SÍNDROME DEL PECADO
ORIGINAL
Ansiedad - Angustia - Desesperación
La primera sensación
displacentera que sintieron nuestros primeros padres después de haber
desobedecido a Dios, ha sido, sin duda, la incertidumbre. Una zozobra del ánimo
ante la espera de “algo” que presentían, de “algo que habría de ocurrirles”
pero que ignoraban cuándo y cómo. Y esa “emoción de la espera”, es lo que se
llama ansiedad.
Conocido el castigo y al ser expulsados del Paraíso, la incertidumbre pasó a
ser angustia (episodio repentino de miedo muy intenso;
taquicardia, palpitaciones, sensación de ahogo...). Y esto es, seguramente, lo que sintieron
Adán y Eva al recibir la sentencia. Desde entonces y tal como la conocemos, la
angustia real pasó a ser el resultado de una pérdida de las relaciones humanas
que proporcionan seguridad.
Y la ansiedad y la angustia, juntas, socavando la fe suelen llevar a la desesperación, la
que nació en los arrabales del Paraíso cuando el hombre tuvo, por primera vez,
la sensación del no retorno; la de no poder volver atrás.
Un símil de lo
expuesto podemos hallarlo en el acto de nuestro nacimiento: el paraíso
protector del útero materno; la ‘ansiedad’ que, seguramente, originan en
nosotros las primeras contracciones; la ‘angustia’ de pasar por el angosto
canal del parto y, por último, con el corte del cordón umbilical, la total
‘desesperanza’ del regreso.
También aquí, y es lo
que quiero hacer notar, existe un paralelo con las tres fases del síndrome
general de adaptación de Hans Selye y su teoría del estrés:
1) la ansiedad corresponde
a la primera etapa del SGA, llamada reacción de alarma.
2) La angustia equivale
a la segunda etapa del SGA, o etapa de resistencia.
3) la desesperación coincide
con la tercera etapa del SGA, que es la etapa de agotamiento.
La ansiedad, la angustia,
la desesperación, así, en ese orden (como en el bolero de
Osvaldo Farrés “Toda una vida”, que bien pudo habérselo cantado
Adán a Eva), conforman lo que llamo síndrome del pecado original;
el primer gran estrés con el que todos venimos al mundo.
Se trata de una tríada sintomática que, en
mayor o menor grado, sigue estando presente en todas y cada una de las situaciones
de estrés, a lo largo de toda una vida.
ANSIEDAD
La ansiedad se
vivencia en la anticipación de un futuro incierto, inseguro y/o amenazante. Es
un estado psicológico displacentero, sin expresión somática manifiesta,
descripto como expectación penosa o desasosiego ante un peligro impreciso.
La ansiedad (del
latín anxietas, atis, acongojado) es una experiencia
común a la especie humana, que se la podría definir como “emoción de la
espera”.
En síntesis: en ella está implícita la incertidumbre, el presentimiento, la inseguridad. La ansiedad es una tensa expectativa y es un desasosiego que no reconoce una causa exterior.
ANGUSTIA
La
angustia (del latín “angustus” o “angustiae”, angostura, estrechez, dificultad)
tanto puede ser temor opresivo sin causa aparente, como miedo al castigo, vivencia de amenaza,
congoja, presentimiento de la nada.
Hay dos tipos de
angustia: la real o conflictiva, cuya causa reside en el “exterior” del sujeto
y es el resultado de una pérdida de las relaciones humanas que proporcionan
seguridad; y la vital, eminentemente existencial, producto de un interrogante
sin respuesta (1).
La ansiedad nació con el pecado original y la angustia con el castigo Divino. El sentido de este último es la culpa y ésta se resuelve en desesperación, en la certeza del no retorno.
(1) -básica: La que se experimenta en la infancia ante la sensación de estar solo y desamparado en un mundo hostil (Horney). // -primitiva. La que se experimenta al nacer (trauma del nacimiento) y es a la que se remiten todas las angustias posteriores (Rank). // de situación. Sensación de aprensión que sobreviene al iniciar alguna empresa.
DESESPERACIÓN
La desesperación es la pérdida total de la
esperanza.
Es una emoción que conmociona y encapota el ánimo,
haciendo perder la capacidad de obrar de manera razonable. Desesperación es no
encontrar la salida y entregarse a lo irremediable. Es un desasosiego con
sensación brusca de pérdida y ausencia de todo cobijo y amparo.
La desesperación es un “manoteo a ciegas” seguido
de abandono y entrega; es la aceptación del fin.
Es una confusa sensación de acorralamiento, sea
éste real o no, del que, en casos extremos, se busca salir o escapar mediante
el suicidio.
La desesperación es un “estar
desorientado y no saber…”
LUIS ALPOSTA,
Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR
CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
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