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CARRUAJE EN LAS SOMBRAS DE LA NOCHE
a Sandra
Noemí Britos
Carruaje
en las sombras de la noche
capaz
de cruzar entre los árboles del bosque
sin
dejar señales; ni siquiera un rastro.
Apenas
lo distingue el sonido apagado
por
el chasquido del látigo en el aire disperso
siempre
cuidando no tocar a los caballos.
Ese
hombre va solo, riguroso y en silencio
certeza
tiene sobre el rumbo que ha tomado.
Se
encuentra más allá de toda decisión terrena.
Es
su espíritu hidalgo luminoso acongojado
que
le guía cual brújula eficaz hacia el castillo
donde
duerme, y lo aguarda, una mujer sincera
a
la que el caballero ama, amará y ha amado.
En
la región más oculta de la caverna iniciática
ese
hombre vivió la iluminación trascendente
hallando
que no hay cifra prefijada ni fatalidad.
Mucho
menos un profano concepto de destino.
Todo
es construcción permanente personal.
El
Omnipotente deja a la humilde criatura
dispuesta
a ejercer el esencial libre arbitrio
que
edifica la alambicada historia humana.
Cada
uno es dueño de su fugaz presente.
Arrastra
los recuerdos, los hechos, la memoria
e
intuye aquello que anhela ocurra en lo futuro.
El
caballero sabe, y tiene la certeza, de que sólo una cosa
es
segura perdurable inmutable en el Universo
en
tanto él sepa cumplir la misión que le fue legada.
Lo
único inmutable es el singular entramado del Amor
que
siente por ella y el hecho claro de que la Dama lo ama.
©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor
argentino
MIEMBRO
ASESOR DE ASOLAPO ARGENTINA
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