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domingo, 29 de marzo de 2020

LA CAÍDA, Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina

Proyecto en Diputados para bajar el arancel de Policía en el ...



LA CAÍDA

Se alzó cuidadosamente, ensayó algunos pasos, trotó y luego, sin molestia alguna, comenzó aquella maravillosa carrera.  Sus piernas, pesadas al comienzo, parecían tan livianas como las alas de un colibrí.
Corrió, corrió, corrió… Corrió hasta que la ardiente tarde de verano le mojó el cuerpo de sudor y la respiración se le hizo dificultosa y jadeante.
El suelo, a veces llano y suave, le permitía adelantarse con increíble levedad. La blandura de la hierba amortiguaba el apoyo de sus pasos sobre el piso, dejándole una fresca y agradable sensación de renovada alegría. Su corazón latió rebosante al recibir el líquido vital que llegó limpio y vigoroso hasta la aurícula y el ventrículo izquierdo.
Su cerebro, embebido de endorfinas, activó sus recuerdos de niño, allá, en los terrenos del barrio donde correteaba con sus amigos en busca de las mariposas y los duendes propios de la niñez.
Los recónditos caprichos del soñar lo llevaron a otro plano dimensional y pudo oír claramente los vítores de los partidarios cuando pateó aquel tiro libre en el minuto final del encuentro. Evocó detalladamente con que precisión colocó el perfil interno del empeine de su pie derecho bajo la curva inferior de la pelota a fin de obtener la comba precisa y la fuerza necesaria en el puntapié genial. Con orgullo de líder, le pareció escuchar otra vez los rugidos de la hinchada del club.
Con su patada magistral, la pelota, en una trayectoria prodigiosa, entró sin dificultad en el ángulo superior derecho del arco contario.

Ahora, en los meandros del sueño, el terreno se puso escabroso y algunas piedras dificultaban su avance, más, aquella levedad de sus extremidades le permitió esquivarlas con saltos precisos y elegantes. De pronto, en un tonto descuido, no pudo advertir el montículo de tierra y se torció el tobillo derecho. Cayó retorciéndose por el dolor. Miró su pierna y vio espantado la fractura expuesta de peroné.
Se sintió caer pesadamente sobre el piso y la crueldad del sufrimiento acabó con su conciencia. La noche del dolor terminó oscureciendo la tarde de sol.

-¡Basta por favor! ¡No aguanto más el dolor! ¡Mi pie, mi pie! -Gritó al despertarse después de tantos días de coma-
-¡¿Dónde te duele?!
-¡El pie derecho! ¡Creo que me lo he fracturado! ¡Llamen al médico por favor!!!
-¡Basta de moverte!, quédate quieto que ya pasará…
-¡Por favor, no doy más! ¡Hagan algo! ¡Mi pieeee! ¡Me duele hasta el alma!! ¡No puedo parar de moverlo, si lo dejo quieto siento que los garfios del demonio me lo destrozan!!! ¡Traigan hielo que me quema!!!

Una de las asistentes lo miró compasivamente; en un curso de capacitación, había oído de aquel asunto del “del síndrome del miembro fantasma”.

Mientras las enfermeras luchaban para inyectarle la morfina, su mujer, que lo estaba cuidando desde el principio, se levantó de la silla que ocupaba al lado de la cama y se acercó a la ventana de la habitación desde donde se divisaba el enfermizo parque del hospital.
Dos silentes y amargos lagrimones se deslizaron por sus mejillas. Recordó el maldito cigarrillo. la gangrena y el diagnóstico fatal y definitivo del cirujano cuando, un mes atrás, le comunicó que la única solución era la amputación de la pierna a la altura de la rodilla. 
Estuvo largo rato allí, hasta que los gritos de dolor que profería su marido fueron decreciendo hasta transformarse en una exigua queja de un adagio angustiante. Sin volver la cabeza, imaginó que el pobre se estaría adormeciendo y que su dolor menguaría en unos instantes más.
Afuera, debajo del viejo roble que crecía en el parque, dos chicos jugaban con una gastada pelota de fútbol.

Norberto Pannone© Octubre de 2015

HOY DÍA, Guillermo Fernández del Carpio, Arequipa, Perú

Hoy amaneció un nuevo día en nuestra ciudad, Barcelona. - Blog de ...


HOY DÍA

Hoy día, he extrañado mucho y nada el ayer,
ni tampoco he elucubrado lo que pudiera suceder mañana.
Hoy día, he visto nuevo sol y nueva luna;
por la noche vi mi estrella, solo una.

He recordado que fue un domingo el día que desperté
por vez primera,
cerré mi mirada y recordé que fui aquel inquieto niño,
recordé quién era.

Hoy día, anduve por lugares que quisiera olvidar,
también anduve por sitios que la memoria desea siempre recordar.
Por instantes me olvidé de toda mi enfermedad
y disipé la nostalgia,  cuando vino a mí  la soledad.

Hoy, deseo vivir en la ansiada tranquilidad
y quisiera escribir muchos versos, que viven
en mi memoria.
El último será escrito muy temprano,
cuando mi alma haga en este mundo su último silencio.

Hoy quiero que sea domingo,
el día que a Cristo vea.
Ya anhelo tener mi sueño.
Mañana, es otro día; nuevo sol y nueva luna, nueva poesía.

Hoy día,…

©GUILLERMO FERNANDEZ DEL CARPIO, poeta y escritor peruano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA





AMIGOS, ENEMIGOS, Salomé Moltó, Alcoy, Alicante, España

Particularidades sobre el uso del diván


AMIGOS, ENEMIGOS


Asistimos, con toda normalidad a las clases de terapia, un grupo de gente diversa, que nos exponen sus problemas; personas que forman parte de nuestra sociedad, pero que no sabes de sus inquietudes y demás problemas que los angustian, hasta que se expresan.
En estas sesiones te das cuenta de la cantidad de problemas, decepciones y sufrimientos que las asisten. Veo a aquella simpática señora con la que coincido en la compra, en el mercado, de aquella otra, que pasaba por los pasillos del supermercado con los nietos, de otra que se apresura a coger el autobús pues se marcha al hospital, su hijo ha sufrido un accidente. Sí, la vida sigue y el sufrimiento diverso, está presente.
De joven pensaba que las personas, de una cierta edad tenían que ser, por fuerza, más felices, pues se habían superado muchos problemas y dificultades, tales como trabajos difíciles, criar a los hijos, la hipoteca del piso etc. y con el tiempo transcurrido, deberías decir: “misión cumplida, mis hijos ya están criados y tienen edad para hacer frente a la vida por sí mismos” Sí, pero la vida no les da “caramelos”, más bien lo contrario, sus derechos, sus oportunidades cada día más machacados y poco a poco eliminados, por eso no es de extrañar que los hijos se queden más tiempo en casa de los padres. La sociedad no les da oportunidades a pesar de su buena preparación
Y entonces, para los mayores, ya es tiempo de disfrutar debidamente y a su tiempo, de la jubilación. Recuerdo que algunas personas de la generación de mis padres, me daban envidia pues se habían jubilado y con, la experiencia alcanzada, podían disfrutar de lo que no les había sido posible durante la juventud.  Sí, aquella generación de posguerra con doce horas de trabajo diarias y unas cuatros más, complementarias, no para poder llegar a fin de mes, sino, para dar de comer a la familia.
Elemental planteamiento, pues cual golpe de viento que sacude el ventanal, la vida no deja de golpearte, con una fuerte sacudida  o a veces, con una serie de ellas, pero constantes y duras y ahora con menos fuerza la angustia es superior. Así que los jubilados no son más felices, mi disfrutan de la vida de mejor manera, no pocos tienen que cuidar de los nietos y ayudar a los hijos económicamente.
Esa pareja de jóvenes que se enamoran, se casan y se aprestan a vivir juntos para siempre y que puedan llegar juntos hasta la vejez, pero cincuenta años después del “sí quiero”, ahora pasan la vida enfrentados el uno al otro, vigilando y exigiendo que cada cual cumpla su parte de obligaciones. Mi vecina dice que hay que negociar, incluso con el marido (?)
¿Qué pasó de ese amor que los unió? ¿Los avatares a los que tuvieron que hacer frente eliminaron todo afecto? A veces me pregunto si el ser humano es capaz de preservar el amor a pesar de los inconvenientes y las frustraciones a les que se deber hacer frente todos los días ¿La convivencia conserva el amor o lo elimina? Quizás haya que ir aprendiendo de las cosas, según los cambios que la vida te repara.
Tocándome el hombro una viejecita me dijo: “¿me puede dejar pasar delante? he dejado a mi marido solo en casa” estábamos en la cola de la panadería “por supuesto” le respondí. Pidió un pan y mientras se lo daban me habló de su marido con cerca de noventa años y que cuidaba con mucho esmero. No dije nada, pero la dulce impresión que me causó aquella anciana se me quedo, para siempre, grabada en la memoria y me reproché ser tan pesimista en los asuntos de convivencia, tan comunes a todo el mundo, porque, la verdad, veo más cosas malas que buenas y eso me acojo...perdón me acompleja.

©SALOMÉ MOLTÓ, periodista, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
                                                                                                                                                                                           


AL MIRAR DESDE LO ALTO, Jaime Vélez Ramírez, Medellín, Colombia

Qué ocurre en el cerebro cuando pasa tu vida por delante de tus ojos?



AL MIRAR DESDE LO ALTO


Cuando se llega
al barrio alto y obscuro
de la tercera edad,
se ve lejos la planicie, lejos el ascenso
donde un día empezó el peregrinar.

La niñez sin el encanto de una voz amiga,
las madrugadas, el sueño y la fatiga,
la noción de las primeras letras,
fue el comienzo del duro batallar.

Llega la juventud y la esperanza,
nos vemos ambiciosos, triunfadores;
se hace un esfuerzo grande en la carrera
y llega la carrera, pero no la quimera.

La edad adulta y el trabajo
pocas satisfacciones nos depara;
de incomprensiones muchas, muchas,
llantos a veces, lágrimas en vano.

En la vejez la enfermedad encima,
ya sin deseos de nada en la existencia,
con angustias en el fondo del alma
y el dolor y amargura que dejó la experiencia.

Cuando al fin arribamos a la cima
y vemos de este lado la subida,
mejor es mirar a otro costado
y ver y disfrutar la otra vida.

Julio 22 de2007

©JAIME VÉLEZ RAMÍREZ, poeta y escritor colombiano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA





REDENCIÓN, Liana Friedrich, Santa Fe, Argentina

Las 10 mejores citas de la redención de Shawshank - La Neta Neta!

REDENCIÓN


Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas
y nos trasladó al reino de su amado Hijo …
Colosenses, 1:13

Recompuso
la imagen de sí mismo,
lo mejor que pudo
recogiendo los trozos del espejo
que dispersos yacían
sobre el yermo.
Exorcizó
su oculto Paraíso,
de manzanas afiebradas
y de arteros ofidios.
Reanudó
su rumbo peregrino
con la brújula del tiempo,
escapándole al abismo.
Libre ya de culpas
y de amores ficticios.

©LIANA FRIEDRICH, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA 




El día que no amaneció[1]., Adrián Néstor Escudero, Santa Fe, Argentina


El Amanecer en Sepia | Galería de imágenes de potoko56
























Imagen de: Potoko56

El día que no amaneció[1].
A Edgardo A. Pesante. In memoriam[2].

Y muy especialmente, haciendo propio su dolor crístico ante la pérdida temporal de su amada hija Elisabeth, al entrañable escritor argentino Norberto Pannone; con innegociable afecto admirativo…


El cielo estaba como enrejado, como oscuramente abovedado. Estaba en vilo. Esperando el cumplimiento de la maldita profecía aramea introducida en la cultura tolteca. Según ella, los signos emanados de La Estrella de la Mañana, aseguraban que el tiempo se había cumplido. Decían que vendría pronto la insidiosa Oscuridad y que el Día no volvería a amanecer. O el fin de las texturadas alboradas volcánicas. Aspiró entonces como un animal en celo el frescor nocturno, hilvanado en las, hasta ese instante y sólo por una brevedad casual, verdes praderas de hombres altos, magos, hechiceras, elfos, enanos, hobbits, orcos, unicornios, bestias indómitas, reptiles y saurios aterradores. Pero nada sabía de la existencia de El Revelador. Y Tolkien vagaría aún y por más de 150 millones de años, como un espíritu desconocido para su estrenada conciencia vital. Y si todo sucedía como estaba previsto, ¿dónde prendería y apagaría el esplendor de su fuego primordial?

Se había quedado quieto ante aquel lúgubre presagio que hacía tronar su doble fila de dientes y colmillos con un lacónico rumrum, mezcla de ansiedad y presentido estupor agónico. Y un llanto como de cenizas recién inauguradas, pareció enrojecer aún más su mirada ayer altiva y ahora rotundamente cabizbaja… El sol no se anunciaba. Tampoco el fulgor de algún extremo racimo de relámpago. La quietud de esa tarde noche, ausente del chillido de los pájaros sobrevolando el valle de la Gran Montaña, era un signo que jamás hubiera deseado escuchar. Quizás porque aquel velamen de pequeñas criaturas, era como una ronda diaria que anunciaba el comienzo y el final de cada jornada. Al igual que el enjambre de peces que, día tras día, hacían funcionar y desde un hábitat acuoso virginal -al compás de los vientos serranos-, el luminoso reloj de la existencia escondida en una miríada de especies latiendo, tic tac, desde el fondo Verdi azul de los lagos y de las crestas porosas de las lomadas de la comarca terrenal…

Y tardaba. Alguien, alguna vez, lo había anticipado. Anticipado que, El Vigilante, ya no tendría que tutelar a nadie más en la planetaria redondez de aquel cielo duramente encapotado. Un cielo abroquelado en cada una de sus moléculas, negando al Sol la complaciente alborada con la que, el cuchillo de luces perfiladas daba calor y vida a su primigenio mundo. ¿Salvaje? (…) De pronto, un detalle en el que extrañamente no había percatado, le hizo pensar que la Oscuridad había llegado. Ya. Ya. Y alzó vuelo. Fue como unos cincuenta formidables metros aquel desperezo de lagarto alado. Sólo unos kilómetros a la redonda y todo se confirmaba. Las fogatas en aldeas humanas e inhumanas, no aparecían por ningún rescoldo traspasado por su proverbial visión de ave prehistórica de caza. Sin embargo, El Vigilante, no se dio por vencido. Y atravesó como un rayo toda la superficie de su mundo cruelmente amenazado y rumbo a la extinción total.

La completa ausencia de luz solar había comenzado un proceso de descomposición orgánica y mineral, y el panorama en extensas áreas del planeta ya no era ni verde, ni marrón ni azul. Su aguda facultad visual y poderosa audición, fueron más que suficientes para describir, con extrema certeza, las condiciones alarmantes y sobrecogedoras con que la realidad visible e invisible del planeta se manifestaba… El color ocre comenzaba a dominar la escena y pintaba con una cándida pero lóbrega matiz mortuoria, hasta el más mínimo rescoldo de nichos de pichones hambrientos, de frondas y vegetales sedientos, y oasis de tierras fértiles disipadas áridamente en una nube rumorosa de polvo volátil y rocas desgranadas… Corrido el telón de lo inexorable, los ríos mostraban la barrosa sequedad de sus lechos anémicos. Y los mares y océanos, y los gélidos árticos comenzaban, desde una profundidad abismal, lavaporosa e imparable difuminación hacia lo Alto, mixturando sus aguas salobres con la opacidad creciente del cielo encadenado, abroquelado y renegrido, pero sin señales de tormenta alguna. Y tal condición crepuscular, inaudita y extraña, podía observarse como un fenómeno que había anulado finalmente hasta la espléndida belleza de las auroras boreales.

Con la desazón cargada sobre el ancho cuerpo, y el corazón protoplasmático de sangre fría latiendo de furia en su interior, con ondas asistemáticas y espumosas al borde de un estrepitoso infarto, El Vigilante regresó a la cima de la Gran Montaña. Afirmó con fuerza sus garras ciclópeas. Estaba solo…Alisó los dientes e hizo crujir los cónicos colmillos, agitó las alas laterales y estremeció su impenetrable piel gruesa y rugosa. Estaba solo. Solo. Era un Rey al que nadie podía ni deseaba destronar. Hinchó el hocico y abanicó sus cuernos y alas punzantes como las de un pterodáctilo. Solo. Completamente solo. Ni siquiera la corta visita a los huesos de sus antepasados, lo había consolado. Y peor todavía cuando se dio cuenta de que, su estirpe real, no tendría heredero alguno. Y si el mundo volviera a recobrarse millones de años después, su estampa única sería tal vez, o confundida con sus no muy lejanos primos, los saurópsidos dinosaurios, o tenida por una creación imaginaria de fantásticos narradores de cuentos para jóvenes y niños…

Pero antes de que viniera la Oscuridad y su agobiante silencio de muerte, tuvo tiempo para prepararse como el Insigne Caballero Alado que había sido, hasta ese desdichado destino de su sentenciado, egregio mundo material. Así, con elegante presteza, alzó el cuerpo de rasgos serpentinos elevando sus dos saúricas patas delanteras, y, acollarando el cuerpo junto a las traseras cuánto pudo, desplegó en tenaza sus curvas y filosas garras para otear, por última vez, el horizonte oculto por la celestial bóveda ominosa; y despidió, con hidalgo furor, una gruesa bocanada de fuego, girando sobre sí como las agujas de un reloj desconocido… Luego, enjuagó su lengua con saliva agria y lechosa, recogió su gigantesca cola de aletas escamadas con motas de color metálico y polimorfético, y cerró los ojos hinchados por un llanto demorado de siglos... Y si nada podía hacer por ese mundo agonizante, también su hora había llegado. Solo. Un brutal estremecimiento de su nervada masa muscular, hizo temblar a la Gran Montaña y su cadena de eslabones. Al cabo, y a gatas, como un pequeño pichón de tigre, Quatzalcoatl, el último, inteligente, bondadoso, sabio y bellísimo Dragón Dorado sobre la tierra, apagó el brillo de sus metálicas escamas y exhaló un último suspiro, y, con él, las fuerzas supremas que lo animaran…

Al instante, la Oscuridad llegó, como estaba escrito desde el Primer Principio, para hacerlo presa y sepultarlo finalmente junto a los suyos, cuando la Gran Montaña y la Sagrada Caverna donde habitara, en la cúspide soberana de un risco inaccesible, se desplomaran estrepitosamente sin más y sobre sí mismas,  en un tronar espantoso que nadie llegó a escuchar tras el segundo e histórico Apocalipsis evolutivo que, Alguien, había desatado ahora con la fuerza de un enorme, brutal meteorito que golpeó a La Tierra, originando el nuevo supercontinente Gondwana –sobre los restos geológicos de Rodinia, Pannotia y Pangea- descentrándola de su eje rotatorio y revirando a todo el Orden Existencial existente…

Concluía el calendario Jurásico de la historia Mesozoica. Estratigrafía futura mediante. Y ese Alguien comenzaría ahora a barajar y dar de nuevo, con las cartas de eones, eras, períodos y épocas, un interminable juego de naipes astrales llamado Solitario.-


©ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA






[1] ADRIÁN N. ESCUDERO – N. 1951 Santa Fe (La Capital), Argentina – Fecho: Punta del Este (Uruguay), 19-02-2020. T.a. 20-02-2020 – Integra el libro inédito DOCTOR DE MUNDOS II (Visiones Extrañas) - La Botica de Autor (Santa Fe, Argentina) – 2003/2020.-

[2] Nota: Homenaje al entrañable amigo y escritor santafesino Edgardo A. Pesante, quien publicara en 1975 y en virtud de su 45º Aniversario, el libro de cuentos “El día que no amaneció” (Librería y Editorial Colmegna S.A. – Santa Fe, Argentina – 1940/1999).-

TRES VECES, Teresinka Pereira, Ottawa, Canadá

Amor Amantes Romance - Imagen gratis en Pixabay


TRES VECES

     
Tres veces escribí
el poema en tu piel
y otra vez lo tatué
en tu lengua
para que lo sintieras
adentro de tu ser.

Pero al despertar seguías
preguntando por el amor.
Entonces tomé tu pulso y vi
que respirabas con dolor
en este espacio
entre mi boca y el alba
y supe que si te perdiera
yo dejaría de existir.

Te acaricié perdida en la luz
y sorprendida de mi misma
repetí mintiendo:
¡ te amo!


TRÊS VEZES
       
Três vezes escrevi o poema
em tua pele, e outra vez
o tatuei em tua língua
para que o sentisses
dentro de teu ser.

Mas ao despertar continuavas
perguntando pelo amor.
Então tomei teu pulso
e vi que respiravas com dor,
neste  espaço entre a minha boca
e a alvorada, e que se
te perdesse, eu deixaria de existir.

Acariciei-te perdida na luz
e surpreendida de mim mesma
repeti mentindo: eu te amo!

©TERESINKA PEREIRA, poeta y escritora brasileña
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


CRIMEN EN LA TORRE DE LOS INGLESES, Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina



















Foto: Daniel Jayo

CRIMEN EN LA TORRE DE LOS INGLESES 

Es medianoche. La ciudad retrocede
con pasos resignados, ceremoniosamente,
entre paredes húmedas y monumentos grises,
entre muelles y andenes y plazas cementadas…
y penetra en la torre.
Altas voces
le quitan las cobijas a la noche.
El reloj se detiene
y alguien cae
desde esa altura jactanciosa
que en unas pocas horas volverá a señalarnos el sol.

©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
de su libro “Entelequias”- poemas. Ed. Torres Agüero, Bs. As. 1994.


PÚRPURA, Antonio Las Heras, Buenos Aires, Argentina

Fondos de Pantalla Ríos Amaneceres y atardeceres Barcos Fotografía ...

PÚRPURA

Púrpura. Atardece, aquí, en el río.
Paleta de pintor que ha sufrido un extravío.
Urdimbres de un sorprendido respirar
anhelante por encontrar su Amor bravío.

Languidece la jornada. Es el ocaso.
Interrogantes expuestos al saber de las estrellas.
Angustias ofrecidas para esconder cobardías.
Vivir está reservado a quienes tienen heridas.

©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO ASESOR DE ASOLAPO ARGENTINA

CORONAVIRUS ¡Quédate en casa!, César Tamborini Duca, León, España

Una pandemia por el Covid-19 podrá acabar con la humanidad? (VÍDEO)



CORONAVIRUS ¡Quédate en casa!


La cuestión es la solidaridad. Estamos viviendo momentos excepcionales de mucha gravedad y es fundamental tener en cuenta esta situación para no caer en la tentación de buscar chivos expiatorios a través del enfrentamiento y la división con el aprovechamiento político que ello implica.
Debemos pensar que los gobernantes en sus respectivos países actúan conforme (o por lo menos con la intención) a la necesidad de poner freno a esta pandemia y debemos poner el hombro con nuestras actitudes solidarias, que en este momento puntual de la crisis consiste en cumplir a rajatabla con las medidas adoptadas (nos gusten o no), porque las mismas no están respaldadas por intenciones políticas, sino por el consejo de los expertos en epidemiología, virología, etc. Y por organismos competentes como la OMS (Organización Mundial de la Salud).
No vale entonces el aprovechamiento político de la situación para acarrear agua para su molino a través del enfrentamiento, cosa que pretendió hace pocos días atrás el líder de uno de los partidos de la oposición al gobierno español, siendo sus palabras puestas en tela de juicio por el discurso positivo de uno de sus subordinados; en este aspecto, hay que señalar que la actitud de los políticos españoles –salvo alguna excepción que siempre las hay- es ejemplar en su apoyo a las medidas del gobierno.
Hubo otro intento protagonizado por un famoso escritor achacando la culpa a China por el hecho de ser un país comunista (creo que él solo, con su actitud xenófoba, se desacredita), opinión escrita en un prestigioso periódico español. Personalmente creo que el trabajo realizado por China fue ejemplar, además de felicitar su solidaridad.
Mucho cuidado con las redes sociales, los bulos y las intenciones ocultas para fomentar divisiones: la semana pasada apareció en Facebook la frase del  dirigente de un partido opositor al que gobierna Argentina, dando su apoyo a las medidas tomadas para frenar la propagación del virus –lo cual es plausible y no debe ponerse en tela de juicio-; sin embargo la intención de los internautas que presentaron esa frase era, indudablemente, que se “cliqueara” me gusta o no me gusta (se desprende que con el intento de demostrar que las medidas no eran correctas). Desechemos todo lo perjudicial porque la situación es muy grave.
¿Y la solidaridad en el futuro? indudablemente se perderán muchísimos empleos, y una manera de paliar este descalabro social sería aceptar lo que propician muchos economistas: jornadas de trabajo de 4 días a la semana y reducción horaria para poder compartir puestos de trabajo, aunque el sueldo sea menor. Por supuesto serán necesarias otras medidas complementarias, como reducción en el coste de los servicios públicos (electricidad, telefonía, gas…), reparto equitativo de la presión impositiva, y un largo etc. que para eso están los expertos y no seré yo quien dicte cátedra a pesar de mi atrevimiento anterior, solo dictado por el sentido común.
Si todos viajaremos en el mismo carro ¿por qué unos quieren ir en el pescante, dejando que otros hagan el esfuerzo para tirar del mismo?

©CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA 


domingo, 22 de marzo de 2020

EL JUBILADO, Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina






















EL  JUBILADO

Fue  un  viento  de  vigilia  el  que  lo  trajo.
Quedó  varado  en  un  rincón  del  feca.
Le  habían  afanado  hasta  la  bronca,
lo  habían  revoleao...  y  salió  ceca.

Cómo  no  habría  de  quedar  pagando,
en  actitud  entre  siniestra  y  mansa,
si  después  de  yugar  toda  una  vida
acabó  por  morfarse  la  esperanza.

Ya  no  tiene  ilusiones  que  ponerse.
Su  fe  la  desinflaron  de  un  plumazo,
y  hoy  anda  con  lo  puesto,  su  esqueleto,
llevando  un  cacho  e’nada  bajo  el  brazo.

17 / 3 / 68

©LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

“El jubilado”, canta Edmundo Rivero con Orq. de Raúl Garello – (1971)

“El jubilado”, Orq. de Osvaldo Pugliese – Canta Abel Córdoba – (1972)



EL CUENTO QUE LA ABUELA NO CONTÓ, Eduardo José Borawski Chanes, Mar del Plata, Argentina


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EL CUENTO QUE LA ABUELA NO CONTÓ    
                  Mi abuela se llamaba Felicia. Quienes la conocían le decían “Doña Felicia”. Ella hacía honor a su nombre: era una mujer feliz.
Viuda, vivía en la misma casa de inquilinato que nosotros habitábamos. Era una típica vivienda de aquel entonces, con puerta de entrada y cancel, que contaba con una pieza y una sala con balcón-ventana a la calle, dependencias éstas muy bonitas, pero de alquiler más alto, al que no podíamos acceder. Seguía un patio, y a él daban varias habitaciones. Cada dos o tres piezas había una cocina. Una de esas piezas la ocupábamos mis padres y yo. La otra mi abuela, con la que compartíamos la cocina lindera a nuestro dormitorio.

Amaba a mi abuela, y sentía que ese sentimiento era recíproco. Yo gozaba de su sola presencia, que era la representación humana del cariño, de la atención, de la protección, de la alegría, con la dosis exacta de liberadora despreocupación. Desde mis primeros años de vida, ella acariciaba mis ensortijados cabellos rubios, en tanto nutría mi imaginación con sus propios recuerdos de infancia y mocedad.
Desfilaban por sus relatos remembranzas de la isla del Uruguay a la que llamaba “La Isla de las Ratas”, y donde había llegado al mundo. Su padre, mi bisabuelo, era el responsable administrativo de ese lugar utilizado a modo de aduana. Frente a sus costas los navíos cumplían la cuarentena, cuando ésta les era ordenada, previo al amarre en puertos orientales. Eran otros tiempos, me decía, otro clima, distintos entornos y circunstancias muy diferentes. Nació alrededor de 1880 en ese pedazo de tierra insular. El lugar, la familia y la sociedad de la época modelaron firmemente el espíritu de la niña y le proveyeron un inagotable anecdotario que, al transmitírmelo, me maravillaba. 
Cuando por las tardes jugábamos en la mesa de la cocina, yo esperaba  su  voz  y  los  mil  veces  repetidos  sucesos  que  recordaba.  Y allí, acodado, oía embelesado sus palabras. Me hablaba de la pesca de las corvinas, del tamaño de los ejemplares, y de la necesidad de los hombres de atarse a una roca para evitar ser arrastrados al clavarse los anzuelos en la boca de los peces.   Otro episodio  que  me  regaló era  el  del   hallazgo del  cadáver  del marino  inglés,  encontrado   en   la  playa   con  gran  cantidad  de  libras  esterlinas  en  sus bolsillos. Fue la primera vez que oí hablar de la moneda inglesa. Me contaba de los juegos con sus hermanas, y de las piedras y caracoles de la orilla. En esos momentos el agua golpeaba mis oídos, se incorporaba a mi alma, y yo estaba allí, con ella, corriendo descalzo a su lado. Sus relatos iban acompañados de gestos, de tiempos dilatados en algunos pasajes, y de acentos graves o agudos conforme el tema lo demandara.
Luego vendrían las maravillas de los balnearios (así los nombraba) de la orilla de enfrente del Río de la Plata.  Me invadía con los soles de Pocitos, de Carrasco, de Piriápolis. Pintaba las calles y avenidas de Montevideo y entonces surgía inevitable su carnaval: decía que duraba todo un mes y me hacía envidiar ese lugar donde la alegría organizada se prolongaba mucho más que en mi país. Contaba que había estrados levantados para exhibición de los disfrazados (de las “mascaritas”, como ella los nombraba) y que, ante la aparición de cada nuevo personaje, se disparaba una bomba de estruendo. De inmediato traía a mi mente el color de las comparsas, y los repiques de los tambores de los morenos.  Digo esto e instantáneamente surge el compás, y / baten cual parches / en mi cabeza/ los negros sones del Uruguay. Mi pensamiento es aún ritmo, el mismo que salía de la boca de la abuelita. Su cuerpo no necesitaba más que una insinuación de movimiento para darme a conocer el alma del Momo oriental.
Más tarde se alzaban las estrofas candomberas. Entonaba: “¿Neglito, quelés café? / No, polque me hache mal. / ¿Entonches lo qué quelés?/ ¡Caleta pa’l carnaval!” Era un canto que carecía de atisbo alguno de mofa, porque sólo aspiraba a constituirse en la representación exacta de lo que había vivido y del clima que, en su juventud, contribuyó a crear a su alrededor. Más tarde me daba la cuota exacta del terror que estremece y nutre a los niños con esa dosis de masoquismo que parecen demandar periódicamente. Brotaban así, naturalmente atemperadas, las andanzas y detención de un múltiple homicida de la época, un tal Santos Godino, más conocido como “El Petiso Orejudo”. 
Yo tenía varios juguetes, no obstante lo que más me deleitaba eran las historias que venían de labios de mi abuela.  Entre mis   posesiones había un librito con curiosas dimensiones: se trataba de una suerte de cubo de unos ocho centímetros de lado por cinco de alto, que contenía una aventura del Ratón Mickey y una particularidad muy usada en la época: en el borde superior de cada hoja se veía un pequeño cuadrado de un centímetro y medio de extremo a extremo. En esos espacios había dibujos del personaje del libro que, al deslizarse rápidamente, daban la sensación de movimiento como un verdadero dibujo animado de aquel entonces. Pero el tema central eran las aventuras y desventuras del Ratón -que en esa ocasión era un buscador de oro- y de su enemigo Pete Pata de Palo, un gordo malo que siempre agredía a mi héroe.  Muchas veces mi madre me lo había leído, pero ese atardecer, casi poniéndose el sol y en la cocina, deseaba que mi abuela repitiera -pero en esta ocasión con su voz- lo que yo, con mis cuatro años, conocía casi de memoria.
 Le alcancé el libro y le dije: “Abuela, ¿me lo contás?“  Lo tomó, lo dejó en la mesa y me ofreció una taza de leche. La rechacé e insistí con mi pedido. Varió sus ofrecimientos y persistí en mi capricho. Al rato alce el libro y se lo entregué por segunda vez reclamándole su lectura. Ella se dio vuelta y llevó algunos trastos hasta la pileta de la cocina. Implacable, mi insistencia infantil no cejaba.  Me preguntó si quería jugar a las escondidas, pero a mí no me conformaba. Entonces me miró unos segundos, tomó el libro, lo acarició y en su boca florecieron palabras que aún me siguen:
- No te puedo contar historias: yo no sé leer.
La miré, vi mucho brillo en unos ojos tristes, y me reproché la ignorancia de niño que desconocía que no todos los mayores saben leer. Me dije que no era posible que aquella que con sus relatos le daba alas a mis sueños, se reconociera incapaz de regalarme historias sólo porque algunas estaban presas en un libro para ambos inaccesible.
Despacito me acerqué a la abuela, alcé los brazos y me levantó. Nuestras lágrimas se confundieron, y su mejilla supo del beso más amoroso que un nieto podía dar.-

(©) EDUARDO JOSÉ BORAWSKI CHANES, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA