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sábado, 26 de agosto de 2023

EL LUGAR - Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina

 



EL LUGAR

A veces, cuando indago en mis recuerdos, encuentro una casa de paredes muy blancas. Toda blanca. Blanca por fuera, pintada a la cal; blanca por dentro, con azulejos blancos. Los muros parecían ser de cemento. Si… no podían ser de otro material… Eran altos, lisos, imposibles de escalar. Por encima, alambres de púas retorcidos a la manera de los campos de concentración o de las trincheras. Causaban dolor en la piel con sólo mirarlos.

Las puertas eran blindadas, gruesas, tan fuertes que únicamente con aquellas grandes llaves de acero se podían abrir.

El patio era blanco y amplio. En algunos lugares, como puestos al descuido, había bancos de granito… también blancos.

Añosos árboles daban a los que se paseaban por allí su sombra a veces protectora, otras no tanto.

El césped estaba cortado de manera demasiado prolija para mi gusto. No se le permitía a la hierba crecer desordenadamente, lo cual hubiese sido un vano intento de libertad vegetal…

La palabra imposible parecía reírse en secreto de todos nosotros y, cada vez que soplaba el viento, desde las ramas de los viejos árboles se podía oír: “¡IMPOSIBLE HUIR!”, a veces, el viento cesaba y llegaba la lluvia repitiendo con su golpeteo: “¡IMPOSIBLE HUIR!”.

En el patio, más de una vez, fui testigo de ese deseo inútil de escapar. El “loco” Ariati arreaba gansos imaginarios por el desierto, camino a Tánger. Entonces, los practicantes venían, lo llevaban en camilla hasta la enfermería y lo calmaban. Poco a poco íbamos perdiendo nuestra identidad. No éramos ni siquiera números, sólo uniformes grises.

Los familiares fueron espaciando las visitas hasta abandonarnos.

Pero, ¿cómo llegué hasta aquí? Imprevistamente, un día mi mente comenzó a elaborar los recuerdos. Era como armar un esqueleto pieza por pieza, hueso por hueso. Todo en su lugar exacto, hasta culminar la forma de la realidad:

Algo me obsesiona: Veo a Laura besando a Roberto y me arrojo sobre ella, Roberto me golpea, yo reacciono y le muerdo una oreja, le cortó el pedazo y la mastico hasta tragarla, Roberto pierde mucha sangre y trata de tapar la herida con un trapo, yo comienzo a desnudarme y así, sin ropas, corro por las calles gritando: “¡Qué sabrosa es la oreja de Roberto! ¡A mi me gusta la oreja de Roberto y a Laura le gustan los besos de él!”. La policía me detiene, me envuelven en una sábana para tapar mi desnudez y me llevan a la seccional, una vez allí, subo sobre el escritorio del oficial a cargo y orino sobre los papeles y la máquina de escribir, luego, me siento en el piso y pido un diario que tenga noticias sobre la bolsa de Wall Street. En lugar del diario me dan un calabozo de dos por dos con una cama de cemento, luego me traen ropa dos tallas más grandes que la que uso y allí pasó la noche. Días después, me llevan ante un tribunal. Cuando entro a la sala grito delante del Juez: “¡Soy un espantapájaros!”. Alguien dice: “¡Está completamente loco!”, entonces me traen aquí, me dan otro calabozo, ahora de tres por tres. Es más cómodo, además, acá tengo cama; colchón; sábanas limpias, baño para mí solo. A veces me estanco y me quedo un rato con los brazos extendidos en cruz. Me regocija ver que ningún pájaro se acerca. Ja,ja,ja… ¡Me tienen miedo!

Me han quitado el bien más preciado: La libertad.

Si me pongo triste, recuerdo el himno nacional y sus versos resuenan en mis oídos: “¡Libertad, libertad, libertad!” Cuando esto ocurre, vienen los asistentes porque oyen mis gritos desaforados, me arrastran hasta un cuarto vacío y me bañan con agua helada. Luego me secan, me visten con un traje color gris, me ponen una corbata azul y me conducen hasta una oficina, allí, me indican un sillón, me siento con las piernas cruzadas y miro hacia fuera por la ventana contemplando a los pobres contagiados que recorren el patio.

Pienso que, después de todo, no es tan terrible perder la libertad para llegar a ser el Director de este establecimiento de salud mental.

Mi vieja siempre insistió para que hiciera la especialidad de Psiquiatría.

Creo que sus deseos no fueron muy acertados.


NORBERTO PANNONE, poeta y escritor argentino


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