El ridículo lenguaje inclusivo
Nuestro mundo es un orbe de palabras.
Somos inseparables de las palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al
menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin
lenguaje. Lo primero que hacemos frente a lo desconocido es nombrarlo,
bautizarlo, buscar las palabras que lo definan. Lo que ignoramos es lo
innombrado. Pero el lenguaje es también un hecho estético, una experiencia
poética. Cuando estudiamos un idioma estamos obligados a ver las palabras de
cerca, las sentimos hermosas o no. Esto significa que el lenguaje está dado a
la sensibilidad; lo cual obedece a que en el origen del lenguaje los hombres
quisieron expresar con palabras la experiencia cercana que tenían con la
naturaleza y las cosas.
Todo período de crisis coincide con
un conflicto de lenguaje, lo más corriente y usual, lo que más tenemos al
alcance de las ideas; lo más contradictorio y polémico a su vez. Todo símbolo
es lenguaje, aun los más abstractos y puros, como los de la lógica y la
matemática. Además, los signos deben ser explicados y no hay otro medio de
explicarlos que a través de la palabra, lo que construye el lenguaje. Quizá la
historia del hombre podría reducirse a la relación (al eterno conflicto) entre
ideas y palabras.
El idioma español o castellano es uno
de los cinco ilustres dialectos del latín que se habla y se lee en buena parte
del planeta (los otros son el portugués, el francés, el italiano y el rumano).
Originario de Castilla, es una lengua romance que pertenece al grupo ibérico y
evoluciona y se sostiene gramaticalmente a través de las investigaciones a
cargo de los lingüistas de La Real Academia de la Lengua Española
(RAE).
Como todo idioma vivo, el español
nunca dejó ni dejará de evolucionar; tampoco de ampliar su espacio de
desarrollo. Tan es así que hoy el español es la segunda lengua del mundo por el
número de hablantes nativos de la América Hispánica; vale decir, que es una de
las cuatro lenguas -junto al inglés, el chino mandarín y el hindi- más
habladas, y la tercera en comunicación internacional. Por consiguiente, el
español posee la tercera población alfabetizada del mundo, siendo una de las
lenguas más utilizadas para la producción de información en los medios de
comunicación; como también la tercera lengua con más usuarios de Internet,
junto al chino y el inglés.
La
Real Academia de la Lengua Española (RAE), con
sede en Madrid, es la Institución que tiene como misión principal supervisar y
velar por los cambios que experimenta el idioma española en su constante
adaptación a las necesidades de sus hablantes; eso sí, siempre que no quiebren
la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico a través de las academias
correspondientes de cada país. En definitiva, el idioma es algo vivo, en
permanente evolución, lo que hace que en ocasiones la RAE, deba mediar ante las
complejidades que se plantean en cada región.
En el primer capítulo de su “Manual” expresa
su rechazo unánime al lenguaje inclusivo, un snobismo de reciente
data. Agreguemos que esta obra de la RAE es una especie de guía práctica para
resolver las dudas ortográficas, fonéticas o gramaticales que se dan en la
evolución del idioma. De esta manera se considera innecesaria la inclusión
del doble género. El “todos” y “todas”,
que pretende utilizar “x”, “@” (arroba) o “e” en
lugar del correspondiente plural. Aparece así el “todxs”, “tod@s” o
el ridículo “todes”, que nadie sabe de dónde salió ni a quién se le
ocurrió, y cuesta imaginar a Cervantes, a Lope o a Quevedo, usándolo.
Además, la RAE subraya
con claridad que el género masculino, “por ser el no marcado, puede
abarcar el femenino en diversos contextos debidamente especificados en dicho
Manual”. Por lo tanto el plural es masculino e implica a ambos
géneros gramaticales; así que al dirigirse al público no es necesario ni
correcto decir “hermanos y hermanas, españoles y españolas, argentinos
y argentinas, ustedes y ustedas”.
Sin embargo, hoy en día, por grotescas razones
de contenido ideológico, o por un simple capricho, un creciente grupo de
ignorantes políticos y desinformados comunicadores, continúan con el error
y pretenden imponerlo por vías de un absurdo cargado de excesivo feminismo.
Aclaremos entonces que decir “ambos géneros” es correcto
solo cuando el masculino y el femenino son usados como palabras diferentes;
verbigracia, “damas y caballeros”, “toros y vacas”. Ahora bien, es
correcto o incorrecto decir “presidente o presidenta”. En español existen los
principios activos de la lengua, usados como derivados verbales; así, el participio
activo del verbo atacar, es atacante; el de sufrir, es sufriente y el de cantar
es cantante.
El rechazo de la RAE a las
expresiones del lenguaje inclusivo se entiende a las referencias que
se llevan a cabo únicamente a través de palabras de género femenino, como
sucede en los grupos nominales coordinados con sustantivos de uno y otro
género. Desde este punto de vista, sería posible la expresión los
españoles y las españolas, y no lo sería, en cambio, la expresión “todos los
españoles”; menos aún “todes”, en especial cuando el contexto dejara
suficientemente claro que abarca la referencia a las mujeres. También se
considera “inclusiva”, en esta misma interpretación del término, la
estrategia de emplear sustantivos colectivos de persona, sean
femeninos (la población española), sean masculinos (o el pueblo español), así
como la de usar términos nominales que abarquen en su designación a los
dos sexos (como en toda persona española, en lugar
de todo español). Estas formas o aplicaciones intentan
evitar el sesgo hacia un sexo o género social en particular, que resultaría
excluyente de otro. Por otro lado, si miramos el asunto desde una posición
imparcial, nadie necesita proteger a las mujeres si hay igualdad de derechos.
A este respecto se pueden observar
expresiones como Homofobia, Transfobia y Obesofobia, que aluden a
lo expresado; así como evitar la cosificación de las personas. A tal efecto, es
mejor decir que “los pueblos nómadas se trasladaban con sus enseres de un lugar
a otro”, y no que “los pueblos nómadas se trasladaban con sus enseres,
mujeres y niños de un lugar a otro”. Evitando de esta manera el uso
de la palabra mujer como sinónimo de esposa para evitar el uso
de señora o señorita, o señora de..., o viuda de... y utilizar el
apellido de las referidas mujeres. Al nombrar a Juan Pérez y María
García, y no al Señor y la señora Pérez, que suponen heterosexualidad y
prefiriendo formas neutras como pareja, relación, o cónyuge en lugar de novio o
novia; marido, esposo o esposa, haciendo que en tales casos, es correcto
decir: “El alumnado puede asistir con sus parejas”, en lugar
de "los alumnos pueden asistir con sus novias".
En la segunda interpretación, la
expresión lenguaje inclusivo se aplica a los términos en masculino que
incluyen claramente en su referencia a hombres y mujeres cuando el contexto
deja suficientemente claro que ello es así, de acuerdo con la conciencia
lingüística de los hispanohablantes y con la estructura gramatical y
léxica; en concreto, en seis de las lenguas románicas. Es esto lo que sucede,
por ejemplo, en expresiones como el nivel de vida de los españoles o
Todos los españoles son iguales ante la ley.
El problema, en mi humilde
opinión, es confundir la gramática con un machismo excedido de abusivo
feminismo por razones ideológicas o pretendiendo ignorar estas normas
debidamente estudiadas por los académicos. Ante la solicitud y rechazo
reiterado del lenguaje inclusivo, la RAE ya se había
manifestado en contra del uso de “x”, “e” o “@” como
marcas de género. Ya que, “el masculino gramatical funciona en nuestra
lengua como en otras; es decir, como término inclusivo para aludir a colectivos
mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos”. Algo que, según han
subrayado en diversas ocasiones la RAE, no tiene “intención
discriminatoria alguna”.
Para disipar dudas, aconsejo también
la lectura del libro Estilo de la lengua española según la norma
panhispánica. Este texto se refiere a dudas que surgen de una vida
cotidiana asociada ahora a la extendida tecnología que nos abarca. El lenguaje
no es una mera herramienta mediante la cual expresamos y comunicamos nuestras
ideas, sino que tiene la intención de hacerse pensamiento valorando las
palabras; se supone que se piensa cuando se habla y, al mismo tiempo, esto
representa y construye realidad. Es, además, el sentido y medio central
mediante el cual entendemos el mundo y construimos la cultura.
El debate en torno al lenguaje
inclusivo ha tomado mayor fuerza en el último tiempo, producto de las
discusiones de las organizaciones sociales feministas y de mujeres que han
vuelto a cuestionar el sentido común de la sociedad; pero resulta
inadmisible que ignorantes políticos para diferenciarse y quedar bien con su
electorado deformen nuestra bien estudiada lengua. La discusión acerca
de cómo incorporar a todas las identidades en nuestro español no es algo nuevo,
ya estaba presente y se ha profundizado en el último año gracias a diversas
intervenciones de los espacios sociolingüísticos públicos y privados.
Si revisamos los prejuicios
existentes que se suman en torno a nuestro ilustre idioma, uno de los primeros
es la idea de la deformación del lenguaje; esto es, la concepción
de que la lengua es un ente rígido o manuable y sin conexión
con los cambios socio-históricos. A pesar del empeño de los académicos por
rechazar su uso o minimizar sus alcances, el frágil lenguaje inclusivo se
afianza en los intercambios coloquiales y se instala en organismos públicos, a
la vez que estos avances parecen empujar los argumentos para avalar su
aceptación; también instalan el riesgo de transformarlo en un gesto de
corrección política sin impacto para corregir las desigualdades de género.
Hoy, en una nueva etapa evolutiva de
la discusión, sin tener en cuenta las argumentaciones de la RAE, ya son muchos
los organismos públicos que, de manera inquietante, lo incluyen en sus
protocolos de comunicación. Esta institucionalización a contrapelo, tiene en la
Argentina un correlato alarmante en las frecuentes apelaciones del profesor
Alberto Fernández, presidente de la Nación (persona con formación
universitaria), que se ha aficionado al “todes” y también
al “amigues”, seguramente por obsecuencia a su verborrágica
vicepresidenta y al osado economista que gobierna la provincia de Buenos Aires.
©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor
argentino
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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