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sábado, 7 de septiembre de 2024

EL SUEÑO DE LE CORBUSIER - Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

 

EL SUEÑO DE LE CORBUSIER


Buenos Aires la reina del plata,
Buenos aires mi tierra querida.
Escuchá mi canción
que con ella va mi vida.
Tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera


“He nacido en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires”
Jorge Luis Borges

La arquitectura es una rama del arte con especializaciones para cada tipo de proyecto, que a partir de Marco Vitruvio Polión (siglo I a C, autor del tratado más antiguo que se conserva sobre la materia), descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas). La arquitectura se puede definir entonces como un equilibrio entre estos tres elementos, sin sobrepasar ninguno a los otros. No tendría sentido, por lo tanto, tratar de entender un trabajo de arquitectura sin aceptar los aspectos señalados. De hecho, cuando Vitruvio se atreve a intentar un análisis propone entender la arquitectura teniendo en cuenta, además, cuatro elementos esenciales: “orden arquitectónico (es decir, relación de cada parte con su uso), disposición, trazado en planta y alzado en perspectiva”.

Sujeta a las limitaciones y fortalezas de la historia como ciencia: existen diversas perspectivas en relación con el estudio de la arquitectura, la mayor parte de las cuales son occidentales. En la mayoría de los casos -aunque no siempre- los periodos estudiados corren paralelos a los de la historia del arte y existen momentos en que las ideas estéticas se superponen o se confunden.

Las ciudades están enfermas y Buenos Aires, como todas, sufre las consecuencias de los errores urbanísticos”, disparó en una de las conferencias que dio en 1929 Le Corbusier, cuando visitó la Argentina invitado por la “Asociación Amigos del Arte”, presidida por Victoria Ocampo, impulsora del viaje. Victoria lo había conocido en París y sentía admiración por Le Corbusier, uno de los referentes, sino el más emblemático, del Movimiento Moderno de Arquitectura, al que veía como posible artífice para las transformaciones de Buenos Aires.

​Como el gran entusiasta que era, Le Corbusier, sin duda tan soñador como pragmático, no le faltaba enjundia al exponer sus proyectos a quienes lo escuchaban. “Fue uno de los artistas más talentosos y convincentes que conocí”, reconoció Victoria Ocampo. En esa oportunidad, Le Corbusier dictó diez conferencias sobre Arquitectura Moderna y encantado por la ciudad que tan bien lo recibió y resplandecía de espaldas al gran Río de la Plata con tentadores espacios naturales, propuso desarrollar un plan urbano con argumentos tan adelantados como revolucionarios para la época; todos ellos innovadores, por supuesto. Contaba con el total apoyo de algunos colegas y, obviamente, de nuestra mecenas y escritora. Sin embargo, Le Corbusier se volvió a París con las manos vacías. Salvo Victoria y los urbanistas, la burocracia argentina fue indiferente al majestuoso proyecto.

Le Corbusier no se dio por vencido y durante más de veinte años lo siguió intentando, en ocasiones de manera casi obsesiva. Era, ya por la época que visitó Buenos Aires, además de uno de los grandes renovadores de la arquitectura moderna, un incansable agitador cultural, labor que ejerció con pasión a lo largo de toda su vida. Con sus escritos tenía una bien merecida fama de polemista y aportó un verdadero caudal de ideas innovadoras que han hecho que su obra influya decisivamente en la arquitectura posterior.

Su proyecto sobre la capital de la Argentina se basaba en la busca de una unidad, de una síntesis entre la arquitectura, el paisaje y la intensidad de la vida urbana. La mirada de Le Corbusier, aunque selectiva, era a la vez unificadora y recreadora. “Buenos Aires es una ciudad que le da la espalda a su gran río y en la mayoría de su dilatado trayecto lo desaprovecha”, había observado el maestro, aludiendo con esto a algo de lo que aún adolece, pese a tener una extendida y variada costa, poco aprovechada ediliciamente y sin su correspondiente estética. Señala que desperdicia ese precioso estuario solo enriquecido por instalaciones de antiguos puertos, tramos ferroviarios a nivel, una carretera y un aeropuerto que solo le dan vida.

Los temas de estas conferencias fueron publicados en la década de 1930 en el libro Precisiones, donde Le Corbusier expone su pensamiento crítico y donde también su insigne figura pareciera que no admite crítica al representar para la arquitectura lo que fue Picasso en la pintura, Einstein en la física y Borges en la literatura. Aunque nunca se recibió de arquitecto, ni tuvo estudios formales, su aprendizaje lo hizo desde muy joven, de manera autodidacta. Es así que los académicos definen su estilo arquitectónico como racionalista. Le Corbusier formó parte del movimiento moderno que proponía que la estética siguiera las innovaciones tecnológicas que formaban parte del mundo a comienzos del siglo XX, tales como: las máquinas industriales, los aviones o los grandes transatlánticos. Por eso llamaba a sus obras “máquinas para habitar”.

Para este revulsivo artista la nueva arquitectura debía cumplir cinco puntos fundamentales: “la pilotis que eleva las casas y las despega del suelo, incluyendo la circulación de automóviles, con su estacionamiento respectivo; la planta libre, diseñada sin las limitaciones de la estructura de muros tradicionales; la fachada, que se independiza de la planta y se libera de su función estructural; la ventana apaisada, que puede abarcar todo el ancho de la construcción, mejorar la relación con el exterior y permitir una mayor entrada de luz natural; y, finalmente, una terraza jardín para devolver la superficie robada a la naturaleza por la vivienda en la cubierta del edificio”.

Curiosamente, la única obra de Le Corbusier en la Argentina es la ya histórica “Casa Curutchet”, una vivienda familiar construida en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, entre los años 1949 y 1953 bajo la dirección de obra de Amancio Williams, otro de los arquitectos argentinos del Movimiento Moderno, y el más destacado en la primera mitad del siglo xx.

Como está registrado por sus biógrafos, cuando Le Corbusier decide emprender la gira americana, se encontraba en un punto de inflexión de su carrera. Tenía 42 años y ya había hecho las obras más emblemáticas y conocidas, como la Villa la Roche, la Villa Stein, el conjunto de Pessac, los prototipos en la Weissenhofsiedlung en Stuttgart y estaba iniciando la construcción de su famosa Villa Savoye, y quería dar el salto de arquitecto a constructor y recreador de ciudades.

No obstante, el influjo de las ideas de Le Corbusier para la Argentina fueron decisivas en el trabajo de muchos arquitectos. El llamado Movimiento Moderno tuvo una notoria influencia de este lado del Océano. En primer lugar, en lo personal, él era un trabajador incansable, que pintaba de día, iba al estudio profesional que compartía con su primo durante la tarde y por la noche escribía. Según testimonio de Victoria Ocampo era, además, “un personaje carismático que tenía una elevada autoestima, lo cual lo impulsaba a confrontar a través de propuestas o afirmaciones polémicas. La imagen que se tenía de él era la de un arquitecto revolucionario y progresista con ideas de izquierda”.

Felizmente en la Argentina Le Corbusier tuvo grandes seguidores como Ferrari Hardoy y Kurchan, dos arquitectos que trabajaron en su estudio de París e impulsaron sus ideas en todas las escalas, desde los grandes planes urbanos hasta el diseño de muebles y objetos.

Desde su visita a nuestra ciudad rioplatense, Le Crobusier imaginó convertir a Buenos Aires en la ciudad del siglo XX. Se pasó dos décadas intentando un plan urbanístico a su medida; veinte años de idas, vueltas, intrigas, contactos, discípulos y hasta traidores. Fue una frustración para él no poder concretar su sueño. Hoy, ninguna obra de la ciudad lleva su firma. Todo ese proceso lo recoge para nuestro tiempo La red austral, obras y proyectos de Le Corbusier y sus discípulos en la Argentina, un libro publicado por la Universidad Nacional de Quilmes que ofrece al lector la historia de su sueño irrealizado, sobre una ciudad que no fue como él la imaginara y es a la vez la desmitificación y reivindicación del gran maestro.

Charles-Édouard Jeanneret-Gris, conocido como Le Corbusier, nació en 1887 en Suiza y murió en Francia en 1965. La obra de Le Corbusier es una de las máximas propuestas de la arquitectura de todos los tiempos.

ROBERTO ALIFANO - Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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