Imagen de: Tiempo de Cine
LOS
CONDENADOS
Acurrucados,
temerosos, alertas. Todos estaban aguardando la macabra hora de su trágico
final.
Ese rectángulo que los contenía era su última morada de
vida, después, perderían uno a uno sus cabezas en una muerte fantástica,
brillante, inexplicable.
Un hilo de luz se filtró por la abertura y, una vez más,
uno de ellos fue arrancado de allí sin contemplaciones. Escucharon luego el
forcejeo y el estampido y, temblando de furia y de miedo, comprendieron que
otro de sus hermanos había muerto.
Era verdaderamente aterradora aquella incierta espera.
Ninguno podría imaginar quien de ellos sería el próximo. La inminencia de la
muerte exacerbaba el albur que cada uno correría.
Eran elegidos al azar, sin
discriminar. El verdugo, ni siquiera se detenía a mirarlos, sabía muy bien que
debían morir, tarde o temprano, inexorablemente, fatalmente.
La voz llegó hasta ellos y los sacudió con su fatídico
sonido:
-¿Dónde dejaste los
fósforos?
-Sobre
la alacena. Respondió otra voz.
La mano gigante tomó a otro de ellos y con terrible saña
le arrancó la cabeza al frotarlo sobre el costado de la caja que los contenía.
NORBERTO PANNONE, ©2008, ed. Bs As, Argentina.
Del libro “Cuentos de barrio”. Es prop. del autor.
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