Infinidad de veces se ha planteado la cuestión, de si el ser humano siente intrínsecamente el sentimiento religioso o se le impone culturalmente. Creo que todavía no se ha llegado a una posición clara, ya que la gente se manifiesta tanto a favor de un concepto como del otro. Se llega hasta apuntar que el sentimiento religioso ha contribuido a la evolución del ser humano. El budismo, religión nacida en la India, apuntó a unos valores, como la misericordia, el amar al prójimo como a sí mismo y tanto otros valores que fueron adoptados, después ya desde Judea, tanto por el judaísmo como por el cristianismo varios siglos más tarde y sobre el 600 de nuestra era por el Islam. Después a través de los siglos hemos ido viendo las diversas divisiones y fragmentaciones en que se han desarrollado las dichas tres grandes religiones monoteístas.
Ahora bien, sobre estos eternos valores los dirigentes de toda religión se han
apresurado a organizar la sociedad con una estructura piramidal y que por
supuesto, colocando a la cabeza al máximo dirigente, quien ha dictado normas y
liturgias a seguir. Decía el papa León XIII “Someterse a Dios es
sujetarse a su voluntad para alcanzar la libertad” y claro, quién diga
cuál es la voluntad de Dios, será siempre el prelado, el muecín, el rabino o el
pastor, con pretensión de autenticidad y excluyendo toda otra creencia.
Los “gurús” de todas las sociedades que han intentado siempre imponer su
voluntad en detrimento de la libertad y la integridad del ser humano, los que
siempre han estado contribuyendo a su esclavitud, se han amparado y a su vez se
han servido de las religiones para perpetuar su eterna dependencia
de un dios hipotético y así imponer su despotismo.
Construir Iglesias, sinagogas, o mezquitas es someter a un dictamen preciso e
interesado la voluntad de los creyentes, y no a los conceptos humanistas
que cada religión posee, sino al dictado de quién la aprovecha en sentido
propio.
Como arma política también juega su papel; formar a la gente dentro de un dogma
con el odio y la oscuridad mental pertinente y dirigirla allí donde los
intereses de un grupo determinado convengan, es una actitud demasiado
frecuente. Occidente lo ha sufrido a través de toda la Edad Media y quizás
ahora el mundo musulmán empieza esta oscura y nefasta trayectoria y que su
Renacimiento se emprenda dentro de quinientos o mil años. El tema es
preocupante, porque en el fondo estamos asistiendo a una proliferación de
manifestaciones religiosas que nos tememos sean la rebelión de pueblos que, a
falta de una salida social justa y próspera, a tantas y tantas frustraciones,
encubran su decepción con un fanatismo religioso de resultados netamente
alarmantes.
Y no obstante, es el mundo musulmán el que salvó de la barbarie y el fanatismo
cristiano la cultura griega, traduzco al árabe los textos de los clásicos
helenos, y gracias a ellos podemos hoy conocer las obras de Platón, de
Aristóteles, saber de la filosofía de Sócrates y de tantos otros, nuestro
antiguo patrimonio cultural es hoy un logro gracias a la cultura árabe que nos
la preservó durante el oscurantismo cristiano.
Los que nos hemos preocupado y estudiado el proceso religioso
de nuestra humanidad, siempre nos hemos congratulado de los derechos ciudadanos
que la humanidad ha ido adquiriendo. Queda ya muy lejos el Renacimiento en que
las mentes preclaras de un Bacón, Montague, Leonardo Avinca,
primero, Hobbies, J.J. Rousseau, Voltaire. Colbac después, y tantos y tantos
otros con que supieron eliminar aquellos tiempos de fanatismo y represión
del Medievo, en donde la religión todo lo podía. Después de la II G. Mundial,
las N. Unidas publicaron la carta de los derechos Humanos, derechos universales
y con ellos pensábamos que la Humanidad había dado un paso de gigante en
pro de una existencia más fraterna y respetuosa. Porque, las religiones que
empiezan con las mejores de las ideas acaban todas imponiendo el dogma
particular de cada una, hasta dominar al ser humano para que no ejerza su
voluntad sino, la voluntad del “maestro” de turno y de cada creencia. Así los
adictos de cualquier credo se entregan sin condiciones al dictado impuesto por
muy aberrante que sea
Si con el Renacimiento y la Ilustración se pretendió que el hombre empezara a
ejercer su raciocinio, si pudiendo liberarse de todo concepto opresor empezaba
a ser capaz de tomar en sus manos su propio destino, hoy asistimos a la
proliferación de mezquitas, iglesias y demás centros de culto en donde no
se razona, ni la verdad, ni la naturaleza humana, y se sigue el dogma en rigor
del momento. A cuantas más personas fanatizadas en mensajes subliminales más
obediencia al “rector”, que las conducirá allí a donde el grupo de poder del
momento lo decida. Fieles convertidos en fuerzas destructoras de sí mismos y
del entorno. ¿Es a través de estos jóvenes fanáticos que los países pobres
plantan cara a los países que los invaden y los oprimen? Nos parecen muy magras
victorias y tanto más que los dirigentes religiosos se sirven muchas
veces de pobres criaturas mientras ellos se ponen a buen recaudo y luego
capitalizando el esfuerzo de esas víctimas negocian con el enemigo.
Triste perspectiva a menos que las personas empiecen a ser capaces de andar su propio camino sin muleta religiosa alguna.
SALOMÉ MOLTÓ, poeta y
escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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