LA DAMA Y LA ESPADA
Se
oía el andar, lejano, de aquel equino
transitando
al galope, bien llevado,
por
el bosque de acacias aún nevado.
Era
un sonido conocido, para él habituado.
Sólo
la Dama del tiempo ya vivido,
igual
del por vivir, misterioso y conocido
lograba
hacer ese andar extraordinario
brindando
singular modo a tal caballo.
Él
la aguardaba anhelante todo el tiempo
pues
su elevada presencia daba claridad
a
un preciso, pensado y sólido argumento
de
que la Dama, en su existir, era sustento.
Caminaba,
concentrado, meditabundo
el
leal, erguido y sobrio caballero;
la
mano derecha en el pomo de la espada
aguardando
el arribo de la mujer amada
ANTONIO
LAS HERAS, poeta
y escritor argentino
MIEMBRO ASESOR DE ASOLAPO ARGENTINA
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