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sábado, 19 de agosto de 2023

JULIO, el loco - MARÍA ROSA GALLARDO, Buenos Aires, Argentina

 



JULIO, el loco

 

En una pequeña ciudad partida en dos por una vía del ferrocarril, vivía una familia compuesta por la madre, el padre y nueve hijos, ocho varones y una mujer. Ellos vivían en la ciudad, del lado de casas bajas, con muchas flores, plantas, costumbres y hábitos de lugareños que habían llegado por tren, del interior de la provincia. El otro lado de la vía, era el campo, desierto, despoblado, siniestro, solo se veía de vez en cuando Don Severo. Había un puente de fierro, donde decían vivían las brujas todas ellas hermosas, de largas cabelleras rubias, pero con uñas muy largas y dedos en forma de garras.

Ambas partes de la ciudad, estaban unidas por una larga y muy alta pasarela, que en realidad, era el paseo obligado de las familias, los fines de semana. Siempre recomendaban, no vayan más allá de la mitad de la pasarela…, no se sabía si era por Don Severo y su carruaje o por las bellas brujas, pero esto asustaba e intrigaba…

En esa familia estaba Julio, uno de los hijos del medio, apodado “el loco”, jugador de fútbol de uno de los clubes más importantes de la ciudad. Al “loco”, que era alto, rubio, elegante con un bigotito finito y seductor, como mágico, pues cambiaba de color, lo conocían todos, los chicos, los grandes en el barrio, en el centro y atrás de la vía o sea Don Severo y las brujas también.

Por qué le decían “loco” a Julio? Porque él decía que tenía sus pies alados, lo que le permitían ser muy hábil con la pelota, enloqueciendo a los rivales y goleándolos.

Para la familia, era el héroe, ni que hablar de las jóvenes del barrio, todas enamoradas de él. Pero él ya tenía su elegida, con la que tuvo dos hijas: Ankara y Kiwita. Pero también compartía su amor una vez por semana, con “ella”, ante la atónita mirada de una de las brujas que juró y perjuró que su hechizo mataría ese amor y efectivamente un día “ella” le dijo que no se verían más. A lo lejos, se escuchaba la risotada de esa bruja que había podido llevar a cabo su magia, con sus celos y su maldad.

En la ciudad, estaba la bruja buena, llamada Ikal y su hija Achik, quien al enterarse de lo ocurrido, con determinación y coraje, pensaron en un gualicho para salvar las alas de los pies de Julio, pues era el próximo paso de las brujas de atrás de la vía. Achik más joven y resuelta pensó en ir en busca de Don Severo, que era respetado por todos y juntos fueron a lo de la curandera del pueblo, Doña Salta, quien les dió la solución.

Pero el tiempo fue pasando, el atrás de la vía, creció y creció, se pobló, se convirtió en un lugar pujante, sin espacio para brujas hermosas, aunque ellas seguían escondidas en el puente de fierro, haciendo sus maldades.

El loco también creció, sus pies alados ya no volaban, su bigotito ya no cambiaba de color, ya no jugaba picados con los chicos del barrio, ya no escuchaba el saludo de quienes lo conocían: Chau loco, cuida las alas loco… Esto lo angustió, sumado al adiós de “ella”, se sumió en una profunda depresión que lo llevó a guardar sus alas y alejarse del arco de la vida…

Muchos piensan que la hermosa bruja, llamada Machina, que solo quería dinero y sus carcajadas hipócritas se oían ya en toda la ciudad, porque el sonido se tornaba parecido al cacareo de una gallina, había terminado con el loco…

 

MARÍA ROSA GALLARDO, Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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