UN TAL JACINTO PENELAS
Lector: perdóname; yo soy un pobre hombre que, en los ratos de vanidad,
quiere aparentar que sabe algo, pero que en realidad no sabe nada. Azorín
Uno
de los libros bellísimos que leí a los dieciocho años fue Cartas de
mujeres. Había sido escrito en 1893. Poco tiempo después releo Los
intereses creados, ya con otra mirada. Mi padre solía hablar de La
malquerida. Con los años descubrí artículos periodísticos y numerosos
pensamientos. Mi padre admiraba a don Jacinto Benavente, de él hablamos, caro
lector. Le interesaba el conocimiento del idioma, las críticas hábiles y
mordaces sobre el mal uso del idioma, la alteración de la sintaxis y
lexicografía. En síntesis: su intelecto semántico. Veía en él al crítico
implacable de una sociedad y al analista sutil de esa sociedad. Admiraba el
oficio teatral aunque coincidía con Pérez Ayala al afirmar que su obra "se
estancó en un canon naturalista cuando esa etapa ya estaba superada". Eso
mismo pude advertir en el Profesorado en Letras al descubrir la opinión de
Torrente Ballester.
Su
vida tuvo momentos interesantes dentro de una España clerical y reaccionaria.
Homosexual no declarado, siempre ocultó esta situación. El Frente Popular lo
homenajeó repetidas veces durante la Guerra Civil, tanto en Madrid como en
Valencia. Una vez terminada la guerra se podían representar sus obras pero
estaba prohibido el nombre del autor. Se decía por ejemplo: "el autor de La
malquerida". En la década del 40 fue censurado por la dictadura
de Franco por su condición homosexual. En 1947 estuvo presente en una
manifestación pro-franquista. El régimen le levantó la censura y se lo denominó
"nuestro preclaro autor teatral", "nuestro gran Premio
Nobel". Recordemos que lo obtuvo en 1922.
Fue
conocedor de la obra de Ibsen y Shaw, de Oscar Wilde. Fue traductor de
Shakespeare. Al principio golpeó sobre las clases aristocráticas y acomodadas,
luego fue suavizando sus dardos hasta casi desvanecerse. En su teatro vemos una
combinación de la commedia dell arte con otros que provienen
del teatro clásico español. En su obra hay un escéptico que desconfía de la
naturaleza humana y de la sociedad en su conjunto. En esta visualiza una
hipocresía frívola que por momentos se transforma en cruel. Su teatro se burla
de la clase adinerada y vacía, del aburrimiento y de la frivolidad de esos
caballeros, pero en el fondo carece de grandes conflictos y termina siendo el
autor preferido por la burguesía. "Yo quiero el arte libre de toda
creencia sectaria", dijo.
Unamuno,
Antonio Machado, Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín, Juan Ramón Jiménez,
Benavente, llevaron el lenguaje literario español a una dimensión enorme de la
literatura universal. Es la generación del 98.
Si
bien su teatro fue envejeciendo alarmantemente, nos quedan obras
significativas, pensamientos, búsquedas estéticas de una época. En Argentina su
teatro causó furor.
Mi
padre me contaba una anécdota de cuando don Jacinto Benavente regresó a España.
Antes de partir del puerto de Buenos Aires un periodista le preguntó sobre la
idiosincrasia de los argentinos. A punto de zarpar respondió: "Armen la
única palabra posible con las letras que componen la palabra argentinos".
Si
hubiera sido por don Manuel me hubiera llamado Jacinto, Jacinto Penelas . Por
varias razones. (Ya la imaginación corre desvariada. La diversidad y la
oposición del lenguaje, la noción del tiempo y la del espacio.) Los libertarios
ponían nombres emblemáticos: Aurora, Libertad, Armonía, Ariel, Liber. O de la
naturaleza: Floreal, Rocío, Pradeal. Y de ciertos autores que admiraban. Mi
madre, según la leyenda familiar, se negó. Por eso Carlos Tomás. Carloncho,
para los íntimos.
©CARLOS PENELAS, poeta y escritor
argentino
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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