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TORCER EL DESTINO
Destino es un concepto complejo y un término multívoco.
Se
entiende por destino al hado o la suerte, y el encadenamiento de los
sucesos considerados como necesarios y fatales.
También
se entiende como las circunstancias que se consideran son favorables o adversas de
acuerdo a la manera de ocurrir para ciertas personas o cosas.
Es
posible que en el inconsciente colectivo flote alrededor de este término la
determinación inexorable y fatal de la muerte.
En
ese sentido el destino necesario y fatal de la vida es la muerte.
Todo
lo que nace, lo que tiene vida esta destinado a morir.
Desde
allí se ha creado una serie de preconceptos, teorías, ideologías, referencias y
móviles que han movido y cambiado varias veces las circunstancias del hombre.
Se
suele entender que hay una ley que marca los sucesos en el transcurso de la
existencia y que la opción a cambiarlos es casi imposible, como si existiera un
karma unido al destino, que debe cumplirse para poder evolucionar.
En el
período helenístico-romano se expresaron teorías sobre el destino y su
compatibilidad con la libertad.
El
término latino fatum significa lo predicho, en general por un oráculo, y el
conjunto de las cosas dichas, el término fata, acerca del porvenir.
Pero
en dicho término considerando que constituye la trama del universo, había espacio para la parte que le toca a cada hombre.
Entonces
seria la suerte que le toca a cada hombre en tanto principio cognoscible,
enunciado por el oráculo, la intuición y la reflexión racional.
Es
posible considerar que hay un cierto azar pero en el cual también interviene el
hombre, su voluntad, su libertad, su razón, en competencia con el mismo, lo que
alejaría la noción del destino como un decreto divino arbitrario.
En
todos los tiempos, el hombre ha sentido sobre sí, el peso de lo inexorable, a
veces con razón, las condiciones biológicas, las condiciones naturales y
ambientales, el lugar o hábitat donde vive, que no puede cambiar.
También
ha sentido las condiciones psicológicas y sociológicas de su tiempo y de su
lugar; de la comunidad en la que vive, de aquellos que en muchos sentidos
deciden por él, en el macro de las decisiones y a las cuales no tiene acceso
por más que quiera y se esfuerce.
Entonces
llega un momento en el cual se acata la situación como fatal, como un destino
prefijado o se mueve la voluntad en una acción tendiente a torcer el destino a
pesar de todo.
Es
cuando el hombre separa, y empieza a pensar en Mi Destino, como distinto del
Destino Común.
Es a
partir de esa decisión, de la comprensión de un hecho que conlleva una rebeldía
interior a lo previsto, pronosticado y aceptado, que el ser se apresta a torcer
el destino.
No es
un orden de resultados, es un orden de reacción, crítica de la situación que
vive y lo sostiene, y de aquella que viven sus semejantes.
Es
comprender que podemos cambiar aquello que está establecido, fijo y
absolutamente previsto para nosotros y para nuestra comunidad.
Es
comprender que no todo lo establecido es lo mejor o lo óptimo, quizás ni
siquiera fuera lo correcto, y que para corregirlo hace falta un pequeño paso
inicial, que sea evidente y efectivo, que muestre y demuestre la virtud del
cambio, y provoque que otros lo acepten y los sigan.
Aún
en medio de un contexto social o comunal adverso, aún cuando se viva a
contramano de lo sugerido, cuando los valores esenciales, las verdades
innegables no se observen, y el mundo parece estar al revés, es posible desde
nuestra pequeña y humilde concepción de hombres, pensar, diseñar y actuar de
forma que se manifieste cual es la esencia misma de la verdad, de la justicia,
de la libertad y de la correspondiente concepción del hombre.
Aunque
haya injusticias, discriminación, corrupción, soberbia, ignorancia o
perversión, siempre es posible torcer el destino.
Aun
cuando no se vea en nuestros tiempos, pero habremos sembrado en tiempos
históricos para el futuro, si desde nuestro lugar mantenemos firmes nuestras
convicciones, observamos con corrección y como hermanos, las falencias y
equívocos que se producen, y procuramos dar pautas para una mejor y equilibrada
vida social.
Si a
pesar de todo, no desfallecemos y creemos que tarde o temprano, la verdad, la
bondad y la justicia prevalecen.
Si
damos nuestra vida en pos de una vida mejor para la humanidad.
©ELÍAS DOMINGO GALATI,
poeta y escritor argentino
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