EL ARTE ES LA PAZ (Mensaje de Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023, por el Día Mundial del Teatro)
El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del
Teatro. Desde 1962 ha sido celebrado por los Centros ITI y sus miembros
cooperantes, profesionales del teatro, organizaciones teatrales, universidades
y amantes del teatro de todo el mundo. Este día es una celebración para
aquellos que pueden ver el valor e importancia del teatro como arte, y actúa
como un llamado de atención para los gobiernos, políticos e instituciones que
aún no han reconocido su valor para las personas y para el individuo, ni se han
dado cuenta de su potencial para el crecimiento económico. El autor del mensaje
de 2024 es el escritor y dramaturgo noruego Jon Fosse, ganador del Premio Nobel
de Literatura de 2023.
Yahaira Salazar, presidente del Centro ITI Venezuela
Cada persona es única y, al mismo tiempo, igual a
todas las demás. Nuestra apariencia visible y externa es diferente de la de los
demás, por supuesto, y eso está muy bien, pero también hay algo dentro de cada
uno de nosotros que pertenece sólo a esa persona, que es sólo esa persona.
Podemos llamarlo espíritu o alma. O podemos decidir no etiquetarlo con
palabras, dejarlo en paz.
Pero aunque todos somos distintos, también somos
iguales. Las personas de todas las partes del mundo somos fundamentalmente
similares, independientemente de la lengua que hablemos, de nuestro color de
piel o de pelo.
Esto puede ser algo paradójico: que seamos
completamente iguales y completamente diferentes al mismo tiempo. Puede que una
persona sea intrínsecamente paradójica, en nuestra unión de cuerpo y alma:
abarcamos tanto la existencia más terrenal y tangible como algo que trasciende
esos límites materiales y terrenales.
El arte, el buen arte, consigue a su maravillosa
manera combinar lo absolutamente único con lo universal. Nos permite entender
lo diferente, lo extranjero, como universal. Al hacerlo, rompe las fronteras
entre lenguas, regiones geográficas y países. Reúne no sólo las cualidades
individuales de cada uno, sino también, en otro sentido, las características
individuales de cada grupo de personas, por ejemplo, de cada nación.
Todo buen arte contiene
precisamente eso: algo ajeno, algo que no podemos comprender del todo y que,
sin embargo, al mismo tiempo comprendemos, en cierto modo.
El arte hace esto, no nivelando las diferencias y
haciendo que todo sea igual, sino, por el contrario, mostrándonos lo que es
diferente de nosotros, lo que es ajeno o extraño. Todo buen arte contiene
precisamente eso: algo ajeno, algo que no podemos comprender del todo y que,
sin embargo, al mismo tiempo comprendemos, en cierto modo. Contiene un
misterio, por así decirlo. Algo que nos fascina y, por tanto, nos empuja más
allá de nuestros límites y, al hacerlo, crea la trascendencia que todo arte
debe contener en sí mismo y a la que debe conducirnos.
No conozco mejor manera de unir los opuestos. Es
exactamente el planteamiento inverso al de los conflictos violentos que vemos
con demasiada frecuencia en el mundo, que se entregan a la tentación
destructiva de aniquilar todo lo ajeno, todo lo único y diferente, a menudo
utilizando los inventos más inhumanos que la tecnología ha puesto a nuestra
disposición. Hay terrorismo en el mundo. Hay guerra. Porque la gente también
tiene un lado animal, impulsado por el instinto de experimentar al otro, al
extranjero, como una amenaza para la propia existencia en lugar de como un
misterio fascinante.
Así es como desaparece la singularidad —las
diferencias que todos podemos ver—, dejando tras de sí una uniformidad
colectiva en la que cualquier cosa diferente es una amenaza que hay que
erradicar. Lo que se ve desde fuera como una diferencia, por ejemplo en la
religión o la ideología política, se convierte en algo que hay que derrotar y
destruir.
La guerra es la batalla contra lo que yace en lo
más profundo de todos nosotros: algo único. Y también es una batalla contra el
arte, contra lo que yace en lo más profundo de todo arte.
He hablado aquí del arte en general, no del teatro
ni de la dramaturgia en particular, pero es que, como he dicho, todo buen arte,
en el fondo, gira en torno a lo mismo: tomar lo absolutamente único, lo
absolutamente específico, y hacerlo universal. Unir lo particular con lo
universal expresándolo artísticamente: no eliminar su especificidad, sino
acentuarla, dejando que brille claramente lo ajeno y lo desconocido.
La guerra y el arte son opuestos, al igual que la
guerra y la paz. El arte es la paz.
YAHAIRA SALAZAR – Francia - Venezuela
Poeta,
dramaturga, actriz y directora teatral venezolano-francesa (El Tigre,
Anzoátegui). Reside en Francia. Ha hecho su carrera en Venezuela, Estados
Unidos, Cuba, México y Francia. En 1992 obtuvo el Premio de Honor Marco Antonio
Ettedgui. Impulsora del Festival de Teatro Venezolano en París, Festheve. Preside
el Nuevo Centro ITI Venezuela, dependiente del Instituto
Internacional de Teatro, ITI.
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