Presencia de Walt Whitman
“…Vago e invito a
vagar a mi alma. Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra para ver cómo
crece la hierba del estío…” W. Whitman
Comencé
a leer su poesía a los dieciséis años. Fue Canto a mí mismo en
una edición de Losada. La traducción era de León Felipe, una traducción
magistral. A lo largo de los años descubrí lo sagrado del cuerpo humano, el
gozo de los cuerpos, la negación a los predicadores. Para León Felipe estos
versos representan el momento más
luminoso del poeta. En él están contenidos su doctrina y su mensaje y, de
alguna manera, su autobiografía, aunque luego matiza afirmando que los grandes
poetas no tienen biografía, tienen destino.
A partir de ese momento continué leyendo y
releyendo su obra. El deslumbramiento hizo en esos años que descreyera de
cualquier otro autor. Leí biografías, críticas, diferentes traducciones. Ahora
observo un libro que está apoyado sobre un atril al costado de la biblioteca.
Es la versión de Hojas de Hierba con traducción de Jorge Luis
Borges e ilustraciones de Antonio Berni. Una edición en rama; Juárez Editor,
1969. En el estudio crítico dice Borges: “Innumerables son los que han imitado,
con éxito diverso, la entonación de Whitman: Sandbourg, Lee Masters,
Maiakovski, Neruda…Nadie, salvo el autor del inextricable y ciertamente
ilegible Finnegans Wake, ha vuelto a acometer la creación de un personaje
múltiple. Whitman, insisto, es el modesto hombre que fue desde 1819 hasta 1892
y el que hubiera querido ser y no acabó de ser y también cada uno de nosotros y
de quienes poblarán el planeta”.
Luis Franco fue quien me introdujo definitivamente
en su obra. Comentándola, leyéndola, descubriendo su tejido, su vida, su
respiración. Él me obsequió – retiró el ejemplar único de su biblioteca - la
exquisita biografía de Henry Sidel Canby. Franco también me regaló Perspectivas
democráticas, un ejemplar poco reconocido del poeta. Tal vez la obra en
prosa más importante del autor, escrito en plena Guerra de Secesión, donde
Whitman ejerció de voluntario y enfermero. No olvidemos que el célebre poeta
catamarqueño escribió un libro inolvidable sobre la vida y la poética de
Whitman. En El arco y la lira, Octavio Paz afirma que
“la poesía de Walt Whitman es como la sístole y la diástole de un pecho
poderoso”.
La visión de Whitman rompe los cánones de la forma poética y es
generalmente cercano a la prosa. Utilizó imágenes y símbolos inusuales en
poesía. También escribía abiertamente sobre la muerte y la sexualidad,
incluyendo la prostitución. Whitman sentenció en el prefacio de 1855 de Hojas
de hierba: “La prueba de un poeta es que su país lo absorba
sentimentalmente de la misma forma que él absorbió a su país”.
La figura de este poeta inmenso va de la mano con hombres que fueron
arquetipos de una nación, de una conducta, de una ética: Ralph Waldo Emerson,
Abraham Lincoln, Henry David Thoreau y Herman Melville. Ellos representan un
ideal, una fuerza cósmica, una mirada total del ser. Dijo
Whitman: “Me he dado cuenta
de que me basta estar con los que uno quiere, me basta demorarme al atardecer
con aquellos que quiero, me basta sentir la hermosa carne, la carne que es
curiosa, que respira y que ama”.
Tal vez unas líneas nos hacen comprender una época
y un destino. En una carta de
Henry David Thoreau a Ralph W. Emerson, otros dos trascendentalistas, leemos: “La
muerte es hermosa cuando se la ve como una ley y no como un
accidente”. Esa es la ley natural, que entre otras cosas, nos enseña
Whitman. Su vida revive en su obra y nos hace sentir su universo al mismo
tiempo que nos enseña ver, gozar, soñar junto a su vivencia. Su poética nos
conmueve y transporta, es un autor clásico. “Un clásico es un libro que
nunca termina de decir lo que tiene que decir”, aprendimos
de Italo Calvino.
“Ese lenguaje ha parecido lascivo a los que son
incapaces de entender su grandeza” (José Martí, 1887) “…cuya
voz empieza a resonar por todas partes porque él es hoy el
primer poeta del mundo, y ama a la humanidad con amor inmenso…” (Rubén
Darío, 1888) “Sólo Nietzsche en algunas páginas alcanza su
magnitud y vuelo lírico…” (Armando Vasseur, 1912) “Whitman,
el único que abrió camino. Whitman, el único pionero. Y solamente
Whitman. Ningún poeta inglés, ningún francés. Ningún europeo.” (D.H.Lawence, 1923)
“…este poeta del amor, de la fe y de la rebeldía”. (León
Felipe, 1941) “Son la inocencia y la magnificencia de un
mundo nuevo donde las cosas aparecen en su rudeza o en su gracia inmaculada,
maravilla de la humanidad…” (Luis Franco, 1945) “Los
tres padres fundadores de la poesía moderna son Baudelaire, Gerard Manley
Hopkins y Walt Whitman. El verdadero inaugurador fue Walt Whitman” (Erich
Kahler, 1957)
Su poética es moderna, cree en lo fragmentario como
en el todo, es cosmopolita, es ecologista y bucea en lo tecnológico. Nos
habla “de los países contemporáneos”, del musgo y de los animales, de los
barcos de vapor y las redes telegráficas. Atacó la esclavitud y defendió la
igualdad. Su obra nos interroga permanentemente. Como manifiesta el poeta
Eduardo Moga (1962) – traductor de Hojas de Hierba - “Whitman abre su léxico al lenguaje arcaico y
al técnico, a los barbarismos y a lo coloquial, y también a las malas palabras,
sin miedo al excremento ni al sexo ni a la basura ni al semen”.
No sería erróneo afirmar que es un poeta homérico,
convoca al lector a ensalzar la conciencia del vivir. Es el primer poeta de la
democracia norteamericana, sueña con una América que se hizo a sí misma con un
espíritu torrencial, auténticamente emblemático y liberal. Su relectura nos lo
muestra contemporáneo; el verso libre respira desde su yo trascendente.
La trayectoria de Whitman representa lo vital, la
vida que se expande y nos expande, la libertad, la libertad interior; es un
abismo pero también es la expresión del vivir, de la alegría. De la
insubordinación, de la fraternidad. Su poesía, su voz, nos dice de la libertad
política y del erotismo, de un erotismo universal que nos muestra el don del
misterio y de la pasión. Es un hombre que habla de la felicidad, de la
necesidad de ser felices. Su canto nos libera de la religión, de la política,
de los dogmas y de la hipocresía de una sociedad. Whitman es un hombre libre y empuja
a buscar en cada uno de nosotros esa libertad, ese principio que nos hace
únicos en el universo. Señala la infinitud, el sentimiento; deja un legado
inagotable a partir de su mito, de su utopía. Su voz provocadora es libertaria,
como libertario es su tensión sexual.
Buenos Aires, 1 de julio de 2020
©CARLOS PENELAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario