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sábado, 28 de julio de 2018

EXISTIR, Teresinka Pereira, Ottawa, USA

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EXISTIR
   
No quiero pensar.
Quiero dejar la vida
fluir
sin la conciencia
del aire que respiro.
Quiero ser un poema
no escrito, no soñado
o ser los ojos
que me pueden ver
sin sentir esta náusea
diluida en verso.
Después vengan a decirme
¡para qué me han forzado
a existir!

.........................

TO EXIST

I don't want to think.
I like to leave life
to flow
without conscience
of the air I breeze.
I want to be a poem
not written nor dreamed
or to be the eyes
that see me without
feeling this nausea
diluted in verse.
Then you will tell me
why you made me
to exist!


©TERESINKA PEREIRA, poeta y escritora brasileña
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA




LA NIEVE, Jerónimo Castillo, San luis, Argentina

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Imagen de: passauer-land.de



XXI CENTURY WORLD LITERATURE
(An International anthology of poetry and fiction)
XXI Century World Literature : 1 X

ARGENTINA


Jerónimo Castillo- Argentine Poet/writer. He was born in Lujan de Cuyo (Mendoza) Argentina, on 30 September 1943. He has won first Provincial Departmental Poetry Award 1975 and Guaymallén-Mendoza (Icthios Group); the first “Day of Tradition” Award (poetry, 1976) Intellectuals Circle Women Mendoza and Circle of Poets (Mendoza branch), and the first National Book Award organized by the Directorate for Assistance to the Aged and Disability ( Mendoza, 1993). He has published books of sonnets Gantry (1975) and American Testimony (1989), the Minotaur (1994), Heart of puma (1997), wild Neighbourhood (2001), Horcón poems (2001), Anthology of wine (2004) and Anthology Love (2004).

XXI Century World Literature : 205

SNOW

Eternal in the domains of height,
sometimes arrive to the plain
melting in the hollow of my hand
troubles with your escape my tenderness.
Your presence tells me that Natura
belies the beauty of summer,
when he painted with sovereign dye
sky and brushes your whiteness.
Those who yearn for your beneficent sap
you will see your buds with joy
hoping to show off with the dawn.
I, I think sleep inside your lullabies,
I shall dream about the sound page
although only vibrate your own murmurs.

XXI Century World Literature : 20 

    LA NIEVE

Eterna en los dominios de tu altura,
llegas en ocasiones hasta el llano.
Fundiéndote en el hueco de mi mano
angustias con tu fuga mi ternura.

Tu presencia me dice que Natura
desdice la belleza del verano,
cuando pinta con tinte sobrehumano
y pinceles de cielo tu blancura.

Los que anhelan tu savia bienhechora
verán con alegría tus capullos
esperando lucirte con la aurora.

Yo, que pienso dormirme a tus arrullos,
soñaré con la página sonora,
aunque vibren tan sólo tus murmullos.

©JERÓNIMO CASTILLO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


SOBRE MI VESTIDO BLANCO, Clara Lecuona Varela, La Habana, Cuba

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Paseos por la Habana .com | Guía de Viajes de La Habana, Cuba
Memorial a José Martí en la Plaza de la Revolución




SOBRE MI VESTIDO BLANCO

Tengo un oso de peluche.
el peluche resulta dañino a mi salud.

Aun así duermo con él algunas noches.
En la mañana estornudo.

Un estornudo puede ser un recuerdo.
A veces regalo mis recuerdos.
Nada varía solo el hecho irrefutable 
de las hojas que se dispersan sobre mí,
mientras atravieso el parque.

El parque donde Martí
indica con gesto admonitorio

Siento pena de las estatuas.
tan solas.
tan llenas de palomas y mierda.

La mierda también resulta dañina a mi salud.
Digamos entonces que soy alérgica
regalo estornudos
y recuerdos.
Excepto para  Martí
para su dedo que indica,
que todo me dice.
Como nada dicen estas palabras.
Ni las calles de Memphis por donde transita algún conocido
Ni Vancouver de los santos y fríos recuerdos
Ni los aires de Bajamar en invierno.
Esos mismos aires
que hacen un remolino mientras transito
escuchando música,
atravesando el parque
entre hojas que caen de los árboles.

Las hojas me rozan el rostro.
Se enredan entre mis piernas.
Sobre el cabello se extienden.
Caen sobre mi vestido blanco
como en esas películas románticas
que todos adoran 
y buscan con ilusión.
Porque saben no son ciertas.
Aunque lo parezcan.

©Clara Lecuona Varela, poeta y escritora cubana
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA




"PRINCIPIO Y FIN", Obra de Yolanda Elsa Solís Molina (NALÓ), Barcelona, España



"PRINCIPIO Y FIN"

Yolanda Elsa Solís Molina, NALÓ

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

“EL CANDIL” , Ángel Medina, Málaga, España






















“EL CANDIL” 
                                                                                                      
Siempre he admirado la figura de Diógenes de Sinope por varias razones: no sentirse atado a nada ni a nadie y la capacidad de sintetizar su pensamiento.  Un sabio sencillo y profundo del que se cuentan dos anécdotas que esbozan su `personalidad. Una, la respuesta que dio a Alejandro el Magno cuando fue a visitarle y le encontró calentándose dentro de un tonel. El rey le preguntó qué podía hacer por él, respondiéndole: “Quitarte de en medio para poder disfrutar del sol”. Otra, cuando anduvo por el Ágora, centro de la vida social ateniense, portando un candil a plena luz del día. Y, demandándosele por su extraña actitud, respondió: “Estoy buscando a un hombre”.  
El ruido del mundo y los propios nos impiden conocernos, y quien no se conoce acaba siendo un extraño para sí mismo. La vida es breve, y nosotros, que debemos vivirnos somos vividos la mayor de las veces por un nihilismo que no ofrece salidas, haciéndonos desconfiar sumidos en un vacío existencial.
Un hombre es su pensamiento. Y éste fruto de aquello que motiva su existencia. Animado por el personaje decidí hacer una prueba singular.
Con la lámpara imaginaria entre mis manos salí decidido a buscarlo y marché a un gran hospital, abordando al primer matasanos con el que me topé.
¿Qué hace usted aquí, doctora?
 Reparo personas para que puedan vivir.
¿Vivir para qué?
La vida es el proscenio del ocaso.
¿Y por qué muere?
Porque cae el telón que pone fin a la tragedia.
¿Sabe para qué nacemos?
Para morir. Y punto.
Viendo que la conversación se había convertido en un círculo sin salida, decidí darla por concluida. Una vez fuera dirigí mis pasos hacia la Penitenciaria del Estado y pregunté por el ajusticiador, reabriendo mi formulario mental.
¿Qué es lo que hace usted, señor verdugo?
Lo que nadie quiere.
¿Y por qué tiene que hacerlo?
De algo tengo que vivir.
¿Para qué vive?
Se me ha impuesto. Yo no lo pedí.
Su oficio ha debido familiarizarle con la muerte. ¿Sabe para qué se muere?
El polvo ha de volver a la tierra.
¿Y para qué ha nacido?
Para morir. Sólo para eso.
Como el sayón tampoco me había satisfecho con sus respuestas busqué alguien nuevo al que interviuvar, encontrando a un filósofo de reputado conocimiento, que me recibió en su biblioteca, en la que no faltaba algún que otro incunable.
¿A qué se dedica usted, señor intelectual?
A la reflexión.
¿Y por qué es usted pensador?
Alguien tiene que influir en los demás, y de algo he de vivir.
¿Podría explicarme para qué vive?
Pura inercia, porque al final todo acaba.
¿Sabría ilustrarme por qué razón se muere?
Somos como unas lucecita que se enciende en el Cosmos y súbitamente se desvanece. Sin más. Pura nada.
Entonces… ¿para qué ha nacido?
¿Qué es la vida sino un aborto de la muerte?
Me sentí profundamente desilusionado. Aquel insigne iluminador de ideas no me había respondido, y como las veces anteriores todo comenzaba para terminar mordiéndose la cola. ¿Es el hombre tan sólo una pasión inútil?
En el camino me topé con un manicomio, y desconociendo la razón accedí al interior. Allí se encontraban los desheredados de la tierra. Los que estorban y son apartados por la sociedad. Los leprosos de la mente, donde se recluye a los que posiblemente poseen una cordura distinta a la locura de los demás. Tras observar a mí alrededor, me acerqué a uno de ellos, espetándole:
¿Qué hace usted aquí, señor lunático?
Pasar los días. Es todo lo que puedo hacer.
¿Y por qué está en este lugar?
Me trajeron a la fuerza. Eso trae ir contra corrientes. Quien no sigue las pautas marcadas se constituye en una afrenta para el mundo.
¿Para qué vive usted?
La vida es la antesala de la tumba.
¿Por qué habla de muerte?
Es la otra cara de la vida. Un puente. Debemos entender la conexión entre ambas.
Al llegar a este punto – que confieso no esperaba de alguien del que se dice está enajenado – sentí un escalofrío que me animó a preguntarle:
¿Sabría darme alguna razón por la que ha nacido?
El hombre me miró con los ojos tiernos y húmedos. Luego, añadió:
He nacido para ser yo, pero no me han dejado.
¿Tendría la bondad de explicarse?
Los hombres no quieren hacerse preguntas embarazosas o de difícil explicación, cuando menos comprometidas. La sociedad desea vivir instalada en una nube plácida que no le complique la existencia. El Poder domina los medios y constantemente pretende adormecer nuestras conciencias bombardeándolas con lo intrascendente y opiáceo para así vendernos el consumismo material e ideologizarnos. La sociedad necesita hombres sumisos, borreguiles y que no piensen. Privarles del alma para inculcarles la materialidad.
Escuchándole, me preguntaba si sería necesaria la vesanía para obtener la respuesta más allá de la sensatez.
¿No consiste la evolución en un devenir? El hombre ha de concluir su propia evolución y ésta pasa por una ética personal y colectiva, que requiere enfrentarse con el mundo. Quien se oponga lo pagará perdiendo el don de la libertad. Ahora, ya conoce usted por qué estoy aquí.
Cuando abandoné el centro de internamiento tenía dos cosas meridianamente iluminadas por mi linterna. Una, la que me había contado el supuesto desequilibrado: quién se opone al sistema corre el riesgo de acabar devorado por él. La otra, la coincidencia de sus palabras con mis ideas. Pero, a la vista de lo visto, sería prudente no expresarlas públicamente, porque, como a él o al propio Diógenes me podrían igualmente tener por loco.

©ÁNGEL MEDINA, poeta y escritor español
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

CUBIERTO EL SENDERO, Antonio Las Heras, Buenos Aires, Argentina


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CUBIERTO EL SENDERO

Cubierto el sendero imaginado
la espesa neblina de la duda
acrecienta con su vigor el miedo
El pánico anula todo movimiento.

La desdicha del alma no aparece
visible, en el rostro que es la máscara
de rígida alegría, aparente, pues
el dolor se desgaja de a migajas.

No habrá, ya, ilusión, sueño o fantasía
para modificar la inmóvil situación
en el amanecer y final de cada día.
Aún no comprendió… está muerto en vida.

Colonia del Sacramento (Uruguay), 29 de setiembre de 2016


©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA


LOS TRASTERRADOS, Carlos Penelas, Buenos Aires, Argentina

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Imagen de: Federación de Asociaciones Gallegas



LOS TRASTERRADOS

a Pedro Penelas y Tomas Abad, mis abuelos


No preguntaron nada.
Vinieron en los barcos del hambre y la tristeza,
traían calderos, baúles, rezos.
Viajaron desde el bosque sobre el mar de la noche.
Campesinos absortos, insurrectos.
Eran hijos de viejos labradores,
de fraguas y neblinas,
de encinas que engendraron los dioses del destierro.
Cantaban en secreto un idioma de lluvias.
Venían con los ojos desplomados del alba,
con los oleos antiguos de los templos,
con las voces desnudas.
Sin capa, sin espada, sin gloria.
Llevaban la ceniza en pobres escudillas,
el luto por herencia, el olor de los huertos.
Y lunas que bordaron mujeres encorvadas
o señales intactas en perdidas aldeas.
Traían chaquetones, mantillas, linos, panas.
Recordaban las piedras de montes con olivos,
la brisa de los aparecidos,
el hechizo de las llamas en la piedad del lecho.
La cripta, el olor del mirto, la madera.
No preguntaron nada.
Abrían las ventanas, lavaban las cocinas,
renovaban coraje en sus fotografías.
No sabían escribir ni leer ni mentir.
Eran de un linaje misterioso, de un perfil delicado.
Ofrendaban soledad, inocencia, belleza.
No conocían museos ni héroes.
No sabían de libros, de patrias, de banderas.
Protegían sus santos con ajos y albahaca.
Se ocupaban de las cosas comunes:
del trabajo, del pan, de los hijos.
No expresaron fatiga ni dolor. Morían en silencio.
Llevaban en la sangre
el honor, la palabra, la brisca.
Bebían vino tinto. No reclamaron nada.
Caminaban el tiempo de otro tiempo.
Supieron comprobar lo efímero en miradas sagradas.
Fueron los reyes de mi infancia.
Sin mármoles ni bronces ni castillos.

Hoy evoco sus nombres, sus memorias, sus sueños.
No preguntaron nada. No pregunto nada. Camino.

©CARLOS PENELAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA