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LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER Y LAS RELIGIONES
Alicante enero 2019
La violencia contra la
mujer no tendrá solución, mientras la sociedad no se
concientice del problema, y cada país y cultura, se aboque a dejar resuelto y
zanjado para siempre, el problema de la igualdad de derechos y garantías entre
la mujer y el hombre. Es decir, entretanto las mujeres no gocen de los mismos
derechos y las mismas garantías que los hombres, la violencia contra las
mismas, seguirá impune y provocando los estragos, que se vienen sucediendo
históricamente. .
Creo que podemos afirmar,
que el día en el que la sociedad suprima las desigualdades (en dignidad y
derechos), a partir de allí las religiones no tardarán en reconocer, aceptar y
llevar a la práctica la igualdad, de quienes por
su condición de género solamente, son diferentes.
Las sociedades
mediterráneas del siglo primero eran, como ya sabemos, sociedades en las que la
propiedad pertenecía al patriarcado. Solamente el "paterfamilias"
tenía la propiedad, no sólo de los bienes, sino además sobre las personas del
grupo familiar. El padre era el propietario, el jefe, amo y señor, el que
concentraba, en un rango de absolutismo, la totalidad de los derechos. La
mujer, hijos y los esclavos, no tenían más opción que el vivir sometidos al
patriarca.
De ahí que la religión, lo
mismo en Israel que en Egipto, tanto en Grecia como en Roma, devinieran en religiones
patriarcales, machistas, justificando las desigualdades que se derivaban, del
modelo de familia patriarcal.
Lo curioso es que, según
los evangelios, Jesús tuvo un
trato excepcional de respeto, delicadeza y aceptación de la mujer, fuera cual
fuese su origen o su conducta ( Ej: María Magdalena). Cuando se empezaron a
conocer las cartas de Pablo y hasta en las pastorales, apreciamos que en dichos
documentos se acepta e impone el sometimiento y el silencio, de
la mujer en la sociedad, en la familia y en la Iglesia. Como también sabemos,
que Pablo aceptó la condición de los esclavos, y el sometimiento al emperador
(Rom 13, 1-7). La Iglesia Católica, no prohibió la esclavitud hasta que se
prohibió en la sociedad, desgraciadamente las autoridades religiosas hoy día
guardan silencio, ante las nuevas formas de esclavitud vigente y, otras
religiones hacen caso omiso de lo que dicen sus textos sagrados, a vía de
ejemplo, podemos mencionar, la
enseñanza islámica sobre el trato a la mujer, pues es uno de los que mayores malentendidos suscita. En el Santo Corán, Dios dice claramente
que ha creado iguales a los hombres y a las mujeres: “Él os creó de un solo ser; a partir de él creó a su compañera…”
( 39:7)
Este versículo por sí solo, elimina cualquier trazo de inferioridad,
impuesto a las mujeres por los hombres y por otras Escrituras. El Santo Corán,
además, asegura la igualdad de la mujer a nivel espiritual, intelectual, social
y económico. Los derechos de la mujer, también han sido salvaguardados por el
Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), al tratar él mismo a
las mujeres con gran honor, amabilidad y dignidad según los mandamientos de
Dios. “Pero quien hace buenas obras, sea
hombre o mujer, y es creyente, entrará en el Cielo…” (4:125)
Y si nos referimos a los judíos, en el Talmud está escrito "Ama a tu esposa como a ti
mismo y hónrala más que a ti mismo". (Yevamot 62-b: ) Actualmente, el papel
de la mujer judía en el mundo ha evolucionado y, ésta ha llegado a participar
activamente, en distintas vertientes del quehacer humano. No se ha quedado a la
zaga.
Las feministas continúan impulsando el cambio en una lucha constante
porque las mujeres compartan con los hombres los mismos derechos y obligaciones
con el fin de construir una mejor sociedad.
Existen diversas formas de
violencia contra la mujer: física, sexual, psicológica y económica. Estas
formas de violencia se interrelacionan, y afectan a las mujeres desde el
nacimiento hasta la mayoría de edad. Algún tipo de violencia, como el tráfico
de mujeres, trasciende fronteras. Las mujeres que experimentan violencia, está
probado, invariablemente y sin lugar a discusiones, adolecen de una variedad de
problemas de salud, y disminuye su capacidad para participar en la vida
pública, afecta el ámbito familiar y a las comunidades de todas las
generaciones, reforzando otros tipos de violencia subyacentes en la sociedad.
Esta situación agota a las mujeres, sus familias, la comunidad y al cabo
también a las naciones, en el entendido que el problema ya no se confina a una
cultura, región o país determinado, ni a grupos específicos y cerrados, de
mujeres en la sociedad.
Hoy prácticamente el total
de las mujeres, se encuentran enfrentadas a una multiplicidad de formas de
discriminación, y a un riesgo cada vez mayor de sufrir violencia. En Canadá, la
probabilidad de las mujeres indígenas de perder la vida, como resultado de la
violencia, es cinco veces mayor que la de otras mujeres de la misma edad. En
Europa, Norteamérica y Australia, más de la mitad de las mujeres discapacitadas
ha experimentado abuso físico, en comparación con una tercera parte de mujeres
no discapacitadas
La lucha, en defensa de
los derechos, la dignidad y ante todo, la vida de la mujer, tiene que abarcar
los ámbitos político, jurídico, social y laboral. Mientras las mujeres, no
cuenten con igual autonomía económica que los hombres, seguirán bajo un sistema
de sumisión, menoscabo, amenazas, insultos, agresión física y en último caso,
lamentablemente el que se viene planteado con cada vez más frecuente, la misma
muerte. No podemos decir que el aspecto económico, sea la solución final,
porque esta solución radica en la CONCIENCIA y el RECONOCIMIENTO, que sumados
dan un resultado para la humanidad, llamado EVOLUCIÓN. Pero si esta situación
no se resuelve, como instancia inicial, la violencia contra la mujer no tiene
solución.
Las voces representativas
de todas las religiones, continuaran expresando conceptos acertados y otros no
tanto, sobre el asunto en cuestión. Aunque lo primero que deberían hacer, sería
respetar la palabra implícita en los textos sagrados, que para muchos, es Ley y
no interpretarla, de acuerdo a su conveniencia.
La interrogante que se
plantea es: ¿cuál es el factor,
que ha contribuido a mantener la desigualdad entre hombres y mujeres en la
sociedad? En lo personal, creo que dicho factor radica precisamente, en la
influencia de las religiones. De hecho, dicha influencia que la religión ha
ejercido en la sociedad ha sido fundamental. La sociedad actual, ha mamado de
unas ideas religiosas, que sentenciaban que las mujeres éramos inferiores. En
la historia, salvo contadas excepciones, las mujeres que han protagonizado
avances, y han realizado aportes en diferentes áreas, siendo por su
protagonismo y capacidades elevadas a la altura del género masculino, son
aquellas que se han salido de las religiones, aunque algunas de ellas, aun
admiradas también fueron condenadas.
Considero que los principios religiosos son derechos humanos, como el
derecho natural. El problema aparece en el momento en que se institucionaliza
la religión, imponiendo unas reglas que aun hoy continúan. Pienso que es ese el
preciso momento, en que se desvirtúa la pobreza, la solidaridad... y la
justicia se convierte en caridad. La religión institucionalizada, es contraria
al feminismo porque el feminismo pretende y brega, por una sociedad igualitaria
y la religión no lo está propugnando.
EUNATE GOIKOETXEA, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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