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La vida es tensión y distensión. Ponga en su
vida una tragedia de Esquilo, Eurípides o Sófocles y le sobrevendrá la
extenuación. Para descargarla, introduzca en ella alguna comedia de Aristófanes
y relajará el ánimo. Es necesario recurrir al estrambote de la parodia. Decir
verdades a modo de esperpentos. Y en esa estamos.
Junto al gran diablo estaban Mamón, el rey de
la avaricia y la riqueza. Aquel que hizo que todo cuanto tocara un hombre se
convirtiese en vanidad áurea, condenándolo así a la muerte por inanición.
Asmodeo, que mataba a los maridos de Sara para que no consumasen el matrimonio,
deseándola para sí. Amón, terrible criatura del mal, quien era temido hasta por
sus congéneres infernales. Belcebú, de colosal aspecto, henchido por su
desenfrenado yantar, hasta el punto de resultar más fácil saltarlo que rodearlo.
Leviatán, cuyo rostro siempre mantenía el rictus de la tristeza, celoso,
incluso, del éxito de sus compañeros en la incitación. El último de todos era
Belfegor, sustentador de la abulia que recae primordialmente en el desinterés
por hacerse cargo cada uno de sus necesidades, cediendo el esfuerzo a la
desgana y a que los otros hagan lo que por error u omisión quedó sin hacerse.
“Cogito ergo sum”- le saludó de esta guisa,
conociendo sus razonamientos- Existes, porque piensas. Pero, ¿adónde te lleva
la existencia de tu pensamiento? ¿Sabes acaso la razón de haber sido traído a
este mundo caótico?
Apenas fui creado, dejé de pertenecerle. Soy mi consciencia de ser. Para mí, la
existencia se reduce a mi yo.
¡Ah, altivez, primera respuesta de las
criaturas a los dioses! Hija de la soberbia, a cuyo abrigo se halla el hombre
sumido en la ignorancia más capital.
Mamón se acercó a un individuo que amaba
inmensamente la riqueza.
¡Venda! ¡Compre! –gritaba como un poseso en
tanto colgaba y descolgaba teléfonos.
¿Qué es más importante para ti, la vida o el
dinero?
Mi vida, pues si no la tengo nada poseeré-
arguyó convencido.
¿La vida de los otros o la riqueza?
¡La fortuna! - asomó el brillo en sus ojillos
picarones.
Te convertiré en un nuevo Midas. Sellemos el
pacto.
Tres hijas tenían el provecto, a las que amaba
como el jardinero a su rosal. La primera regentaba unos grandes almacenes. La
segunda una empresa de empréstitos y la tercera era experta en inversiones. De
repente, las ventas se dispararon en el negocio de la rosa blanca. La rosa
achampanada bajó los intereses y aumentaron los préstamos. La rosa rosa apostó
a una única inversión en la bolsa y consiguió una gran fortuna. Pero, al poco
tiempo, el coche en el que viajaban las tres sufrió un accidente y se
marchitaron las flores. Y, sintiéndose culpable, recordando la conversación con
el luciferino, se pegó un tiro.
¡Cuántas desgracias has traído a los mortales,
oh, codicia! Por ti mata el hombre a los prójimos y a los próximos. No te
tienen a ti; eres tú quien los posees a ellos. Y al final, ¿para qué?
¡Ansío perpetuar este momento y no despertar
nunca! –exclamó en medio de aquel torbellino infernal.
¡Sea como tú quieres!
¡Concupiscencia bendita o maldita, según en el
orden en que te sitúes, refugio de los desórdenes del espíritu, capaz de
separar la persona de la carne!
La vanidad ciega, el enaltecimiento de la
razón pueden seducir el ego, y agrandándose como un globo hinchado, llegado al
límite, reventar. ¡Chispa que enciende la terrible hoguera de la violencia,
destrucción y muerte que ha mordido a la Historia desde el primer crimen cainita!
¡Tened compasión de mí! – Gritaba - ¡Dadme un
poco de agua para apagar mi sed!
Aquel grito se desvaneció con el eco. Ninguno
de los menesterosos, que poco antes le imploraban las migajas respondieron a su
llamada, y sus convidados pasaban de él. Entonces, se percibió una voz
inubicable.
No es posible, hijo. La distancia que nos
separa es infinita.
Al menos haz entender a los que disfrutaban de
mi mesa, para que no vengan adónde yo he sido llevado. Que no los ignoren.
Eso siquiera es factible. Si se desentienden
de su conciencia, tampoco creerán a nadie. La vida es la prueba para descender
hasta donde tú estás ahora o ascender donde estarán los que vosotros
despreciáis.
El tentador se frotaba las manos, al tiempo
que sus carrillos se movían incesantemente mientras masticaba un muslo de
carne. Aquel pecado prometía mucho mientras hubiera pobres. ¿Quién sería el
siguiente de los epulones?
¡Oh! capitalismo versus comunismo. Nula
solución del tan viejo problema de la humanidad. Compasión y egoísmos. Yo o
nosotros.
El luciferino quedó desconcertado. “¿De qué
puedo tener envidia de este hombre, sino de su caridad consigo mismo?
Imposible, pues, alegrarme de su infelicidad, pues es dichoso. Tampoco puedo
desear para mí su esperanza, pues habría de renunciar a ser diablo”. Y,
meditándolo, se marchó del lugar con el rabo entre las piernas, envidiando la
envidia.
¿Qué ronda por tu cabeza?
Nada. No necesito complicarme con el mundo de
las ideas.
Más adelante, se encontró con un campesino de
piel rugosa, curtida bajo el sol del terruño.
¿Razonas?
¡No! Todo está predeterminado. No tengo tiempo
para pensar. Sólo, el duro trabajo de sobrevivir.
Dejándolo sumido en su futilidad, se dirigió a un medio de comunicación de masas.
¿A qué se dedican ustedes?
Somos el pensamiento de los demás. Nuestro
lema es:” No piense; nosotros ya lo hacemos por usted”. Y cuando es necesario, le desinformamos. Así,
dominamos sus mentes y obedecen a nuestros intereses, o al de los amos que nos
pagan por ello.
EPÍLOGO. El Gran Satán decidió alterar el
orden de las tentaciones. La soberbia, pecado original, habría de ceder el
primer lugar a la pereza. Para el hombre actual, la desgana no era por la
realización de las cosas, sino el desinterés por sí mismo, inhibiendo la mente
para buscar respuestas que desafían su deseo de ser hombre ante la animalidad
que bloquea las preguntas cruciales a las que debe afrontar.
¿Quién soy yo?
¿Cómo debo actuar?
¿Qué he de esperar?
Confianza versus reduccionismo.
©ÁNGEL
MEDINA, poeta y escritor español
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Página autor:
https://www.facebook.com/novelapoesiayensayo/
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