Juegos infantiles. «El juego del aro» y otros
5 noviembre, 2022
El aro parece un juego tonto, pero ¿quién no recuerda de su
infancia el “Juego del aro”? Claro que para el cúmulo de “juegos tecnológicos”
que abruman los ojos infantiles desde los escaparates de las tiendas y las
pantallas televisivas y de las ‘tabletas’ y ordenadores, aquellos juegos de la
infancia parecen tontos, pero sin embargo lograban agilizar los movimientos,
mantener la concentración y posiblemente provocaba más satisfacciones por el
hecho de poder construirlos uno mismo, con la consiguiente generación de
endorfinas que producen alegría.
¿Han visto, acaso, reírse con ganas alguno de los infantes
con los juegos tecnológicos de ahora? Resulta sintomático ¿verdad?
Recuerdo haber preparado un par de ellos en mi casa de
Veguellina de Órbigo con el objeto que lo utilizaran mis hijos y les hice la
demostración, pero ante la masiva publicidad perniciosa, fracasé
estrepitosamente.
De todos modos leí con satisfacción esa parte del libro de
André Maurois titulado “De Proust a Camus” donde en el capítulo
dedicado a Jules Romains dice:
“Cuando se ha jugado mucho al aro, como Louis Bastide, y se
ha tenido la suerte de encontrar uno de ellos que gusta, os dais cuenta de que
las cosas son muy otras que en una carrera ordinaria. Probad a trotar solo;
estaréis fatigados al cabo de unos minutos. Con un aro, la fatiga se hace
aguardar indefinidamente. Tenéis la impresión de apoyaros, casi de ser llevado.
Cuando sentís un instante de cansancio, parece como si el cerebro os prestase
fuerzas amistosamente.
EL ARO
manejado por dentro
Por lo demás, no siempre se tiene necesidad de correr a gran
velocidad. Con destreza, se llega a caminar casi al paso. La dificultad está en
que el aro no vaya a echarse a derecha o izquierda; o a meterse entre las
piernas de un transeúnte, que se debate como un ratón cogido en la trampa; o a
caer al suelo tras extraordinarias contorsiones. Hace falta saber servirse del
palo, dar golpes muy ligeros, que son casi roces y que acompañan al aro. Hace
falta, sobre todo, entre cada golpe, permanecer dueño de los más mínimos
desvíos del aro, gracias al palo que no cesa, de un lado o del otro, de
acariciarle el canto, que sostiene o corrige su marcha y cuya punta interviene
vivamente en todo sitio donde amenace surgir un bandazo…
A veces el aro toma impulso, huye. La punta del palo le
persigue, sin conseguir tocarlo. Y él se inclina ligeramente, vira. Se comporta
completamente a la manera de los animales cuya huida no es mucho tiempo
razonable. Hay que saber atraparle sin demasiada impaciencia. Si no, se
arriesga mandarle contra un muro, o tumbarle en el suelo.
Cuando llega el momento de bajar el bordillo de la acera, es
un gusto aguardar, vigilar el pequeño bote del aro. Nos decimos que de veras
tratamos con un animal, fino y nervioso. Y después, hasta la acera de enfrente,
no cesa de rebotar sobre los adoquines, en los intersticios, con toda clase de
irregularidades y de cambios de frente caprichosos”. (Plaza & Janes,
Barcelona, 1967, pág. 259 y 260)
Aro manejado por fuera
La descripción alude a “un palo” para realizar el recorrido
con el aro. La diferencia con el que practicábamos en la Argentina y como lo
había construido en mi casa de España, consiste en que se reemplaza el palo con
un alambre de un grosor que le permita ser lo suficientemente rígido (sin que
lo sea en exceso), doblado en un extremo o colocando una simple empuñadura para
sujetarlo con la mano sin que lastime, mientras en el otro se realizan tres
dobleces que permiten ‘abrazar’ el aro, ya sea externamente o inclusive
colocarlo alternativamente y sin detenerlo, en la parte interna de la
circunferencia mientras se lo va haciendo rodar. También se facilita el giro, y
su fácil detención con el alambre desde la parte interna.
Foto aro, alambre y empuñadura
Los elementos constructivos no requieren inversión y se
encuentran muy a mano: el alambre citado que puede tener aproximadamente 1,30 m
contando los dobleces; y el aro propiamente, puede ser el de una rueda
inservible de un triciclo o una bicicleta infantil.
Otros juegos
Claro que en nuestra infancia había multitud de juegos, para
entretenernos con suma alegría desde el momento que comenzábamos con la
construcción de los mismos ¿quién no se construyó un “barrilete” con tan
simples elementos como unos trozos de caña, un rollo de hilo, papel (que podía
ser de un periódico viejo), engrudo que se elaboraba con harina, y unas tiras
de trapos viejos para la cola de la cometa?; elementos que eran facilitados con
alegría por nuestros padres, e incluso nos ayudaban, tanto en la construcción
como para remontarlo.
El cine, con sus películas de cow boys -vaqueros- del far
west, nos incitaban a la emulación fabricando escopetas de madera (aclaro:
ninguno de mis conocidos de la infancia con los que practicaba estos juegos,
utilizó luego armas de verdad excepto para ir de caza); y con maderas de
cajones de fruta también construíamos coches o camiones que hacíamos avanzar
tirando de ellos con una “piolita” o delgada soga.
¿Se acuerda alguno de los imanes? Trozos de hierro con
magnetismo, había algunos con forma de U porque provenían del
“magneto” de motores de tractores o cosechadoras y tenían mucha potencia
magnética; al ir arrastrando tirando de él con una soga (piolita) o hilo
fuerte, en calles arenosas como mi pueblo de La Pampa, se iban recogiendo
infinidad de cosas metálicas: arandelas, tornillos, tuercas… todo lo que
contuviera hierro.
¿Y el juego de las “bolitas” (canicas)? Qué emocionante
ganarle al adversario para ir engrosando nuestra bolsita o caja que las
contenía; el “bolón” era mucho más grande, era el que bochaba y podía ser de
acero si se podía conseguir del desguace de algún bolillero en taller mecánico,
lo que a mí se me facilitaba en el taller de mi papá, lo mismo que para
conseguir un imán.
Pelota de trapo
También las figuritas “arrimadas” a la pared, proporcionaban
la satisfacción de ganar al contrario e ir formando nuestro equipo
futbolístico. Aunque más contentos estábamos por practicar nosotros aunque
fuera con una pelota de trapo hecha con calcetines en desuso; se hacía un bollo
de papel que se colocaba por dentro, y se ‘daba vuelta’ el calcetín dos o tres
veces, atando finalmente el extremo libre. Y si alguno de los amigos del grupo
tenía un balón de verdad ¡a jugar un picado en el potrerito!
Buscar entre el ramaje de los árboles alguna horqueta
“ad-hoc” para confeccionar una honda (gomera), o con una caja de cartón preparar
una trampa que permita cazar pajaritos. Jugar a las escondidas, saltar la soga
(la comba) y… todos los juegos de la niñez que fue no cuestan dinero
o, en algunos casos, muy poco, cuyos elementos ya mencioné antes.
Entre otros juegos de la infancia en los años ’40 y ’50 del
siglo pasado, no podemos dejar de señalar la papiroflexia, cuando en esos
momentos compartidos en familia realizábamos cometas, aviones, barquitos, moños
(pajaritas) y otros objetos semejantes, en papel.
Tampoco podemos obviar el juego de la payana que en argentina
se realiza con guijarros, y en España un juego similar recibe el nombre de taba
y se realiza precisamente con pequeñas “tabitas” pero no guarda relación
con el juego de la taba en los festejos de los gauchos.
Los libros del mayor servían para el hermano menor porque 2+2
siempre serán 4, el Río Órbigo llevará sus aguas por el cauce de siempre,
Napoleón perderá la batalla de Waterloo, el Aconcagua seguirá siendo la cumbre
más alta de América y el oxígeno + el hidrógeno formarán el agua.
¡Y para qué seguir contando! Era todo cuestión de imaginación
para entretenernos con LOS JUEGOS DE NUESTRA INFANCIA, entre los que
también figuraban el balero, la rayuela, la paleta para frontón o mesa de
pin-pon; y juegos de mesa como el ajedrez y las damas. Había para elegir
¿verdad?
Colofón: lo dijo Nuccio Ordine en la entrevista
efectuada por Borja Hermoso para “El País”: “Es evidente que la sociedad
virtual crea nuevas formas de soledad, lo cual es una auténtica paradoja de
nuestra época, porque estamos más conectados que nunca pero resulta que estamos
solos”.
A continuación el Dr. Luis Alposta, médico y poeta
aproximadamente de mi edad, nos ilustra con sus versos:
CÉSAR TAMBORINI DUCA,
León, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario