LA CORONA DEL MAL
A Ray Douglas Bradbury, en
honor a su (turbador) libro “La Feria de
las Tinieblas”…
Con preciso, acertado phatos, aparece
oscureciendo el albor del horizonte, Millenium…
El orden sería restablecido.
Millenium, hijo indómito de una virulenta
orgía lesbiana de Las Furias (de las Tres Erinias, de las Euménides),
carceleras y justicieras frutos de la sangre testicular de Urano mutilado por
Cronos, que contaminara en el Principio de La Luz a aquella espléndida,
estrellada Noche de Gea, y dadas luego al castigo de los impunes, como diestras
criaturas en el manejo del látigo de cuero cual daga vindicante. Un anillo de
bronce estampaba la frente de los condenados azuzados a la discordia errante
por Megera, y perseguidos luego tanto por el ardor vengativo de Tisifone y la
incansable represión, hasta la locura por Alecto, de los corruptos mortales
herederos sin más del Inframundo. Como
un siniestro anticipo de lo que les esperaba en el Averno…
Millenium, descendiente directo del linaje
de las Tres Terribles -la daga invisible de Hades- luce gozoso, voraz. Magnífico.
Aterrador. Tiene el paso firme y
pausado de un tigre estepario. La cabeza de perro de sus madres, ha mutado… Sin
embargo, ha conservado –replegadas- sus alas de vampiro y reemplazado, en su
cabeza las serpientes de Medusa, por un genoma y ornamento esponjoso y florido
en rosa no precisamente hecho de laureles…
… Y que ahora surge de entre el bosque
apartado del valle del Mundo, derrapado por la todopoderosa, omnisciente y
omnipresente presencia de lo imprevisto. De lo mal imprevisto. De lo no
previsto. De lo siniestro… Viene como enancado sobre flores y espinas, sobre
cielos y tierras, desarticulando esferas y revirando planos. Y el Caos reina a
su paso. Ínterin, el buen Dios creador se ha sumido en un sueño de ira, que
finalmente –oran los templos del Mundo- trastocará en pascual misericordia
paterna, filial y redentora.
Mas, hasta entonces…
Millenium… La vista fija en el objetivo y no
habrá máscaras, alcoholes o confinamientos sanitarios que lo detengan o sean
obstáculo alguno para el festín que supone aquella atractiva ambrosía que se
presenta ante sus ojos rojos de ira contra ellos, los desagradecidos, los
arrojados del Edén, los humanos…
Milleniun es el vengador. Y la Corona del
Mal se planta en su cabeza torva con los erizos de un veneno mortal. Terrible.
Millenium es el guardián y espada del
Enemigo del Hombre. Presto a cumplir con el desgarro profundo de la tela humana
y de su vana y codiciosa existencia...
Entretanto Caronte, bufón en esa Feria de
las Tinieblas, observa…
Caronte no es el Enemigo del Hombre, sino su
sediento, presto, audaz sepulturero.
Para eso ha muerto vivo y ayuda a morir. No es más que un juguete de los
dioses, así como el eco febril y nauseabundo de sus cruentos juegos de
azar… Y desde su barca observa lo que
acontece a la orilla del Mundo… E intenta adivinar cómo esa nueva criatura
engendrada en las esquinas retorcidas de la genética de Natura, hembra hija de
Gea y Cronos, se aproxima a ellos, los penitentes, con la cautela que su
instinto indica, y para devorar la carne y los huesos de a quienes sobra -en
licenciosa, lasciva humanidad- y, a él, disciplinado cancerbero de lo aciago,
falta… Aún así, despojado de todo vestigio lujurioso, el invisible espíritu que
lo anima, hace estremecer la esquelética figura erguida que se apoya,
intrigada, sobre la proa de una siniestra embarcación marítima…
Entonces creo comprender, tras una ágil
maniobra, que el corsario de la Muerte, el ministro de la Muerte, alentando con
un sutil y amargo soplo el esplendor del velamen que empuja su barca de huesos
sin tumba, sí, creo comprender, que esa gran vela que agita su inanimado
suspiro, es como un gran Sudario saludando desde la mansa corriente del
Aqueronte impulsada hacia el mar Jónico, la pandémica llegada de una tormenta
trémula de llantos y rechinar de dientes agitada a sus espaldas agitada a sus
espaldas, cual profético diluvio noélico …
Y estaba (está) claro: Millenium, el
hambriento virus de la civilización telemática alumbrada en el tercer milenio
del calendario humano, había agitado, en su macabra testa, la Corona del Mal
con que fuera ungido por los dioses para una tarea sin piedad… Apocalíptico y
firme, su artera polución venenosa sería implacablemente derramada…
“Madres, todo se ha cumplido”, dijo. Y el orden, fue restablecido.
©ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
"Juguetes de los dioses a las orillas del mundo"
ResponderEliminarY yo me coso pensamientos
para no arrancar mi piel
por las mentiras que florecen
atacando sentimientos...
Gracias Adrián por el envío, Muy bueno.