CEMENTERIOS DEL ESPACIO
A H.P. Lovecraft, y su cosmogonía
del terror cósmico… En
particular, in memoriam del Prof. Daniel Barbieri (Croci) y Santiago E.
Oviedo (in memoriam), creadores del
Círculo Argentino de Ciencia Ficción y del Premio “Más Allá” (Argentina). Y al escritor platense, Lic. Carlos Enrique Abraham, creador
del Magazin gráfico “Nautilus” y autor del monumental ensayo “La Literatura
Fantástica Argentina en el Siglo XIX”.
Ha sido un buen negocio, sin duda. Aunque ya no exista. Nunca más.
COCHERIA DEL ESPACIO "VIA NEGRA" S. A. ¿Risueño?; tal vez.
¿Imposible?; quizás.
Es que haber presidido un Cementerio
Espacial tuvo su parte cómica. O de ácido humor (entre los accionistas).
También de imposibilidad (una cuestión de intereses). Pero no hay negocio que
triunfe sin una pizca de ingenio, riesgo y voluntad. Y buena publicidad.
Su muerto, mejor conservado. Muertos
saludables y selectos (no cualquiera tiene un mausoleo en las nubes). Sin
corrupción de la carne a causa del vacío y su misteriosa bondad. Servicios
complementarios. COCHERIA DEL ESPACIO "VIA NEGRA" S. A., con dos
salidas al mes; previo tratamiento de conservación. Flores gratis. Y un paseo
para usted. Con una inmejorable excusa para viajar a las estrellas; no olvide
que todo lo demás, es obra y gracia
del PODER ARMADO. O hace turismo macabro, o no conocerá la emoción del espacio.
Y hasta, quién sabe, algún día, ¡la fórmula!; y entonces (alquilaremos
arcángeles), con sonido de trompetas, el hombre resucitará. El cáncer y el sida tendrán su fin. Pasarán algunos
años, pero el hombre lo logrará. Y, si sobreviene a la GUERRA... entonces habrá
tiempo. Todo el que quiera. No desespere. Sólo ahorre su dinero para volar
hasta aquí. Tendrá, de por muerte, la más segura protección... Porque el hombre
encontrará el camino, y, antes que el Universo se desintegre, lo logrará. Verá.
Ahora no hay
necesidad de flores. Inclusive, las visitas permitidas al comienzo del negocio
floreciente, han terminado. Es como si los Tiempos Finales hubieran llegado.
También para "ellos", que están ahí, y se han adelantado como
tantos otros a la frontera de lo desconocido. Nadie rezará oraciones (aunque la
Gran Cruz brille, insólita, entre las lunas de aquella inmensidad desolada). Es
que, o la gente se ha olvidado de sus muertos, o ya no puebla la TIERRA para
recordarlos.Y uno se pregunta, pues, si habrá vivos allá abajo todavía...
Sí, han transcurrido muchos años desde las majestuosas peregrinaciones
programadas al abismo, llevando los cuerpos en cohetes mortuorios y hacia el
frío celestial.
Ahora no hay necesidad de flores. Ahora "ellos" flotan,
en sereno tiovivo, confundidos con la eternidad del espacio transformado en
tiempo insomne... Ordenados y brillantes, en cajas metálicas del mejor acero. De
vez en cuando, claro, revisar los sellos. Evitar que algún cofre se abra, y la
monotonía sepulcral de los cadáveres viajeros, se rompa...
Hasta que algo, al fin, suceda.
Es un viento extraño. Un viento como los del abuelo Bradbury,
escapado de su Carnaval de la Muerte, lejos, en el PAIS DE OCTUBRE que alguna
vez existiera, como tantas cosas que su memoria ha empezado a olvidar. Más que
sentirlo, lo presiente.
Un viento fugado de algún agujero fantástico, como ráfagas de
palabras sensoriales escapadas de aquel bello libro de terrores y ternuras.
Por cierto que la situación de la Nave se ha complicado después de las
últimas noticias recibidas. El equilibrio de la GUERRA se encuentra a punto de
quebrarse y la seguridad del planeta, de sus sobrevivientes, críticamente
amenazada. Sólo su especial condición de espacio santo ha evitado que alguno
de los misiles dirigidos contra las Bases Lunares, lo destruyera. Destruyera la
vida de la muerte, en asfixiante ironía. Y en cualquier instante pueden
cortarse las comunicaciones o recibirse la expresiva imagen del APOCALIPSIS,
abriéndose como una flor mortal y radiactiva en el Universo...
Y ahora este viento secreto desgarrando el vacío que contiene a la Estación Orbital.
De pronto, un
susurro. O un presentimiento. Por lo demás, la linterna del abuelo, es el
ABUELO COMANDANTE. Chasqueando brillos entre los ataúdes de acero y hielo, gira
leve y lentamente, de izquierda a derecha por la colmena de muertos que
persisten en su inútil espera.
No obstante, el invisible viento continúa alertando el alma,
mientras la linterna danza su danza de las estrellas, y el ABUELO COMANDANTE
arriba a la escotilla creyendo que sus muertos, a pesar de la hecatombe en la
TIERRA, siguen en paz, soñando su eternidad de sueños acerca de la definitiva
libertad. Hasta se le ocurre pensar que ellos y "ellos", no son
más que una misma cosa.
Muertos que velan a sus muertos. Porque el viento no cesa, y el susurro, o el presentimiento, se ahonda...
Recuerda hace diez años, más o menos. Cuando el miedo al espacio
superaba sus ansias de aventura.
Abuelo, tengo miedo, decía. He soñado algo muy feo. ¿A ver?, ¿cómo es
eso? Cuéntame, hijo; respondía.
Abuelo, un hombre, un hombre de negro subido a la azotea de la casa
vieja, arrancaba con su brazo de elástico, alargado, una por una a todas las
estrellas. Y el payaso del cielo lloraba porque su traje de fiestas quedaba sin
lentejuelas...
Tengo miedo, abuelo. Pero no existe ese hombre, hijo. Se trata de un mal sueño. Nada más. Porque aquí, vos sos el dueño de las estrellas. Y nadie podrá arrancártelas. Nadie en el mundo podría hacerlo... Al contrario; ellos se sienten seguros ya que, nosotros, desde las nubes, cuidamos sus sueños y el sueño de sus muertos. Y no debes tener miedo, porque algún día tendrás una gran responsabilidad: encerrarme en uno de esos cofres que giran, y cuidar también mi espera. Heredarás así la esperanza de la Humanidad... Y eso, abuelo, ¿cuándo sucederá?
El viento ha llegado.
El abuelo duerme, y él, no logra conciliar
el sueño. Excepto por algunos guardias que controlan sistemas de rutina, no hay
movimiento aparente en el cementerio espacial. Es noche en la mente de los
hombres que pueblan este hogar ficticio y planeado artificialmente hasta el
último detalle. Se levanta. Mira hacia las tumbas negras con su enorme
crucifijo de luz de faro centelleando el puerto oscuro.
Entonces, el viento toca las tumbas y las tumbas se abren, y "ellos" salen,
desesperándose, en busca de la luz mayor. El estupor lo paraliza. Puede
tratarse, aún, de una pesadilla. Como cuando era niño. Pero "ellos" se dirigen hacia allí.
De a millares. En busca de la Nave. O del ABUELO COMANDANTE. Está seguro. Vienen a preguntarle por su
planeta, por sus familias y casas, por sus trabajos y huertas. Por sus vidas e
ideales. A pedir que les devuelvan sus mundos de polvo y locura nuclear... Y no
será posible.
Por lo demás, el casco de la Nave no
resistirá a sus golpes sobrehumanos, todos morirán. Morirán sin tumbas
espaciales, y, unidos a "ellos",
clamarán por lejanas auroras y se dispersarán, como ciegos jinetes, entre los
pliegues brillantes del payaso del cielo.
Como los únicos y verdaderos muertos del Universo.-
ADRIÁN
NÉSTOR ESCUDERO, Santa Fe, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO
ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario