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sábado, 4 de julio de 2020

Entre la furia y el miedo, Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

Roberto Alifano: La poesía es la Cenicienta de las formas ...


TRIBUNA-El Imparcial

Entre la furia y el miedo
Sin entrar en el complejo campo de la metafísica; pero, tampoco sin eludir al irrevocable Emmanuel Kant, que consideraba que “lo real se da en el marco de la experiencia posible”, y que llamamos “realidad a todo lo captado en forma inmediata”; es decir, a través de la conciencia y de los sentidos. Definición luego cuestionada por el epistemólogo Karl Popper en su libro Lógica de la Investigación Científica, donde opone al realismo un freno para su defensa, sin separarlo, eso sí, de la cotidianeidad social. Asunto tan remoto, si vamos al caso, que ya habían tratado los griegos de la escuela eleática casi 500 años antes de Cristo, donde definían que “lo único verdadero es lo real” (atribuida por sus seguidores en el siglo XX al ex presidente Juan Domingo Perón, que vivía enfatizando que “la única verdad es la realidad”, apotegma incuestionable, sin duda, pero no original del caudillo sino de viejísima data).
Ardua tarea nos cabe entonces si intentamos hacer una lectura empírica de la realidad Argentina que se nos escapa por los cuatro costados; sobre todo en un marco electoral donde los protagonistas se desenvuelven entre embustes y compartidas amenazas de miedos, e índices de descalificaciones que parecen insuperables. Todo entrecruzado, además, en un enfrentamiento donde la única recurrencia que exhiben es mostrar errores de un pasado calamitoso del que nadie escapa; aunque los candidatos, basados en temerarios pronósticos, prometan lo mejor en un contexto que separa a casi la mitad de la sociedad en bandos definitivamente inconciliables. Un foso que se ve profundizado en este tiempo de elecciones donde se compite de manera bochornosa e indigna, por la conducción del país.
La diferencia en la vapuleada Argentina se da un modo casi furioso entre dos penosas posturas: kirchneristas y antikirchneristas o macristas y antimacristas; hilando más fino, entre los partidarios del actual modelo con menos tendencia social que rentista y los otros con ofertas diametralmente opuestas; pero, donde tanto unos como otros se muestran como facciones políticas enceguecidas, insistiendo ambas en culpar al pasado por los males que aquejan al país en el resbaloso presente. Todo con un fanatismo casi demencial que los enfrenta impulsando más que una grieta, un abismo insoslayable que, felizmente, no pasa de la agresión verbal. Los candidatos, en tanto, son funcionales unos a otros y en un juego de birlibirloque, tratan a dos puntas de estigmatizarse sin ningún sostén conceptual que puedan exhibir más allá de sus respectivas vulgaridades.
Desde el gobierno no se ha hecho nada para descomprimir el problema y se insiste con los viejos slogan; desde la oposición, menos. Es más, unos y otros intentan sacar partido de los destructivos errores cometidos ayer sin vistas de solución para mañana. Todos se muestran irracionales, sin propósitos de unidad, con ataques pedestres y ordinarios que no aportan ninguna solución posible ni dejan entrever esperanzas de recuperación para el día después de la elección. Así, tanto tirios como troyanos, carentes de ofrecimientos válidos, tratan de beneficiarse electoralmente mostrando los males del enemigo y eludiendo las responsabilidades de un pasado que es condenatorio para ambas corporaciones.
Según el estudio de las encuestadoras más neutrales y confiables hay casi un 30 por ciento de la sociedad fanáticamente kirchnerista, fieles a la ex presidenta, y otro tanto furiosamente antikirchnerista. Ahora bien, el porcentaje correspondiente al kirchnerismo es del todo antimacrista; es más lo descalifican al ingeniero con una crueldad despiadada como si fuera el peor de los demonios. En tanto que el porcentaje antikirchnerista, sin ser tampoco del todo macrista, anatematiza a la ex presidenta, aunque sin vislumbrar una solución posible para no repetir el pasado. Un pasado que se confunde, claro está, con errores que no benefician a nadie y se reparten entre ambos. Otra cantidad, quizá la mayor (se habla hasta de un 40 por ciento de la sociedad) disimula no meterse en esta guerra, que ya lleva demasiado tiempo, acaso buscando una tercera vía, que tampoco se ve transitable por la evidente falta de candidatos con posibilidad de votos y sin consenso de los que intentan representar. De tal manera que la polarización parece rotunda, a la vez que fatal.
Así, entre el vaudeville y el sainete, los calificativos que unos y otros usan para dividir las aguas, resultan menos pueriles que ofensivos y hacen resurgir los viejos y desgastados lemas: “patriotas contra cipayos”, o “nacionalistas contra extranjerizantes” y, con mayor saña y no menos vehemencia: “vende patrias partidarios del FMI, contra nacionales y populares”. Obsoletos esquemas que recuerdan un artefacto del poeta Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unida jamás serán vencidas”. Porque más allá de las ofensas, muchas complicidades saltan a la vista en esta toma y daca, donde un peronista acompaña a Macri en su fórmula y el candidato elegido por la doctora Kirchner es quizá menos peronista que liberal.
Todos sabemos que inapelablemente el tiempo sucede y que, sin duda, existirá un día después. ¿Qué sucederá entonces cuando alguno de los dos candidatos actuales gane las elecciones? ¿Cuáles serán las soluciones concretas para sacar al país del estancamiento? ¿Qué medidas se tomarán para detener la inflación con la consiguiente caída del consumo que día a día suma pobres? ¿Habrá por fin un equilibrio social con crecimiento y mayor apertura laboral? ¿Dicho de otro modo: hay esperanzas para poder gobernar a una sociedad tan dividida? ¿Se puede administrar un país cuando un cuarto de su población no reconocerá nunca la legitimidad del triunfo ajeno? Vaya encrucijada si las hay. Y los interrogantes pueden seguir…
Una campaña presidencial hasta puede llegar a ser agresiva, pero no tenemos duda de que a esta se le va la mano. Si bien es cierto que la polarización extrema no son fenómenos solo argentinos y aunque se sabe de procesos parecidos en el mundo, estamos casi seguros de que ninguno supera a esta, donde las instituciones tambalean sin rumbo, decrece la educación y la salud, y los clubes barriales se cierran debido a las altísimas tarifas de servicios que no pueden pagar. Pues bien, si somos sinceros, debemos reconocer también que una campaña presidencial es un teatro de hipocresías. Sin embargo, en la actual política argentina vemos que esta elección se da, además, entre “dos miedos”, casi sin opciones y entre dos modelos de país irreconciliables.
Empezamos hablando del concepto de Kant sobre la realidad. Aceptemos, por consiguiente, que la realidad de la Argentina es dramática por dónde se la mire. Ni Macri tendrá una Argentina sin problemas después del 10 diciembre, en la remota posibilidad de que fuera relegido, ni Cristina Kirchner con su fórmula Fernández - Fernández, recuperará del pasado un cierto paraíso perdido, ya que los paraísos posibles son solo eslóganes de campaña. La situación internacional tampoco será propicia en un mundo proteccionista.
Desde lo menos ilusionado, en lo personal, me inclino a pensar que los poetas tienen acaso mejor sentido que los políticos, enfrascados en dogmas que seguramente ni ellos mismos creen. Las cosas, las duras circunstancias, todo lo que nos acecha en esta compleja existencia, son siempre relativas. La dura realidad es la que manda. Por tales rezones, quizá haya que recurrir a un “realismo mágico” donde la emoción sea el sendero que nos una y nos acerque a la realidad. También los sueños suelen ser verdaderos mientras duran, por supuesto.

©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFIO DE ASOLAPO ARGENTINA



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