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sábado, 22 de mayo de 2021

El ridículo lenguaje inclusivo, Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

 



El ridículo lenguaje inclusivo

 

Nuestro mundo es un orbe de palabras. Somos inseparables de las palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje. Lo primero que hacemos frente a lo desconocido es nombrarlo, bautizarlo, buscar las palabras que lo definan. Lo que ignoramos es lo innombrado. Pero el lenguaje es también un hecho estético, una experiencia poética. Cuando estudiamos un idioma estamos obligados a ver las palabras de cerca, las sentimos hermosas o no. Esto significa que el lenguaje está dado a la sensibilidad; lo cual obedece a que en el origen del lenguaje los hombres quisieron expresar con palabras la experiencia cercana que tenían con la naturaleza y las cosas.

Todo período de crisis coincide con un conflicto de lenguaje, lo más corriente y usual, lo que más tenemos al alcance de las ideas; lo más contradictorio y polémico a su vez. Todo símbolo es lenguaje, aun los más abstractos y puros, como los de la lógica y la matemática. Además, los signos deben ser explicados y no hay otro medio de explicarlos que a través de la palabra, lo que construye el lenguaje. Quizá la historia del hombre podría reducirse a la relación (al eterno conflicto) entre ideas y palabras.

El idioma español o castellano es uno de los cinco ilustres dialectos del latín que se habla y se lee en buena parte del planeta (los otros son el portugués, el francés, el italiano y el rumano). Originario de Castilla, es una lengua romance que pertenece al grupo ibérico y evoluciona y se sostiene gramaticalmente a través de las investigaciones a cargo de los lingüistas de La Real Academia de la Lengua Española (RAE).

Como todo idioma vivo, el español nunca dejó ni dejará de evolucionar; tampoco de ampliar su espacio de desarrollo. Tan es así que hoy el español es la segunda lengua del mundo por el número de hablantes nativos de la América Hispánica; vale decir, que es una de las cuatro lenguas -junto al inglés, el chino mandarín y el hindi- más habladas, y la tercera en comunicación internacional. Por consiguiente, el español posee la tercera población alfabetizada del mundo, siendo una de las lenguas más utilizadas para la producción de información en los medios de comunicación; como también la tercera lengua con más usuarios de Internet, junto al chino y el inglés.

La Real Academia de la Lengua Española (RAE), con sede en Madrid, es la Institución que tiene como misión principal supervisar y velar por los cambios que experimenta el idioma española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes; eso sí, siempre que no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico a través de las academias correspondientes de cada país. En definitiva, el idioma es algo vivo, en permanente evolución, lo que hace que en ocasiones la RAE, deba mediar ante las complejidades que se plantean en cada región.

En el primer capítulo de su “Manual” expresa su rechazo unánime al lenguaje inclusivo, un snobismo de reciente data. Agreguemos que esta obra de la RAE es una especie de guía práctica para resolver las dudas ortográficas, fonéticas o gramaticales que se dan en la evolución del idioma. De esta manera se considera innecesaria la inclusión del doble género. El “todos” y “todas”, que pretende utilizar “x”“@” (arroba) o “e” en lugar del correspondiente plural. Aparece así el “todxs”“tod@s” o el ridículo “todes”, que nadie sabe de dónde salió ni a quién se le ocurrió, y cuesta imaginar a Cervantes, a Lope o a Quevedo, usándolo.

Además, la RAE subraya con claridad que el género masculino, “por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en diversos contextos debidamente especificados en dicho Manual”. Por lo tanto el plural es masculino e implica a ambos géneros gramaticales; así que al dirigirse al público no es necesario ni correcto decir “hermanos y hermanas, españoles y españolas, argentinos y argentinas, ustedes y ustedas”.

Sin embargo, hoy en día, por grotescas razones de contenido ideológico, o por un simple capricho, un creciente grupo de ignorantes políticos y desinformados comunicadores, continúan con el error y pretenden imponerlo por vías de un absurdo cargado de excesivo feminismo. Aclaremos entonces que decir “ambos géneros” es correcto solo cuando el masculino y el femenino son usados como palabras diferentes; verbigracia, “damas y caballeros”, “toros y vacas”. Ahora bien, es correcto o incorrecto decir “presidente o presidenta”. En español existen los principios activos de la lengua, usados como derivados verbales; así, el participio activo del verbo atacar, es atacante; el de sufrir, es sufriente y el de cantar es cantante.

El rechazo de la RAE a las expresiones del lenguaje inclusivo se entiende a las referencias que se llevan a cabo únicamente a través de palabras de género femenino, como sucede en los grupos nominales coordinados con sustantivos de uno y otro género. Desde este punto de vista, sería posible la expresión los españoles y las españolas, y no lo sería, en cambio, la expresión “todos los españoles”; menos aún “todes”, en especial cuando el contexto dejara suficientemente claro que abarca la referencia a las mujeres. También se considera “inclusiva”, en esta misma interpretación del término, la estrategia de emplear sustantivos colectivos de persona, sean femeninos (la población española), sean masculinos (o el pueblo español), así como la de usar términos nominales que abarquen en su designación a los dos sexos (como en toda persona española, en lugar de todo español). Estas formas o aplicaciones intentan evitar el sesgo hacia un sexo o género social en particular, que resultaría excluyente de otro. Por otro lado, si miramos el asunto desde una posición imparcial, nadie necesita proteger a las mujeres si hay igualdad de derechos.

A este respecto se pueden observar expresiones como Homofobia, Transfobia y Obesofobia, que aluden a lo expresado; así como evitar la cosificación de las personas. A tal efecto, es mejor decir que “los pueblos nómadas se trasladaban con sus enseres de un lugar a otro”, y no que “los pueblos nómadas se trasladaban con sus enseres, mujeres y niños de un lugar a otro”. Evitando de esta manera el uso de la palabra mujer como sinónimo de esposa para evitar el uso de señora o señorita, o señora de..., o viuda de... y utilizar el apellido de las referidas mujeres. Al nombrar a Juan Pérez y María García, y no al Señor y la señora Pérez, que suponen heterosexualidad y prefiriendo formas neutras como pareja, relación, o cónyuge en lugar de novio o novia; marido, esposo o esposa, haciendo que en tales casos, es correcto decir: “El alumnado puede asistir con sus parejas”, en lugar de "los alumnos pueden asistir con sus novias".

En la segunda interpretación, la expresión lenguaje inclusivo se aplica a los términos en masculino que incluyen claramente en su referencia a hombres y mujeres cuando el contexto deja suficientemente claro que ello es así, de acuerdo con la conciencia lingüística de los hispanohablantes y con la estructura gramatical y léxica; en concreto, en seis de las lenguas románicas. Es esto lo que sucede, por ejemplo, en expresiones como el nivel de vida de los españoles o Todos los españoles son iguales ante la ley.

El problema, en mi humilde opinión, es confundir la gramática con un machismo excedido de abusivo feminismo por razones ideológicas o pretendiendo ignorar estas normas debidamente estudiadas por los académicos. Ante la solicitud y rechazo reiterado del lenguaje inclusivo, la RAE ya se había manifestado en contra del uso de “x”“e” o “@” como marcas de género. Ya que, “el masculino gramatical funciona en nuestra lengua como en otras; es decir, como término inclusivo para aludir a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos”. Algo que, según han subrayado en diversas ocasiones la RAE, no tiene “intención discriminatoria alguna”.

Para disipar dudas, aconsejo también la lectura del libro Estilo de la lengua española según la norma panhispánica. Este texto se refiere a dudas que surgen de una vida cotidiana asociada ahora a la extendida tecnología que nos abarca. El lenguaje no es una mera herramienta mediante la cual expresamos y comunicamos nuestras ideas, sino que tiene la intención de hacerse pensamiento valorando las palabras; se supone que se piensa cuando se habla y, al mismo tiempo, esto representa y construye realidad. Es, además, el sentido y medio central mediante el cual entendemos el mundo y construimos la cultura.

El debate en torno al lenguaje inclusivo ha tomado mayor fuerza en el último tiempo, producto de las discusiones de las organizaciones sociales feministas y de mujeres que han vuelto a cuestionar el sentido común de la sociedad; pero resulta inadmisible que ignorantes políticos para diferenciarse y quedar bien con su electorado deformen nuestra bien estudiada lengua. La discusión acerca de cómo incorporar a todas las identidades en nuestro español no es algo nuevo, ya estaba presente y se ha profundizado en el último año gracias a diversas intervenciones de los espacios sociolingüísticos públicos y privados.

Si revisamos los prejuicios existentes que se suman en torno a nuestro ilustre idioma, uno de los primeros es la idea de la deformación del lenguaje; esto es, la concepción de que la lengua es un ente rígido o manuable y sin conexión con los cambios socio-históricos. A pesar del empeño de los académicos por rechazar su uso o minimizar sus alcances, el frágil lenguaje inclusivo se afianza en los intercambios coloquiales y se instala en organismos públicos, a la vez que estos avances parecen empujar los argumentos para avalar su aceptación; también instalan el riesgo de transformarlo en un gesto de corrección política sin impacto para corregir las desigualdades de género.

Hoy, en una nueva etapa evolutiva de la discusión, sin tener en cuenta las argumentaciones de la RAE, ya son muchos los organismos públicos que, de manera inquietante, lo incluyen en sus protocolos de comunicación. Esta institucionalización a contrapelo, tiene en la Argentina un correlato alarmante en las frecuentes apelaciones del profesor Alberto Fernández, presidente de la Nación (persona con formación universitaria), que se ha aficionado al “todes” y también al “amigues”, seguramente por obsecuencia a su verborrágica vicepresidenta y al osado economista que gobierna la provincia de Buenos Aires.

 

©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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