EL VIAJE
Una niña flota sobre colinas verdes, un pez colorado se desliza
entre burbujas y corales; ese hombre sobrevuela mar abierto al tiempo que aquel
otro parece hablarle a la margarita que tiene en su mano ¿O es la margarita
quien le habla? Cerca, el feroz rinoceronte con fauces abiertas muestra dos
corazones por colmillos. El barco, llevando un único pasajero, se destaca sobre
el tapiz donde pueden leerse palabras
banales.
El mural en la estación del subte
-obra de un artista- vela con humor, ternura, surrealismo, aquello que podrían
ser vicisitudes de cualquier existencia. Mientras aguarda, observa.
Mira.
Recuerda:
Te
dejaré entrar en mi vida como quien sube
a un bote, dijo él
esa noche de lluvia. Ni a un
crucero ni a un buque, a un bote, subrayó. ¿Sabés de qué hablo, verdad?
Se refería a prudencia, habilidad,
equilibrio, tal vez. Fuera lo que fuese, no para cualquiera. ¿Le pedirá que
remen juntos? Llegado el momento ¿la nombrará, acaso, segundo timonel? Lo importante es que,
tratándose de quien se trata, lo dicho resulta toda una invitación. Más: una
nueva declaración de amor.
Generoso, cálido, algo rústico,
encantador. Vale pasar al siguiente
nivel.
Halagada por haber sido elegida
vuelve a concentrarse en el mural. Llaman su atención dibujos que hasta entonces no había
advertido. El hombre azul sostiene en la palma de la mano una casa diminuta de
paredes amarillas; lo rodean pequeños, parecen bebés con un único rulo por cabello. Más allá…
Los vagones llegan al andén. Cuando
las puertas vuelven a cerrarse es absorbida por la oscuridad del túnel
la incomoda tanto.
Sin embargo, lo sabe: se trata del trayecto más breve, directo. Aquel que le permitirá dejar atrás altas colinas,
mares encrespados, fieras peligrosas, para embarcar por fin. Embarcar en esa
nave con velas desplegadas donde él
aguarda.
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Título: El Viaje / Autora: Nora
Salgueiro, aporte de Carlos Penelas
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