MAYO FRANCÉS
Allí estuvimos. Dormidos de futuro,
en barricadas redentoras de museos,
conjurando pianos, óleos, manuscritos,
Invadiendo los poros, el principio y el fin de las estrellas,
el hiato entre lo infinito y el océano.
Así íbamos recorriendo el ocio, el devenir,
los nombres que abrigaron la infancia,
levantando paraísos y bandadas de pájaros,
alzando lo sagrado en la ternura,
con camelias ácratas entre alondras y hocicos,
citando a Trostky, a Cohn-Bendit, a Pasolini,
moradas deslizantes y sueltas,
trovadores místico nimbados de esplendor.
Íbamos a barlovento, abiertos de verano, desnacidos.
Y la quimera acrecentaba nuestra risa,
despertaba al viento en un domingo rojo.
El tiempo era inocente, distraído.
La muerte una herida rebelde, innominada.
Escribíamos muros con palabras bellísimas,
íconos con estrellas aterrando a burgueses.
Escuchábamos la hondura y el latido del alma
insondable como el cosmos.
Llevábamos una cítara traslúcida
para besar la espuma de los días.
Para hablar de Sarrazin en andenes del sur.
Respirábamos lo edénico, el tumulto,
loa sollozos del mar, la singladura de los ángeles.
Perdurable es el aliento del follaje
como tu bondad ascendente
sobre la mirada de los hijos.
Carlos Penelas
(1946)
CARLOS PENELAS, Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Allí estuvimos. Dormidos de futuro,
en barricadas redentoras de museos,
conjurando pianos, óleos, manuscritos,
Invadiendo los poros, el principio y el fin de las estrellas,
el hiato entre lo infinito y el océano.
Así íbamos recorriendo el ocio, el devenir,
los nombres que abrigaron la infancia,
levantando paraísos y bandadas de pájaros,
alzando lo sagrado en la ternura,
con camelias ácratas entre alondras y hocicos,
citando a Trostky, a Cohn-Bendit, a Pasolini,
moradas deslizantes y sueltas,
trovadores místico nimbados de esplendor.
Íbamos a barlovento, abiertos de verano, desnacidos.
Y la quimera acrecentaba nuestra risa,
despertaba al viento en un domingo rojo.
El tiempo era inocente, distraído.
La muerte una herida rebelde, innominada.
Escribíamos muros con palabras bellísimas,
íconos con estrellas aterrando a burgueses.
Escuchábamos la hondura y el latido del alma
insondable como el cosmos.
Llevábamos una cítara traslúcida
para besar la espuma de los días.
Para hablar de Sarrazin en andenes del sur.
Respirábamos lo edénico, el tumulto,
loa sollozos del mar, la singladura de los ángeles.
Perdurable es el aliento del follaje
como tu bondad ascendente
sobre la mirada de los hijos.
Carlos Penelas
(1946)
CARLOS PENELAS, Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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