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Diario
No soy escritor pero debo redactar mi biografía, debo contar cosas
fundamentales, acontecimientos significativos. Tal vez para el lector resulten
palabras vacías, sin sentido, recuerdos absurdos. ¿Obstinación, estupidez? ¿Qué
tipo de lector? ¿Emocional y ecléctico, vocacional, medio? Debo desnudar lo que
se oculta, aquello que no se dice, esa suerte de hipocresía naturalizada en
cada individuo, en cada familia, en cada sociedad. Hablar de cómo ahoga sus
gritos, su histeria, la irracionalidad. Como se fue transformando en víctima,
en una persona donde la fatalidad ocupó sillones, muebles, sábanas. Y también
del desenlace trágico, de la muerte de mi padre, de la amada que volví a
encontrar después de quince años en un café de Montevideo, del tedio que me
invade. Del insomnio, del incidente infausto de mi tío -el incidente del cual
discutí en terapia durante meses-, de mi época de estudiante, de la percepción
fantasmagórica de una aldea. No quiero ser desmesurado ni trasmitir odio al
hablar de las mujeres que conocí. Deduzco que debería escribir del exilio, de
las paredes curvadas, de las plazas, de la imposibilidad de tener hijos, de una
carta de mi madre, de aquella foto de la infancia, del olor a manzana en el
ropero de una prostituta, de la mirada y sordidez de mendigos durmiendo en la
calle, de la trivialidad de mi cuñado. No sé cómo empezar.
Buenos Aires, abril de 2019
©CARLOS PENELAS,
poeta y escritor argentino
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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