El recuerdo del escritor Dalmiro Sáenz / Por Antonio Las Heras – DEL DIARIO POPULAR
El autor
-que integra la conducción de la SADE- recuerda la despedida al escritor
Dalmiro Sáenz, cuando se cumplen seis años de su fallecimiento.
Apenas pasadas las 23 horas
del domingo 11 de septiembre de 2016 llegué caminando hasta la
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para acompañar por unos
minutos al cadáver de Dalmiro Sáenz. La noche es cálida y húmeda.
Para ese momento hay poca –casi
ninguna– gente por el centro. Pienso que me encontraré con una capilla ardiente
solitaria y, tal vez, alguno que otro familiar. Pero me equivoco. A instantes
de la medianoche –en que habrían de cerrarse las puertas hasta la mañana
siguiente a las ocho– hay unas treinta personas en torno al féretro. Casi todas
son personas jóvenes; algunas prácticamente adolescentes. Muestra clara de los
afectos despertados.
Allí está el cuerpo del autor
de “El que se muere pierde”, “No”, “Treinta, treinta”, “Setenta veces
siete” y “Carta abierta a mi futura ex mujer”, entre tantas obras que
frecuentaron generaciones de lectores de la segunda mitad del siglo XXI.
Sáenz mostró siempre una
personalidad mordaz, dispuesta a la ironía, la provocación y, por sobre todo,
al ejercicio pleno de su libertad. Cosa que le generó admiradores… y buen
número de detractores.
Sin embargo, quienes pudimos
tratarlo personalmente comprobamos su profundidad intelectual y un singular
despliegue de inquietudes espirituales. A la mirada pública era un escritor, un
dramaturgo, un periodista… en lo íntimo un dispuesto buscador de saberes
ocultos.
Uno de los mayores escándalos que
tuvo ocurrió con la publicación de “Cristo de pie” en
principio con coautoría de Alberto Cormillot (el mediático
médico especialista en obesidad) quien –de inmediato– renunció a aparecer entre
los firmantes e, inclusive, hizo que su rostro fuera cubierto en las fotos que
ilustran el libro. Sáenz mantuvo su firma. El libro, publicado en 1988, es un
ensayo novelado donde aparece una descripción de Jesús que llamó a la
controversia.
Antonio Las Heras y
el recordado Dalmiro Sáenz
Recordando esto –y las conductas
del autor durante su vida– es que me asombra advertir tras el féretro una
enorme cruz de metal con Cristo crucificado. Paradojas de la vida y de la
muerte, pienso para mí mientras permanezco parado al lado del cadáver. ¿Habrá
imaginado Dalmiro que al momento inmediato de su fallecimiento lo escoltarían
la bandera nacional, la de la ciudad y en el medio ese enorme crucifijo?
Enseguida mi mente trae el recuerdo de aquel poema de Machado en la voz de
Serrat “aquel trueno,/ vestido de nazareno…”
Fijo mi mirada en el rostro de
Dalmiro. Es notable la serenidad que transmite. Coincide con lo que señalan
quienes le acompañaron en estos últimos diez años en los que permaneció sin
actividad pública. Acuerdan que vivía en una permanente tranquilidad y
plenitud. Estaba siempre “en su centro” lo que presupone la capacidad de
haberse convertido en Anciano Sabio (el arquetipo al cual refirió Carl G. Jung)
habida cuenta de sus 90 años de edad. La apariencia de ese rostro no es el de
un cadáver sino de alguien que sólo ha bajado los párpados suavemente para
poder meditar sin apuros ni molestias.
En esas disquisiciones me
encuentro cuando advierto otra cosa peculiar. El cuerpo tiene puesta una cadena
al cuello –muy fina, puede que de plata o de acero; lo ignoro– con una muy
pequeña medalla circular colocada –con especial prolijidad– sobre el pecho,
arriba de la mortaja. Tengo que aproximarme para ver bien sus símbolos. Allí
está la Estrella de David, al pie una calavera de rasgos específicos fuera de
lo natural junto a otras abigarradas simbologías.
Deduzco que es
señal de su pertenencia a alguna orden iniciática; ni la Masonería, ni el
Temple, ni ninguna de las usualmente difundidas. ¿Prueba de las secretas
búsquedas espirituales del autor? Quienes se limitaron a juzgarlo sólo por sus
desplantes radiales y televisivos nunca habrán imaginado que éste es el verdadero
Dalmiro Sáenz.
Dalmiro
Antonio Sáenz nació en Buenos Aires un 13 de junio de 1926 para morir en la
misma ciudad el 11 de setiembre de 2016. Sorprendente por que 13 de
junio es el Día del Escritor y 11 de septiembre el Día del Autor. ¿Predestinación?
Nunca lo sabremos. Pero nos queda su obra escrita para seguir
disfrutándola y descubriendo en cada nueva lectura algún detalle que antes nos
pasara desapercibido.
©ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR
CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y
magister en Psicoanálisis. Escritor. Profesor universitario. e mail:
alasheras@hotmail.com
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