SE NOS HA MUERTO UN SUEÑO
de madera olorosa,
se nos ha muerto un sueño,
algo que era entre el pájaro y la rosa.
Fue su vida exterior tan imprecisa
que sólo se lo vio cuando asomaba
al trémulo perfil de una sonrisa
o al tono de la voz que lo nombraba…
Más que te importa el nombre, carpintero,
era un sueño de amor. Tu mano clave
pronto las tablas olorosas, quiero
enterrar hondo el sueño flor y ave.
¡Al compás del martillo suena un canto!
«No vayas al campo santo,
porque los sueños de amor
no mueren. Se muda en llanto
su forma de ave y de flor.
CONRADO NALÉ ROXLO, Buenos Aires, Argentina
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