indiferencia, a pesar que en nuestro fuero interno, no renunciamos a poner en nuestras vidas un sentimiento, una ilusión, sin los cuales, la vida nos es altamente dolorosa, porque nos hemos cansado de amarnos a nosotros mismo y deseamos el afecto de los demás.
No siempre sabemos cuándo perdemos la capacidad de comunicarnos, un valor tan hermoso. Normalmente nos llega poco a poco este deterioro tan angustioso como insuperable, y una reacción a tiempo puede salvar nuestro equilibrio personal, cada día más necesario, porque en el fondo, no nos gustaría emular al sabio Guillem de Castro en sus pensamientos, cuando dijo aquello de “a mis soledades voy, de mis soledades vengo, para estar conmigo me basta mi pensamiento”.

©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA                                                                                  


Perplejidad, ignorancia, necedad. Carlos Penelas, Buenos Aires, Argentina

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Perplejidad, ignorancia, necedad

 Las ocurrencias no son arte
Avelina Lésper

 Lo que vamos a plantear en este artículo es algo casi tan viejo como el mundo. Hay por un lado un gusto del público y por otro el de la crítica. (Nuestro querido Umberto Eco señaló con claridad que “raramente se tiene en cuenta el hecho de que, dado que la cultura de masas en su mayor parte es producida por grupos de poder económico con el fin de obtener beneficios, permanece sometida a todas las leyes económicas que regulan la fabricación, la distribución y el consumo de los demás productos industriales.”) A veces coinciden, por lo general no. Hay libros que se venden, y mucho. Y son un engendro. A veces no es así, las menos, seguro. Esas ventas increíbles no sólo no aseguran inmortalidad sino que tampoco aseguran talento. Para la gran mayoría de los figurones –que buscan el calor oficial, los premios, los reconocimientos, la vanidad de la foto o del abrazo– la popularidad es una meretriz. Y en muchos casos terminan cenando con ella. Los académicos, salvo excepciones, llegan con problemas de próstata y ridiculizados. Los “modernos” o “contemporáneos” ponen una línea debajo de otra o al costado, sin puntuación, o con la última palabra en mayúscula y creen estar tocando la genialidad, el más allá, la originalidad. O los escultores que tiran planchas de acero por el piso con tres o cuatro tubos fluorescentes y luego hablan de la “cualidad del objeto”. Tom Stoppard lo expresa en una obra de teatro: “La imaginación sin destreza nos da el arte contemporáneo”. Qué nos queda de los templos de Agrigento y Seminonte. O Segesta. Así vamos por el mundo. De la perplejidad a la indignación. Rodeados de figurones donde todo es pintoresco y pocas cosas elegantes. Podemos ver toda la imbecilidad en la política contemporánea, en el populismo, en los movimientos irracionales, en los líderes impresentables, en pueblos seducidos por el mercado, en individuos con un termo en el cerebelo, en la banalidad y estupidez que nos rodea. Si, por supuesto, hay otros seres. Pocos, pocos. 
Todo cambia, suele decir mi vecina de ochenta y ocho años. Parcialmente, me digo. Aristóteles estaba convencido que el hígado cobijaba al espíritu. Galeno, a las personas nobles, las denominaba de buen hígado, no de buen corazón. Para los etruscos, en el siglo V antes de nuestra era, era el hígado una zona sagrada. La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir,
nos recuerda una vez más Zygmunt Bauman.
Así todo. En la antigüedad la epilepsia fue asociada con la posesión demoníaca. Por esta razón, y no otra, muchos enfermos terminaron sus días en las cálidas hogueras de la Inquisición. A pesar del tiempo transcurrido, casi en el siglo XXI muchos de los que la padecen son discriminados en los trabajos y en la vida afectiva. Ignorancia, tabúes, imbecilidad, fantasmas. Lo que usted quiera, o todo junto.
La palabra melancolía –que viene del griego– que significa “tristeza vaga, profunda, nacida de causas físicas o morales”, bilis negra o atrabilis. Alguien me dirá que la temperatura del ser humano oscila entre los 36º5 y los 37º5. Y que la temperatura del hígado es de 38º porque la de los testículos no sobrepasan los 36º, pues los espermatozoides no madurarían y por eso están más aireados.
Leo una noticia de hace años en The Wall Street Journal; nos da otro índice de que todo cambia para que nada cambie. Parece ser que cada vez más en las iglesias de los Estados Unidos, en el momento de la Eucaristía, se está usando vino blanco y no el tradicional tinto. Se trata de algo simple: resolver un problema. Y ser prácticos. Las manchas de vino tinto son difíciles de quitar en las piezas de lino y sale más caro. De esta manera se ahorran unos cuantos dólares al año. Ya hay grandes discusiones, el “simbolismo” por un lado, el costo de la “justificación” de los manteles por otro. En este planteo se introdujo la discusión de las flores artificiales en los altares ¿son lícitas o no? Mientras tanto en varias parroquias de Italia empezaron a realizar la comunión con vino blanco. Ante la crisis, una empresa californiana, vinícola, comenzó a comercializar un removedor de manchas. Se lama Wine Away (fuera vino). Cosas de la vida, estimado lector.
Creo que es necesario recordar unas palabras de Abelardo Castillo: “La lectura es un acto decisivo para la comprensión del mundo en que vivimos. Leer es descifrar una intrincada escritura que nos circunda y nos rige. Es el hilo para encontrar el camino hacia nuestra libertad. La instrumentación de la ignorancia es el arma más formidable para aniquilar la libertad de un pueblo.”
Humoradas, sin otra intención que sonreír. Pues la risa –según las últimas investigaciones– promueve la producción de endorfinas, una hormona analgésica. En otras palabras, reírse disminuye el estrés, refuerza el sistema inmunológico y eleva la calidad de vida. Como hacer el amor con una bella mujer. Hasta la vuelta, amigos.
 Buenos Aires, febrero 2020

La cultura es una cosa y el barniz otra
Ralph Waldo Emerson
©CARLOS PENELAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA 




domingo, 9 de febrero de 2020

EL BOSTEZO, Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina


























EL BOSTEZO

Con ojos entornados
abre grande su boca
dando un atajo al aire
y la vuelve a cerrar.

Ni estrés, ni sueño.
Ni cansancio, ni hambre.
Sólo el aburrimiento.

©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


María Luisa Bombal en las evocaciones de Borges y Neruda, Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

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DE: EL IMPARCIAL

TRIBUNA
María Luisa Bombal en las evocaciones de Borges y Neruda
Muy a pesar de la soledad que le imponía su ceguera, Borges era un hombre gregario que le encantaba el artilugio del diálogo. Lo complacía, en especial, escuchar las historias de vida de quienes lo visitaban. Era un ávido indagador que a veces abrumaba con preguntas menos incómodas que sorprendentes, siempre anexionadas de inteligencia. Como buen curioso, Borges se interesa por una cosa: todo. “Son debilidades de fabulador”, se atajaba cuando alguien le hacía notar tanta curiosidad. Me pidió una mañana que le hablara de mi experiencia en Chile, donde viví tres largos años, durante el gobierno socialista de Salvador Allende trabajando como corresponsal de un diario argentino. Durante esa época frecuenté a Pablo Neruda, Nicanor Parra, Jorge Edwards, Alfonso Calderón, Enrique Lihn y Jorge Teillier, entre otros conocidos y no menos famosos titanes de la literatura; también a María Luisa Bombal, una narradora que Borges conocía casi familiarmente y con la que mantuvo una entrañable amistad, muy similar a la que ella mantuvo con Neruda. Curiosamente, como Borges, yo había conocido a María Luisa a través de Delia Del Carril, la encantadora “Hormiguita”, la segunda esposa de Pablo Neruda, cuñada de Ricardo Güiraldes.
No dudaría en afirmar que una de mis mayores experiencias en Chile fue la relación de amistad que mantuve con María Luisa Bombal, a la que visitaba en su casa de Viña del Mar. María Luisa era una excelente escritora de obra relativamente breve en extensión, pero de notable intensidad literaria que se centra en personajes femeninos y en su mundo interno, con el cual escapan de una realidad que las oprime. Su novela más conocida, que la llevó a la celebridad, fue La amortajada, cuya protagonista es una mujer llamada Ana María que muere de un infarto, y mientras está en el ataúd con todos los familiares a su alrededor, va recordando cosas que le sucedieron en la vida con cada una de las personas que se acercan. También allí están sus hijos y Zoila su íntima amiga que la acompañó desde niña y fue su confidente y protectora, ya que su madre murió cuando ella era apenas una niña; escucha luego los sermones del padre Carlos, y recuerda una conversación donde él le preguntaba como quería que fuera el cielo y ella le respondió que deseaba que fuera terrenal y con defectos, como era la tierra. Evoca, además, el momento en que el cura le propone confesarla, pero ella le responde que otro día porque ya ha llegado el médico; un rato después le empieza a fallar el corazón y como está agonizando le da la extremaunción. En ese momento Ana María siente que empieza a morir de verdad y a vivir la muerte de los muertos, y desde allí, desde esa condición, como en el Pedro Páramo de Juan Rulfo, su narración es estremecedora. A finales de la década del treinta, al publicar esa novela, muchos la consideraron una obra maestra y le fue otorgado el Premio de Novela de la Municipalidad de Santiago de Chile. Ya en los años ‘40 el director Luis Saslavsky filmó en Buenos Aires la película La casa del recuerdo, sobre un argumento casi similar escrito por ella.
María Luisa había nacido en 1910, en Viña del Mar y pertenecía a una familia aristocrática de Chile. Estudió en un colegio religioso y, tras la muerte de su padre, viajó a París, donde finalizó sus estudios para luego ingresar en la Universidad de la Sorbona; allí estudió latín y letras de manera oficial, y por su cuenta violín con el maestro Jacques Thibaud y teatro con Charles Dolan. Se conectó con el mundo artístico y cultural de vanguardia (lo trató a Paul Valery y a Tristan Tzara) y se interesó sobre todo por el arte que más la apasionaba, la literatura. De regreso a Chile, conoció en Santiago a Eulogio Sánchez Errázuriz, pionero de la aviación civil, con el entabló una relación sentimental que no funcionó, ya que Eulogio empezó a alejarse de ella y optó por otra mujer. A María Luisa le costó soportar esta situación, le escribía cartas, pero él no respondía. Un día asistió a una cena en casa de su frustrado amor, se dirigió al cuarto en donde guardaba las armas de fuego, tomó una y se disparó un balazo en el cuello. Milagrosamente salvó su vida, llevando de recuerdo una visible cicatriz, que desde esa noche la acompañó. “Ese hombre me arruinó la existencia -recordó ante mí una melancólica tarde de Viña del Mar, mientras su mirada se hundía en la brillante lejanía crepuscular-. Nunca lo pude olvidar; fue el gran amor de mi vida. No sé lo que pasó, él se decidió por una muchacha simple y casquivana que al poco tiempo se fue con otro. Es tan rara la mente humana”, reflexionó con dolor.
Para librarla de esta incómoda situación, “el pícaro Pablito Neruda”, como ella lo refería con hondo afecto a Pablo Neruda. Un leal y entrañable amigo, y con el que mantuvo siempre una estrecha y generosa relación, la llevó a Buenos Aires, donde el príncipe de los poetas ejercía como cónsul. En la capital argentina conoció a los más variados personajes de la escena literaria de esa época, principalmente a Norah Lange y Oliverio Girondo, también a “Hormiguita y Adelina del Carril, a Federico García Lorca (que vivió seis meses en Buenos Aires), a Luigi Pirandello (cuando estuvo de visita en la Argentina), a las hermanas Ocampo, y a Borges, por supuesto, a quien admiraba hasta las lágrimas. “El más grande artista de la palabra que ha dado el siglo veinte. Él y Pablito son insuperables en nuestro idioma”.
Sin dejar de vivir intensamente, María Luisa amaba la literatura. “Es una lástima que el personaje haya superado a la escritora -se lamentó Neruda una mañana que caminábamos por los alrededores de su Isla Negra-. Como te imaginarás, yo tengo un gran afecto por esta mujer genial; siempre fuimos amigos y su lealtad hacia mí fue conmovedora. María Luisa me defendió a capa y espada, y fue solidaria en mis malos momentos; es de esas personas que aparecen en los casos difíciles y aportan esa cuota fundamental para que uno pueda salir a flote. Esa amistad es otra de las pocas cosas que comparto con Borges”, terminó por confiarme con una sonrisa maliciosa.
A principios de la década del treinta fue cuando María Luisa editó su primera novela breve, La última niebla. Todo parecía ir muy bien. Radicada en Buenos Aires se casó con el pintor Jorge Larco, del que se separó poco después, luego de una conflictiva relación. Borges y el escultor Pablo Edelstein me contaron que vieron el sombrero de Larco agujereado por los disparos que le hizo a quemarropas María Luisa. “Este suceso no deja dudas –recordaba el autor de Funes el memorioso- María Luisa era una mujer de armas tomar, que convenía no cruzarse en su camino. Se supone que fue por un asunto de infidelidad, ella compró un revólver, se dirigió hasta el taller de Jorge, lo esperó y cuando llegó, le disparó varios balazos, felizmente sin dar en el blanco, aunque agujereando su sombrero”. María Luisa fue arrestada, pero quedó libre enseguida ya que su marido la eximió de toda culpa, por lo cual el juez la declaró absuelta. “Creo que la homosexualidad de Jorge pudo más.-recordaba María Luisa con amargura-. Era la época en que García Lorca vivió en Buenos Aires. Después de esas enojosas experiencias, siempre casi en el límite, María Luisa viajó a los Estados Unidos donde conoció al conde francés Rafael de Saint Phall, con el cual tuvo a su única hija, Brigitte.
Allí publicó otra edición de su novela The house of mist, cuya versión no fue traducida del español, sino escrita en inglés con algunas variantes y la ayuda de su marido. Una obra muy bien recibida por el público y la crítica norteamericana, que sólo le pedía un texto más largo. Posteriormente la Paramount Pictures le compró los derechos en una importante suma de dólares para realizar una película que nunca fue filmada y dio lugar a otra de las tantas historias de Hollywood.
Pese a vivir más de treinta años en el país del norte, luego de enviudar, decidió regresar a Chile, y se estableció en su ciudad natal de Viña del Mar. Aunque muchos intelectuales del país pedían que María Luisa recibiese el Premio Nacional de Literatura, nunca le fue concedido. Durante mi permanencia en Chile yo me sumé a esos peticionantes aportando mi firma. Por esa época, le hice una entrevista para el diario La tercera de la hora y publiqué su memorable relato “El árbol”, un justiciero reconocimiento que me agradeció in aeternum, repitiendo que yo era su descubridor. María Luisa fue, sin duda, una enorme escritora, y una señora de difícil trato, pero encantadora con aquellos que amaba y consideraba. Toda una leyenda rodeó a esta mujer de vida intensa y compleja.
“En su juventud María Luisa era una mujer de una belleza enigmática, que enamoraba a primera vista –me comentó Borges-. Enrique Amorim le arrastró el ala, pero no fue correspondido; no era fácil ganar su corazón. Luego, inexplicablemente, como ya le dije, se casó con Jorge Larco, de quien las malas lenguas decían que era homosexual y hasta que había sido amante de García Lorca cuando vivió en Buenos Aires. El matrimonio de María Luisa y Larco no funcionó y algunos dicen que fue una fachada tramada por él para disimular su condición sexual ante su familia”.
Me he detenido en esta historia de María Luisa Bombal porque admiro su literatura y es el merecido homenaje que le puedo brindar. La historia de esta enorme escritora, forma parte, además, de un proyecto que tengo; se trata de un libro sobre tres talentosas mujeres de vidas apasionantes y novelescas que la incluye; las otras dos son la pintora Delia “Hormiguita” del Carril, la ex segunda esposa de Neruda, y la uruguaya Blanca Luz Brun, amiga del pensador peruano José Carlos Mariátegui, casada luego con David Alfaro Siqueiros, y amante en Buenos Aires, se dice, del empresario Natalio Botana, fundador del diario Crítica.
Casi sin saberlo y sin proponérselo, María Luisa Bombal fue una de las más importante y atrevidas escritoras del siglo pasado. Estuvo más allá de todas las modas que cruzaron la literatura; sin embargo, su nombre ha permanecido en el silencio y pasa desapercibida para nuestro tiempo. Borges y Neruda, que fueron sus amigos y devotos lectores hacen, desde sus evocaciones, este llamado de atención; también modestamente quien firma este texto.

©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORIFICO DE ASOLAPO ARGENTINA