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sábado, 14 de septiembre de 2024

VOLODIA TEITELBOIM - Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

 




VOLODIA TEITELBOIM, UN GRANDE DE LA LITERATURA 

En aquellos lejanos días de la década de 1960 yo era un muchacho entusiasta, devoto de la poesía de Pablo Neruda, que se acercó a él para estrechar su mano y escuchar una lectura de sus poemas. Sucedió en Buenos Aires, en la vieja casona de la Sociedad Argentina de Escritores del barrio de San Telmo. En esa ocasión también lo conocí a Volodia Teitelboim, que con Matilde Urrutia, la esposa de Pablo, lo acompañaba. Otro grande de la poesía, nuestro Raúl González Tuñón, me presentó ante ellos. Hubo luego una cena y una invitación del aedo chileno para que lo visitara en su casa de Isla Verde. En esa oportunidad, como buen atrevido, yo asombre al autor de Residencia en la tierra recitando de memoria algunos de sus poemas.

Al año siguiente, después de un tortuoso viaje en tren, cruce la cordillera y pisé la ciudad de Santiago por primera vez. Acaso con poco sentido de la oportunidad caí como peludo de regalo en plena campaña política cuando el Partido Comunista impulsaba a Neruda para la presidencia del país. Me apersoné en el diario El Siglo, que dirigía Volodia, y él, siempre amable y predispuesto, le encomendó a un periodista que me acompañara a Isla Negra, donde el poeta me esperaba. Fue como un sueño. Por lo atareado que estaba Neruda me iba a recibir por media hora; sin embargo, fui huésped de Pablo y Matilde durante casi dos meses. Ambos eran hospitalarios y gentiles, en tanto que VolodiaTeitelbaum, empezó a ser uno de mis más cercanos amigos.

Años más tarde, nos encontramos con Volodia en la Ciudad Universitaria de Roma, donde estábamos invitados por la Casa de Iberoamerica para participar de un homenaje a Pablo Neruda, y durante una semana compartimos el alojamiento desayunando juntos cada mañana. Lo recuerdo a Volodia como un hombre sencillo, generoso, noble y sincero amigo, de contagioso buen humor; dueño de una sensibilidad incomparable y de una cultura siempre asombrosa. Agrego que acompañándolo recorrí la milenaria ciudad y me fueron descubiertos por él rincones e historias que desconocía.

Cuando dirigí la revista Proa, Volodia Teitelboim fue colaborador permanente, e invitado por nosotros estuvo un par de veces en Buenos Aires. Durante los años 2001y 2003, debido a una de las tantas repetidas crisis de la Argentina, me radiqué por casi tres años en Santiago para proseguir la continuidad de la revista, que se concretó gracias al apoyo de la Editorial Universitaria. En aquellos días mi hábito favorito era visitarlo los sábados en su modesta vivienda del barrio de Ñuñoa. La última vez que estuve con él, poco antes de su muerte, me acompañaron Antonio Avaria y Alejandro Vaccaro.

Volodia Teitelboim era hijo de inmigrantes eslavos judíos y desde pequeño se interesó en la literatura. A los 16 años ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, donde se recibió de abogado con una tesis de grado titulada El amanecer del capitalismo y empezó a militar en las Juventudes Comunistas. En paralelo, trabajaba como periodista deportivo. Luego fue reportero, crítico literario y columnista de dos importantes periódicos de la izquierda chilena, el Frente Popular y El Siglo, que dirigió durante años.

Su vocación literaria hizo que en 1931, con una novela en su haber, fuera distinguido con el premio Juegos Florales de Santiago y en 2002 fue definitivamente consagrado al recibir el Premio Nacional de Literatura de Chile, oportunidad en la que tuve el honor de decir unas palabras durante una celebración que se hizo en la Biblioteca Nacional.

Pero volvamos atrás en el tiempo, en 1935 publicó en colaboración con el poeta Eduardo Anguita la Antología de poesía chilena nueva, donde recopilaron a los grandes poetas de ese país y Volodia desató una fuerte polémica, ya que omitió a Gabriela Mistral, acentuando la pugna entre Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda.

Buen estudioso de la poesía, fue precisamente Volodia quien señaló que el “Poema 16” de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada del futuro Premio Nobel era una paráfrasis del “Poema 30” de El Jardinero, de Rabindranath Tagore. Aunque en su momento los detractores de Neruda, como Huidobro y De Rokha, intentaron utilizar la anécdota para acusar al vate de un supuesto plagio, el hallazgo pasó a la historia de la literatura universal como uno de los más destacados ejemplos de paráfrasis. Casi no cabe agregar, que el propio Neruda, lo tomó con humor y reconoció que Volodia tenía razón. “Ha sido el gran plagio de mi vida”, bromeó el autor de Residencia en la Tierra.

Los libros de memorias de Volodia Teitelboim, como decía Avaria, no tienen desperdicio y merecen ser destacados, empezando por Un muchacho del siglo XX (1997), La gran guerra de Chile y otra que nunca existió (2000) y Noches de radio (2001), donde registra, desde su perspectiva política y social, un gran arco de situaciones y vivencias del siglo XX en su patria; también son famosas las magníficas y muy documentadas biografías que dedica a Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Jorge Luis Borges. Su obra también abarca la poesía y la novela, género en el que marcó un hito en la narrativa social con Hijo del salitre, que tiene como protagonista a Elías Lafferte, histórico líder comunista y pieza clave en el desarrollo del movimiento obrero de Chile.

Si fuera necesario ubicar a Volodia Teitelboim en una tendencia determinada, esa tendencia quizá sería el realismo; pero nadie ignora que los géneros literarios no pasan de ser meras ficciones utilitarias, cuando no estratagemas que favorecen a ciertas formalidades, y que lo perdurable y esencial es la sinceridad intelectual. La obra literaria de Volodia Teitelboim no fue ejecutada para justificar un debate, sino que fue engendrada como una necesidad imperiosa y se parece íntimamente al hombre de acción que la forjó.

Luchador infatigable, durante la década de 1940 sufrió por sus principios políticos la persecución y el exilio, una vez dictada por el entonces presidente Gabriel González Videla la absurda y reaccionaria Ley de Defensa Permanente de la Democracia (también conocida como “Ley maldita”). Volodia estuvo relegado y detenido en la localidad de Pisagua y cruzó la cordillera para refugiarse en la provincia de Mendoza.

Entre 1961 y 1965 fue diputado por Valparaíso.​ Un año después elegido como senador por Santiago, y permaneció en ese cargo hasta el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Durante la dictadura militar de Augusto Pinochet vivió el exilio en Moscú, en la entonces Unión Soviética, donde dirigió el programa Escucha Chile. Retornó clandestinamente a su patria en las postrimerías de la dictadura militar, presentándose a las autoridades en 1988 y exigiendo que se establezca un gobierno democrático en Chile, posterior al triunfo del “No” en el plebiscito de ese año.

Amigo que sigue vivo en la evocación y en su perdurable obra literaria, me honra recordarlo como uno de los grandes escritores que ha dado Chile y como el luchador social fiel a sus principios políticos. Volodia Valentín Teitelboim Volosky, nació en Chillán, 17 de marzo de 1916 y se sumó a los más en Santiago de Chile, el 31 de enero de 2008.

ROBERTO ALIFANOBuenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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