¿TENEMOS LIBERTAD CUANDO TOMAMOS UNA DECISIÓN?
¿Los seres humanos
gozamos de "libertad" o de "libre albedrío"?. En uno u otro
caso, ¿Cómo se ven afectadas nuestras decisiones?
Investigaciones
experimentales permitieron demostrar que el acto motor cerebral precede al
momento en que la persona siente la necesidad de llevar a cabo tal o cual
hecho. Dicho de otro modo: primero tiene lugar lo que puede denominarse una
actividad preparatoria del cerebro y recién después –hasta fueron medidas diferencias
de medio segundo– aparece en la consciencia de la persona la decisión de
realizar el acto. Hallazgos de esta índole llevan a suponer que las decisiones
humanas podrían estar predeterminadas por la interacción de las neuronas que
constituyen el cerebro.
Otros
estudios, realizados con neuroimágenes, constatan que el cerebro toma la
decisión de – por ejemplo – apretar un botón entre varios posibles, hasta siete
segundos antes de que la persona tenga la decisión consciente de hacerlo.
Pareciera así que lo que denominamos “decisiones conscientes” no serían más que
el resultado de una determinación previa cerebral. Esto es lo mismo que afirmar
que cada acontecimiento que ocurre en la vida humana – y que, imaginamos,
producto de una decisión racional consciente – no es otra cosa que el resultado
de un conjunto de reacciones físicoquímicas.
Libertad y libre albedrío
Si fuera de ese modo la libertad
humana no sería más que una ilusión de cumplimiento imposible.
Definiendo libertad como aquella acción que la persona realiza sin ningún tipo
de condicionamiento, fuera de la deducción racional y reflexiva que le permite
efectuar una elección a consciencia plena.
Esgrimiendo esta legítima
definición de “libertad” podemos concluir rápidamente que la misma es
inaccesible al humano en general. Agregar, a la vez, que la búsqueda de esa “Libertad”
con mayúsculas ha sido el propósito de aquellos que en la antigüedad formaron
sociedades secretas –las llamadas ordenes iniciáticas o escuelas de sabiduría–
intentando un pasaje de regreso a los Tiempos Primordiales, que todos los
libros sagrados relatan como el momento en que el humano estaba capacitado para
el ejercicio de aquella añorada Libertad.
Habida cuenta de lo reseñado, lo
que se mantiene como hecho concreto es la capacidad que el humano tiene para
ejercer su “libre albedrío”, que es una escala bastante menor que
la Libertad.
Puede definirse al “libre albedrío” como la habilidad para elegir, a través de la consciencia, una opción entre varias otras. Lo que implica que el libre albedrío no permite una elección absolutamente libre sino acotada a una determinada gama de posibilidades previamente conocidas.
Y
esto es así porque también la moderna Psicología de lo Inconsciente surgida
a comienzos del Siglo XX con el Psicoanálisis de Sigmund Freud y
las amplifica-ciones realizadas por su discípulo disidente el sabio suizo Carl
Gustav Jung ha demostrado que las decisiones conscientes siempre están
sustentadas (o sutilmente conducidas) por los contenidos albergados en lo
inconsciente.
La
consciencia es, pues, una herramienta muy precaria si lo que se busca es darse
permiso para una vida mejor. De allí que toda propuesta para indagar tanto en
lo inconsciente personal como en lo que Jung denominó “inconsciente
colectivo” (ese estrato psíquico donde moran las estructuras
arquetípicas que hacen a la esencia de la Humanidad) se torna ineludible).
Tanto
los rituales chamánicos como las técnicas arcaicas del éxtasis –expuestas por
Mircea Eliade– las ceremonias iniciáticas, la práctica de estados alterados de
consciencia así como los distintos abordajes psicoterapéuticos, sin dejar de
señalar las vivencias místicas o esotéricas. Son caminos posibles para este
encuentro con las fuerzas intrapsíquicas que son las que – en
verdad– determinan nuestras decisiones conscientes.
Sólo
quienes se atreven a recorrer las temibles cavernas del Infierno pueden
conocerse a sí mismos. Claro que para salir indemne de la visita infernal es
imprescindible viajar acompañado –como lo hace el Dante en la Divina Comedia–
por algún Hermano Experto. Esto es, alguien que previamente estuvo allí… y
regresó. Pues ninguno puede hacerlo solo.
El
encuentro con Uno Mismo es la vivencia más temible y aterradora que la
consciencia pueda imaginar.
El sendero de la individuación
Precisamente,
lo que C. G. Jung llamó Individuación, es el
sendero que cada persona debe recorrer para –como expresó Píndaro hace 25
siglos-, convertirse en quien, realmente. Es: Uno Mismo. Único e irrepetible.
Pero, claro, es un sendero sin certezas previas que exige adentrarse en
horizontes desconocidos. Sólo un mayor conocimiento de quien uno es permite
esclarecerse en lo que a uno lo rodea y, de allí en más, tomar decisiones con
elevado grado de Libertad. Libertad que nunca será total, absoluta; pero sin de
mayor alcance.
Explica
el Dr. Murray Stein –discípulo de Carl Gustav Jung- que “las dudas y las
angustias asaltan a la persona que se encuentra en mitad de un proceso de
Individuación. Un caos aparente y grandes dosis de incertidumbre acompañan este
viaje psicológico que persigue alcanzar una nueva integración y una mayor
consciencia.”
Cualquier persona puede hacerlo. Sólo hay que atreverse. Iniciar el recorrido y seguirlo; seguirlo siempre pues siempre es posible aumentar la evolución de la consciencia.
ANTONIO LAS HERAS – Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
Dr. en
Psicología Social y magíster en Psicoanálisis, filósofo, parapsicólogo e historiador. www.antoniolasheras.com
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