ENSAYO SOBRE CREER O NO CREER
¿Por qué no ser ateo?
Cuando se dice “no creo en
Dios” se está haciendo una afirmación.
Pregunta: ¿Es usted
creyente?
Respuesta: No
Pregunta: ¿Puede demostrar
que no existe?
Respuesta: No.
Pregunta: Si no está en
condiciones de asegurar que no existe, ¿cómo afirma que no cree?
Sería una contradicción que al mismo tiempo se
afirme lo que se desconoce.
¿Por qué no ser agnóstico?
Pregunta: ¿En qué se
diferencia el ateo del agnóstico?
Respuesta: En que el
primero niega y el segundo duda.
Pregunta: ¿No es la duda
parte de la razón humana?
Respuesta: Ciertamente. El
titubeo conduce a la desconfianza.
Pregunta: ¿No habrá
entonces de arriesgar una respuesta?
Respuesta: La duda
permanente conduce a ninguna parte.
Pregunta: ¿Si no
existiera, podría el hombre pensarse a sí mismo? Todo esto plantea arriesgar
una respuesta. No sólo para comprender el Misterio, sino comprenderse el hombre
como posibilidad. Es el riesgo de la razón humana.
¿Por qué creer?
Quien se haga esta
pregunta es porque piensa, luego existe. Medítese lo que sigue: ¿Lo que no
existe puede darse la existencia a sí mismo?
La respuesta es: “NO”
(quien esté en condiciones de afirmar lo contrario habrá de soportar el peso de
la prueba).
De lo que se ha de deducir que se ha recibido
la existencia. Ha de existir un principio creador. Esta es la primera razón. El
creacionismo.
Llegado aquí surge la
contra-pregunta: ¿No puede ser todo producto del azar?
¿Qué es lo casual o el azar?: Sencillamente
una conjetura sin recorrido. Nada responde. Nada prueba, salvo pretender
relacionar algo indemostrable con otro algo también indemostrable. Es algo
irracional.
Una sencilla explicación
práctica puede ilustrar esta pregunta. Si ensayamos tomando la frase “Ser o no
ser. Esta es la cuestión” y cortamos las letras, las metemos en un cubilete y
lo volcamos en el suelo, según cálculos matemáticos de ensayo y prueba la
probabilidad de que pueda reconstruirse la frase y sus respectivos espacios es
de mil millones de intentos. Si tomamos un libro como el Quijote y hacemos lo
propio, sencillamente faltaría tiempo para conseguirlo, pues superaría la edad
de todo lo creado.
Y la segunda, que es
primordial, una confianza razonable en que la muerte no es el fin, respondiendo
al deseo del hombre de vivirse. Algo que el mundo no puede darle. ¿” Quis me leberabit a morte aeterna?”
Sí; como dice el “Requiem”, ¿quién me liberará del dominio de la muerte?
A pesar del sufrimiento y
la muerte, la vida no puede haber sido dada para terminar en la “nada”. Esperar
la nada como meta final, nada responde. Ha de tener un sentido. No ha de
corresponderse con un capricho o fatalidad. Quien ha dado el don de la vida ha
de conducirla a un fin. ¿Dudas…? Toda la
existencia humana está impregnada por la duda. Pero, el hombre ha de depositar
su confianza alguna vez. (Caminar sin rumbo en la vida conduce a ninguna parte)
La confianza radical en el Creador abre a la esperanza, contraria al nihilismo,
dando sentido a la existencia a pesar de sus contradicciones. El hombre no
puede ser el absurdo de sí mismo.
Meditemos por un momento
la afirmación que hemos hecho.
¿A pesar del mal? El viejo
Epicuro ya preguntaba por qué existe el mal. Si lo permite― decía― es porque no
es Bueno, y si no puede evitarlo es porque no es Omnipotente. ¿Cómo explicarlo?
El creacionismo es hijo del amor. El amor no
puede quedarse en sí mismo y tiende a comunicarse. Es como el fuego que se
propaga. Toda la evolución está encaminada a la aparición del hombre como
último fin de la misma (esta afirmación es el principio “antrópico”, del que
habla, no la filosofía ni la teología, sino la ciencia) El hombre ha sido
creado para que pueda vivir eternamente con el que le ha dado la vida. Pero,
debe aceptarlo libremente y para ello ha sido dotado de libertad durante su
existencia humana― no como una computadora programada que obedece sin tomar la
decisión―Ha de elegir entre el creacionismo o el azar y la nada. Si todo fuese
bueno desde el principio no habría elección, y, por tanto, ausencia de libertad.
Esta es la responsabilidad del hombre: su libertad.
¿Por qué creer en el
cristianismo?
Las religiones religan al
hombre con lo divino.
La condición del hombre es
su humanidad. Lo que ocurre es que los humanismos del mundo no pueden dar al
hombre la respuesta que necesita. Comunismo y capitalismo se presentan
antagónicos. Ninguno es “suficientemente humano” en su materialidad, y ninguno
puede responder al hombre por su deseo de vivirse más allá de la muerte.
El cristianismo, más allá
de ser una religión es un humanismo trascendente, hasta el punto de que lo
divino se hace humano para que el hombre pueda entender en qué consiste ser
verdadero hombre, más allá de la simple descendencia de un mono.
Sin embargo, después de
más de dos milenios el mal continúa presente en el mundo, por lo que habría que
preguntar: ¿Qué trajo Cristo realmente al mundo? La respuesta es: trajo a Dios,
no al que piensa la filosofía, el mundo e incluso las religiones, implicándose con
el hombre de dos maneras. Una trascendente, es decir, que el fin no es la
muerte sino el mismo Dios. Todo lo cual se convierte en un auténtico reto para
el hombre si se mira en la humanidad de Cristo, a pesar de la realidad de la
cruz de cada día. El cristianismo es “tan humano” que no puede ignorar la realidad
del dolor que es hijo de la libertad.
Evangelio divino y humano.
Lo divino se “humaniza” para que el hombre pueda alcanzar “divinizarse”, esto
es, integrarse en lo eterno de manera definitiva por pura gracia. El fin no es
ya la muerte, sino la resurrección iniciada como primicia en el Resucitado.
La vida es el tiempo para
aceptar libremente el don.
ÁNGEL MEDINA –
Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Blog
<autor: https://www.facebook.com/novelapoesiayensayo
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