EL
JINETE PÁLIDO
Amarrado a la "Reja de San Pedro",
alguien aguarda ser juzgado... Fue detenido justo antes de la salida del sol,
tal como estaba escrito. La hora al fin ha llegado.
Por la puerta del sud, rumbo al
"Callejón de los Milagros", el jinete pálido avanza. Su figura,
erguida sobre el caballo blanco, se recorta como en escorzo sobre el desparejo
perfil del caserío aún en sombras... Su mirada destella ramalazos de luz gélida
pero hermosa, como una aurora boreal.
(Seríamos capaces de reconocer esos ojos
hasta entre la multitud).
Va vestido de negro, como un predicador...
Pero, ¿quién es en realidad ese misterioso personaje? ¿Es acaso la misma muerte
o un muerto viviente? ¿Un ángel guardián o un fantasma del Averno?
(Como
en la historia bíblica del Apocalipsis, vendrá a juzgar a los hombres... Ya
hubo demasiados Mesías deambulando solitarios sobre la tierra yerma.)
Tiembla el reo, aplastando su mísero despojo
-tan sólo carne y nervios ateridos- resistiéndose ante la enigmática
presencia...
-Es Cheydk, el Príncipe del Fin del Mundo.-
sentencia Nostradamus, confirmando su hipótesis, catorce siglos más tarde.
-No, ese es Caifás, el sumo sacerdote, quien
juzgará al verdadero Nazareno: al culpable de todos los pecados.- dice Pilatos,
lavándose las manos nuevamente.
Entonces, una voz blanca (síntesis acústica
de todos los sonidos), más brillante que mil soles, abre como una llave mágica
el arcano del tiempo, cifrando la clave de misterios milenarios en tan sólo
breves instantes:
-Ahora nos toca resucitar al hombre, porque
él también murió con el Cristo... -expresiones de estupor se pintan en los
rostros expectantes-. Sucede que con la crucifixión del Monte de los Olivos
liquidamos todo de una vez: ideales, sueños, esperanzas, paz, amor... Hoy la
humanidad está en ruinas - explica casi con suficiencia el ángel vengador- y la
muerte del hombre común es necesaria para arribar a la iluminación, al Nirvana,
al estado de Gracia: dejar de ser el "yo" para ser el
"Todo".
-Yo no creo en la magia de la crucifixión.-
replica escéptico Merlín.-En la Edad Media, durante la Peste Negra, los
pecadores, únicos depositarios del mal, eran recluidos en las montañas...
-Sin saberlo, eres sabio.- lo interrumpe el
que hace justicia con sus propias manos- ¿Acaso Moisés, Jesús, Mahoma, todos
los grandes maestros no subieron a la montaña?...La montaña es el lugar sagrado
por excelencia. Y lo creas o no, la "magia" sólo funciona según tu
propia voluntad.- continúa diciendo, desviando ahora la mirada del Gran Jurado
hacia la "Reja de San Pedro".-Desde el pozo sin fondo de tu
conciencia, extrae la llave forjada en el fuego de la sabiduría y abre la
puerta, esa que tenías reservada. (Recuerda que en la casa de mi Padre muchas
puertas hay...) De la elección que hagas dependerá tu vida y tu salvación. -
atruena la voz del recién llegado, dirigiéndose ahora precisamente al
prisionero-.No seré yo quien juzgue tus acciones, porque tu propio pasado es el
que te condena.
(En el futuro, los arqueólogos investigarán
las posibles causas de su muerte: la posición pugilística de los restos
indicará que pudo haber soportado grandes embates, tal vez queriendo evitar una
avalancha de lodo y lava, como la de Pompeya, o quizás, luchando contra
poderosas fuerzas desconocidas...)
Moraleja: Todos, tarde o
temprano, terminamos siendo amarrados a la "Reja de San Pedro",
víctimas de nuestro propio "jinete pálido".
(Publicado en el libro de cuentos
“Narraciones fronterizas”, de su autoría)
©LIANA
FIRIEDICH, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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