LA PALABRA Y POESÍA
La palabra nació
para despertar el silencio. Tan grande es su alcance, su poder tan infinito que
puede sembrarlo de rosas y también de espinas. En la mejor de sus versiones, se
hizo poesía. En la mejor de sus versiones también, mostró su alma, desnudó sus
virtudes y dejó que obraran en ella para que naciera el poeta.
Las palabras se
encontraron, se entrelazaron, se fundieron, se amaron, se pelearon, se
repudiaron, se eligieron nuevamente, al fin hicieron el amor y así, bajo el
imperio del poeta, parió la poesía.
Aunque la poesía ya
existía en la naturaleza con lenguaje propio, en la cascada, en el crepúsculo,
en la tormenta, en el trino, la lluvia, el perfume, el nido, la rosa, el ágave,
el mar, fue el poeta su hacedor.
La poesía es el
otro idioma del hombre que no está documentado, -ni lo estará, felizmente-,
porque habita otras dimensiones, la infinitud.
Goza de libre
albedrío y se ampara en la palabra; es su música, su soplo, su cuerpo, su alma,
su sombra y su voz. La palabra es su templo. Sin ésta, ella no es. En mi fuero
interno percibo la poesía, -más allá de las normas y a pesar de ellas-, literal
e intrínsecamente libre, misteriosa, reflexiva, a veces irreflexiva, sensata,
otras insensata, en colores, en sepia, leve, dramática, delicada, lacerante,
romántica, primitiva, sibilina, profética, irreverente, mística, pasional,
sagrada, candorosa, soberbia, caprichosa, sinfónica, distante, sublime,
desafiante, profana, puente ineludible entre el idioma del alma y la
intemperie, cofre cuajado de secretos intangibles, lenguaje subliminal,
diccionario del no abecedario, devoción, locura cordura y arrebato, tajo y sangre,
caricia y salvación.
La poesía abreva en
las palabras. Las palabras huelgan en el espacio como abalorios de luz que
prenden y apagan, flotan, nadan, fluctúan, bailan pizzicato, hacen
guiños, se ocultan, se ofrecen, acechan, provocan. El poeta afina sus sentidos
y se lanza a la embriagadora cacería, y elige en ese universo tintineante, las
palabras para su creación. De ese entramado misterioso, visceral, nacerá la
poesía como un milagro. Infinitos mensajes lleva en sus alforjas ahítas de
emociones, mensajera de versos, de amores y desamores, de penumbras y
resplandores, de voces y de silencios, de pájaros, de ríos.
El mundo está
expectante ante su imperio de perpetrar la belleza, o embellecer el horror y la
oscuridad. Si no cómo entender “Hay golpes en la vida, yo no sé…”.
La poesía le hizo
creer al poeta que puede volar. Le prestó sus alas y remontó vuelo al infinito.
A veces fue Ícaro en su búsqueda insondable.
Cualquier
definición de poesía será incompleta. Las hay en demasía y de notable
excelencia, más no bastan. “Sólo seis letras pueden poner en jaque un
abecedario. Todo un idioma no alcanza para definir la poesía, abarcar su
inescrutable universo, desnudar su magia, develar sus secretos, dragar su
génesis y hacerle justicia. Intentos hubo por doquier. Pero aquel que ha
aproximado la frase más cercana sólo ha logrado mutilarla. Pueden hablar acerca
de ella mas no aprisionarla tras las rejas de una definición. La única prisión
que acepta dichosa es la del alma”.
La palabra se
agiganta en la verdad serena del poema, él es su cuna, su destino noble y fiel,
y su voz es soberana cuando pregona la paz. Pero nada la ennoblece y la
agiganta como la música que de ella fluye cuando pronuncia los sonidos del
amor.
Pensar no es lo
mismo oler, gustar, oír, ver, tocar. Se ungió el poeta cuando supo que podía
gustar olores, acariciar miradas, ver aromas, oler colores, escuchar la miel.
Transmutar los sentidos.
Magia y misterio de
la poesía, hacer posible lo imposible. En un mundo de certezas y desconciertos
ella es la mixtura imprescindible entre la belleza y el amor.
Gladys Abilar, Chilecito, La Rioja, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Escritora argentina (Chilecito, La Rioja). Es ingeniera agrónoma de
profesión. Directora del Instituto de Investigaciones Agropecuarias de la Universidad
Nacional de Chilecito. Paisajista y profesora de música. Ha
publicado las novelas Eclipse de Lubna (Atlántida), Más
allá del pecado (Vinciguerra) y Las lágrimas de Tánatos (Corregidor,
Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade); los
libros de cuentos Doce hogueras (Ameghino) y Destino
rabioso (Corregidor, Faja de Honor de la Sade); el libro de
aforismos Pensar sin permiso (Atlántida), y los libros de
poesía Ecos del corazón, Juguito de rimas (literatura
infantil; Distal;
Faja de Honor de la Sade) y La mirada invicta (Vinciguerra).
Ha obtenido, entre otros, los premios del Rotary Club, Pablo Neruda, Tertulia
Allerana (España), Letras de Oro, Ricardo Güiraldes, Jorge Amado, Rafael
Obligado, Baobab (Secretaría de Cultura de la Nación), Fundación Avon y
Enrique Anderson Imbert (ILCH). Ha participado en numerosos ciclos culturales y
asistido a encuentros en Montevideo, Guadalajara, Punta del Este, Chile,
Ushuaia, Praga, Israel, Paraguay, Tucumán, Entre Ríos. Publica en revistas
argentinas y de otros países. Ha publicado 35 antologías. Publica textos
costumbristas en el diario La Nación.
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