EL AMOR VENCE A LA MALDAD
Todos los hombres y mujeres del mundo
son iguales, por consiguiente, según esta igualdad, jamás debe, en ningún lugar
del planeta, existir el odio, la violencia, la xenofobia, la intolerancia, la
hambruna, la discriminación por lugar de nacimiento, por el sexo, por la
religión que cada cual practique, la envidia, el caos, la esclavitud, la
corrupción y los predicadores de todas estas maldades que propugnan la revolución
permanente para aniquilar la bondad del hombre de buena voluntad.
Vivimos
en un mundo, donde el hombre genera, desde siempre, lo ya expresado en el
párrafo anterior, en especial, la violencia síquica y física, debido a la
crueldad que se origina en su esencia. Sin embargo, el hombre debe vivir en el
amor. Si lo lleva a cabo, logrará la sociabilidad y la convivencia pacífica, la
libertad, en todos los aspectos, y la hermandad, la comprensión y el respeto,
la justicia y la objetividad… entre todos los hombres y mujeres que pueblan
nuestro planeta.
La
lucha no violenta no es un invento de nuestros días, pero nunca ha sido tan
actual, tan realista, tan posible y tan necesaria como hoy. Tiene su origen en
la conciencia de una superioridad intelectual y en el convencimiento de que,
con métodos bárbaros, no se puede dar forma a una sociedad más humana. Esa
lucha es pregón de una época nueva, posible y humana, en la que los conflictos
no se resolverán con balas y bombas atómicas, sino por medios pacíficos a todos
los niveles.
La
lucha no violenta, que mana del amor, es hasta ahora la forma más sublime, más pura
y, a la larga, la más eficaz de todas las revoluciones. No solo transforma estructuras
sociales deshumanizadas, sino también a los hombres. Esa revolución es la que
deben realizar hombres y mujeres, gobernantes y gobernados, para que todos los
seres humanos seamos hermanos.
Si
todos fuéramos hermanos, no existiría el consumismo. Este ha inducido a
millones de seres humanos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de
alimento, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más
allá de los meros parámetros económicos. Tengamos siempre presente que el
alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien
tiene hambre.
Cuando
el alimento se comparte de modo equitativo, con solidaridad, nadie carece de lo
necesario, cada comunidad puede ir al encuentro de las necesidades de los más
pobres. El amor nos hace hermanos. Vínculo este que aniquilará las maldades de
hombres y de mujeres nacidos para envenenar a la humanidad. Además, el amor se
hiere
por cualquier negación de la dignidad
humana. Los que trabajan en estos sectores, políticos y económicos, tienen una
responsabilidad precisa para con los demás, especialmente con los más frágiles,
débiles y vulnerables.
©CARLOS BENÍTEZ VILLODRES, poeta y escritor español
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario