BY EMILIANO PENELAS -
UNAS
POCAS PALABRAS SOBRE RICARDO E. MOLINARI
A Ricardo E. Molinari le dediqué mi poemario El mar en un espejo de otoño. Un libro que creció con lentitud, como todo libro de poemas. La composición y las viñetas las realizó Eugenia Limeses. Siempre he cuidado mis libros hasta el momento de entrar a impresión. Soy meticuloso, en la medida de lo posible, de cada detalle. Tuve la fortuna de conocer a grandes escritores - argentinos y extranjeros - quienes me aportaron su sabiduría, su experiencia. No sólo en lo cultural, la búsqueda de la belleza en sus diferentes miradas, sino en el cuidado de las ediciones. Molinari, en eso como en otras cuestiones, fue un ejemplo.
El libro, como señalé, está dedicado a la memoria de D. Ricardo E. Molinari,
uno de los poetas más importantes de Hispanoamérica. Olvidado, poco leído en
las últimas décadas. Tuve la fortuna de tratarlo y que reconociera mi poesía.
Rocío, mi compañera, fue secretaria suya durante años. Les alcanzo algunos
datos para que se enteren de su trascendencia.
La editorial llevó el libro a la Feria del Libro de Buenos Aires y a otras ferias de
América y Europa.
Ricardo E. Molinari, fue el poeta de nuestras llanuras, de nuestros grandes
ríos, de los cielos surcados de nubes y de pájaros, arrasados por los vientos
del sudoeste. A este paisaje argentino lo pobló de luz metafísica, lo iluminó
de historia y de tiempo, lo habitó con su voz personal y entrañable.
En medio de nuestra poesía rica y diversa, su obra tiene la estatura de las
cumbres más altas: es uno de esos cuatro o cinco nombres que sobreviven a
través de todo un siglo, indemne a los cambios y a los juicios versátiles de
las épocas.
Este hombre casi no tuvo biografía visible: la ocultó con pudor a sus críticos,
porque su vida iba haciéndose y expresándose en sus libros y
"plaquetes", que abarcaron en conjunto más de medio centenar de
títulos.
Recordemos, al pasar, que fue Premio Nacional de Poesía y académico de la
lengua en Argentina, considerado como uno de los poetas más grandes en español.
Vale la pena mencionar que Ricardo E. Molinari (Buenos Aires, 1898-1996) es un
autor de quien pudiera decirse que carece de biografía, En 1933 viaja a España,
donde conoce a Alberti, Lorca, Altolaguirre, José María de Cossío, Moreno Villa
o Gerardo Diego. Este viaje, en que Molinari actuó como nexo entre los poetas
de las «dos orillas» (el 27 español y el 22 argentino), implicaría un cambio en
su obra. De este modo, su acervo literario se enriquecería con el legado de la
métrica del Siglo de Oro y de la lírica de los Cancioneros medievales, que
conformaban el sustrato cultural de los poetas españoles contemporáneos. Algunos
rasgos de la personalidad lírica de Molinari pueden relacionarse con los de
tres autores españoles coetáneos, Lorca, Alberti y Gerardo Diego.
Ahora la palabra de Rodolfo Alonso: “No es casual, en nuestros días, para una
sociedad que sólo aplaude el show o la frivolidad más absoluta, dejar de lado a
un alto poeta o a un hombre capaz de definirse, en vida y obra, “Distinto,
distante”, como señaló Antonio Pagés Larraya. Y tal desapego por las
personalidades hondas y apartadas podría considerarse, en realidad, la más
despiadada autocrítica que esa sociedad puede hacerse a sí misma. Hace ya
tiempo, y no poco irónica o desoladamente, André Malraux supo enunciar que
“nuestra civilización vive en lo sensacional como la griega vivió en la
mitología”.
Había nacido en Buenos Aires en 1898, el 20 de mayo, y quedó huérfano a los
cinco años. Se crió con su abuela materna, uruguaya, en una antigua casa de
Villa Urquiza. Dejó sus estudios para dedicarse a la poesía; su formación la
debe, por una parte, a los clásicos españoles (de ahí su predilección por el
romance, las coplas, el soneto) y a la poesía francesa, en la cual erigió como
maestro a Mallarmé, que insufló a su siempre luminosa expresión cierto atravesamiento sintáctico, cierto gusto por palabras recónditas, poco usuales.
De joven integró el grupo generacional más destacado de nuestro siglo XX
literario: el que reunió en torno de la revista Martín Fierro, junto con
Borges, Marechal, Girondo, Bernárdez, Mastronardi, González Lanuza, Nalé
Roxlo...
En 1927 apareció su primer libro, El imaginero, y dos años más
tarde, El pez y la manzana. Hacia 1933 viajó a España, donde
conoció a los brillantes poetas españoles de la generación del 27: García
Lorca, Alberti, Altolaguirre y Gerardo Diego, uno de sus descubridores. Ya
casado, ingresó como empleado en el Congreso de la Nación, ocupación que
desempeñó hasta jubilarse.
Su obra, incesante y sostenida, fue imponiéndose gradualmente, sin apuros ni
pausas. Influyó, sin duda, en muchos de los poetas que integraron la generación
de 1940, pero no ha sido suficientemente reconocida por promociones
posteriores, más atraídas por modelos europeos y norteamericanos. Es que, como
decía Eduardo Mallea respecto de ciertos escritores, Molinari nació sin mito,
ese mito que hace inexplicables muchos triunfos y que va aliado a
extravagancias, psicopatías o accidentadas peripecias biográficas. Por otra
parte, despreció el afán publicitario. De ahí que, pese a ser uno de los más
altos poetas hispanoamericanos, no haya sido objeto, internacionalmente, de
distinciones espectaculares, aunque su nombre ocupe siempre un lugar
distintivo, en cualquier buena antología del continente.
Buenos Aires, octubre de 2023
CARLOS PENELAS, Buenos Aires,
Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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