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sábado, 14 de septiembre de 2024

LAS GAFAS DE VENECIA -Salomé Moltó, Alicante, España

 




LAS GAFAS DE VENECIA

 

Mi hermana Clara acababa de llegar a casa desde el hospital, donde había dado a luz a una preciosa niña de ojos azules, como muchos de los miembros de mi familia, excepto yo y mi madre que los tenemos marrones.

- Ve al cajón de la cómoda a ver si está allí el análisis de tu hermana y tráelo, yo voy a ver si todavía duerme -me dijo mi madre que estaba en casa de mi hermana para cuidarla en el posparto. Cual no fue mi sorpresa al abrir el cajón de la cómoda y ver mis gafas de Venecia que habían desaparecido hace un montón de tiempo. Eran unas hermosas gafas negras oblicuas con figuras de ángeles tocando trompetas dibujando el ángulo del ojo y cerrándose hacia la sien. ¿Cómo habían ido a parar mis gafas allí? ¿Me las había hurtado mi hermana? Con un montón de conjeturas circulando por mi mente llegué hasta el dormitorio de mi hermana, que al verme con las gafas en la mano, hizo un gesto extraño. 

- ¿Cómo es que tienes mis gafas de Venecia? Yo creía que las había perdido. Hace un montón de tiempo desaparecieron misteriosamente, me volví loca buscándolas, y, ¿las tenías tú?

- Sí, las tenía yo -repuso Clara desafiante.

- No hables que estás muy débil, has tenido un parto muy difícil y tienes que reposar 

-interrumpió mi madre un poco inquieta, ya que el ambiente se iba cargando de una tensión extraña. 

- Creo me debes una explicación -le dije a mi hermana; a mi hermana pequeña que acababa de tener una preciosa niña de ojos azules. Esa hermana doce años más joven que yo, a quien tuve que atender cuando mi madre iba a su cotidiano trabajo y que dejaba a mi cuidado. Esa mozuela que hubo que empujar y motivar para que terminara sus estudios que se casó con un hombre mayor, todavía no sé porque y que ahora, me miraba con un gesto de menosprecio retándome con la mirada. 

- Sí, las tengo yo, pero no porque te las robara, me las regaló Juan, tu marido -repuso desafiante. Mi madre, perspicaz como siempre, repuso alarmada: 

- Hale, dejaros de charla, tú acuéstate y descansa que lo has pasado muy mal. Tú vete a tu casa y ya lo discutiréis otro día. Muy turbada no sabía qué pensar. Intenté irme cuando observé un gesto de reto de mi hermana, algo amargo yacía en sus ojos, en su gesto.

- Estas gafas me las regaló Juan cuando estuvimos en Venecia, en nuestro viaje de boda. Las tenía gran cariño, por su belleza. Las venecianas se las colocan en Carnaval, y un día desaparecieron, así, sin más -repuse un tanto turbada.

- Sí, tu tenías las gafas, al guapo médico por marido, el trabajo en el bufete de abogados de padre, luego dos hijos, viajes, triunfos profesionales, sí lo has tenido todo y lo sigues teniendo, yo sólo pude optar a las gafas de Venecia, únicas por su belleza y por lo que representaban, vuestro amor romántico en la hermosa ciudad italiana.

- ¿Qué tonterías dices? Tú tienes tu trabajo, tu hogar, tus dos hijos, tu marido. ¡No te entiendo!

- Sí claro y si no hubiera sido por ti no tendría trabajo, ni casa, ni familia alguna -repuso Clara desafiante.

- Tienes un marido que te quiere y...

- Sí, un “hogar muy feliz” dijo con retintín. Un marido que no puede darme hijos, un trabajo que lo tengo por ti que has gestionado mi plaza en la peluquería. Sí la pequeña e insignificante Clara tiene un hogar, un hogar feliz ¿verdad? El tono de su voz se volvía agrio y mordaz. Llegado este momento sentí cómo un pánico se apoderaba de mí. Iba descubriendo con espanto que haber ejercido de madre, de mi hermana, tenía resultados nefastos.

- ¿Cómo un marido que no puede darte hijos? Tienes dos, anteayer trajiste al mundo una preciosa niña.

- Y con los ojos azules como tu marido y tus dos hijos -repuso con un gesto desafiante.

- Sí, tu pequeña hermanita empezó a ganar la partida cuando tu marido accedió a regalarme las gafas y después a darme los hijos que Mario no puede. Ya ves, en algo te tenía que ganar. Como un robot abrí la ventana y lancé al vacío las gafas, sin decir palabra volví a casa sin saber qué iba ser de mi vida a partir de aquel momento                                                                                                 

SALOMÉ MOLTÓ – Alcoy, Alicante, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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