EL TREN
Advierte que está a punto de entrar en su sueño.
Ella se encuentra en la estación, una estación suburbana. Es una joven con
glamour, aparentemente desinhibida, conoce su cuerpo. Usted descubre que lleva
un pañuelo en la cabeza, anudado, sin lazada. Un pañuelo bordó. Luce colores
neutros; la ve inquieta. Tiene sensualidad al caminar, con senos para ahuecar
las manos. Pero su mirada es tímida; reprimida podríamos decir. Hay algo
obsesivo en sus ojos, en la forma de mover sus dedos; le aceleró la
respiración. Usted sospecha que espera a su amante, un hombre casado – mayor
que ella - un hombre que es o había sido conocido de su padre. Visitaba su casa
con la pequeña hija. Un hombre mediocre, alto, con incipiente calvicie, sin más
aspiraciones que un oficinista. Ella le confesó, hace años, esta historia que
ahora usted revive. Ella (no se lo dijo) necesitaba acostarse con alguien pues
el primer hombre había partido al extranjero. Le juró regresar, pero nunca lo
hizo. Ella soñaba son ese novio, así lo llamaba. El novio era conocido de su
familia, mimado por sus padres. Lo recibían con felicidad, con sonrisas. Ella
le habló llorando – lo recuerda perfectamente - de su error, de su falta de
claridad, que ahora (así dijo entre lágrimas) lo amaba a usted, que le pedía
perdón, que usted era un ser excepcional. Despierta, la ve a su lado,
envejecida, abandonada en sus delirios, en el desánimo de la vida. Es entonces
cuando usted advierte que está a punto de entrar es su sueño.
CARLOS
PENELAS, Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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