Imagen provista por Luis Alposta
EL SEÑOR ARMANDO
Esa mañana me habían llamado por teléfono para la entrevista con el señor Armando. Y allí estaba, a la espera de ser atendido por él.
Su
secretaria me había hecho sentar en un comodísimo sillón, señalándome algunas
revistas a fin de que atemperara la espera.
Transcurridos
escasos diez minutos, la empleada abrió la puerta de un despacho y dijo ceremoniosamente:
-El señor Armando lo aguarda.
Me levanté de un salto y entré.
La mujer salió cerrando la puerta con exagerada delicadeza.
Un hombre,
de alrededor de cuarenta años me tendió la mano y luego me indicó un sillón
para que me sentase. Hojeó unos papeles que estaban sobre el escritorio y me
dijo:
-Tengo aquí toda la información
sobre su vida. ¿Está seguro que quiere el puesto vacante?
-¡Nunca he deseado algo con
tanta impaciencia! Respondí.
-Bien, dijo. Sígame…
Lo seguí por un pasillo muy
largo y estrecho, al final del mismo, entramos a un cuarto pequeño, ¡y allí
estaba! Se trataba de un habitáculo, al parecer, de acero inoxidable, similar a
una cápsula espacial. En su interior había una butaca. Me invitó a entrar al
compartimento y me instó a sentarme. Me senté y el señor Armando, me ayudó con
el cinturón de seguridad.
-¡Buena suerte! Me dijo el señor
Armando cerrando herméticamente la puerta de aquel insólito artefacto.
La máquina
comenzó a girar alcanzando una velocidad ciertamente asombrosa. No sé cuánto
tiempo pasó, finalmente, el artilugio detuvo sus giros. Después de algunos
momentos pude abrir la puerta desde el interior y salí.
Me hallaba
en medio de una plaza desierta. Caminé una cuadra y me encontré en pleno centro
de la ciudad, creo que estaba justo en la esquina de Sáenz Peña y San Martín.
Detuve a un hombre que transitaba por la acera y le pregunté:
-¿Sabría usted decirme dónde
están las oficinas del señor Armando?
-Ahí enfrente. Me dijo con
cierta molestia.
Crucé la
calle y entré al lugar.
Me atendió
la secretaria del señor Armando y me dijo que debería esperar unos cinco
minutos. Aproveché para terminar de leer el artículo de una revista
especializada en psiquiatría que había tenido que interrumpir en la visita
anterior.
Cumplido
dicho plazo, la secretaria me hizo saber que el señor Armando me esperaba.
Entré al
despacho que me indicó la señorita y allí estaba el señor Armando.
Me dio la
mano de forma muy cordial y se puso a examinar un informe que tenía en su
escritorio que, seguramente, era una fábula de mi propia vida, o lo que muchos
llaman: “Currículum vitae”.
Me preguntó
de manera contundente y sin preámbulo alguno: -¿¡si de verdad, deseaba el
puesto que había quedado vacante!?- Le dije que sí. Sonrió y me condujo por un
pasillo largo y estrecho hasta la cápsula. El Sr. Armando aseguró el cinturón
de la butaca, cerró la puerta y el cacharro comenzó a girar despiadadamente
hasta que se detuvo. Abrí la portezuela y salí al mundo exterior.
Me hallaba
en una calle asfaltada que parecía desierta. Esperé a que alguien pasara por
allí y cuando acertó a pasar un joven, le pregunté por las oficinas del señor
Armando:
-Aquí, a la vuelta. Me
respondió.
Di vuelta a
la esquina y, en efecto, allí estaban las oficinas del señor Armando.
Entré y la
secretaria me saludó con una sonrisa:
-¡Buenos días señor Armando! El
elegido para el puesto lo está esperando. ¿Lo hago pasar a su despacho?
-Sí, por favor. Le contesté.
Un hombre
de unos veinticinco años se asomó detrás de ella y ésta, lo hizo pasar.
Le extendí
la mano sonriente y le indiqué un asiento. Recorrí atentamente las hojas del
informe que estaba sobre el escritorio y le pregunté imprevistamente si de
verdad deseaba el puesto. Precipitadamente, como si fuese un decreto, me dijo
que sí.
Entonces,
le dije que me siguiera.
Recorrimos
el largo y estrecho pasillo hasta llegar a la cápsula. Una vez allí, hice que
entrara y se sentara en la butaca de la misma, ayudándole a colocarse el
cinturón de seguridad.
Cerré la
puerta y el ingenio comenzó a girar.
Buenos
Aires, Argentina
De su libro “Cuentos
invernales” ed. 2010
EL
De
Quedé atrapado desde el comienzo del relato.
ResponderEliminar¡¡MUY BUENO!!
Shalom desde Israel, amigazo
Yo también quedé como sentada leyendo tu relato ... Muy bueno!!!
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