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sábado, 17 de septiembre de 2022

ESCRIBIR, Elías Galati, Buenos Aires, Argentina

 



ESCRIBIR

Escribir es representar palabras o ideas mediante letras y otros signos.

Es un sistema de comunicación basado en signos gráficos convencionales.

Aunque se cree que la escritura comenzó en el IV milenio antes de Cristo enre los sumerios, las representaciones pictóricas del Paleolítico pueden tener una intención comunicativa.

En sus comienzos los signos (pictogramas) eran mnemotécnicos, y a partir de allí se desarrolló la escritura ideográfica en la cual cada signo representa un objeto o una idea.

Desde el punto de vista psicológico la escritura es el acto de registrar ideas en forma simbólica, trazando letras y palabras sobre el papel, en forma más o menos permanente, con una pluma u otro aparato registrador.

Escribir es algo distinto de lo que se escribe, es una acción que nosotros realizamos, y aquello de lo que escribimos es una conceptualización de una realidad, de una idea, de una circunstancia, es el objeto de nuestra escritura.

La escritura enuncia un comportamiento de quien decide accionar en dicha dirección.

No sólo es simbolizar, sino también enunciar y comunicar.

Si bien todas las acciones del hombre, y la escritura es una de ellas, se hacen por sí y para sí, es decir con carácter propio y en primer lugar para sí mismo, como una complacencia, como una misión, como una actitud existencial y espiritual, la escritura contiene otro condimento, en especial cuando es dedicada.

El hombre escribe para alguien, una persona, un grupo, una comunidad, o para la humanidad en especial.

Luego de ser escrita, el concepto simbolizado por ella, sale de sí mismo y se proyecta hacia los otros, que lo leerán, lo escucharán o lo recordaran ahora y en el futuro.

Es reconocer la naturaleza y la existencia del prójimo, y en cierta medida a él está referido y dedicado el acto de escribir.

Entonces tenemos una comunicación, entre el escritor y el lector, oyente o quien recuerda lo que se ha escrito.

Se establece una relación, y el motivo de dicha relación, es el hombre cuando se generaliza o “una persona así”, cuando la escritura está dedicada expresamente, como una carta, un verso amatorio o una nota dirigida específicamente.

Se escribe desde nuestros sentimientos sensibles y espirituales (mi propio yo) y dirigido al prójimo, en cuanto prójimo, en cuanto es el otro.

La escritura se convierte en empática, y tiene un valor moral, dado por el carácter emotivo puesto en acto por el escritor.

Hay compasión, simpatía, amistad, conciencia de que sería si me pasara lo mismo; todas estas consideraciones fundamentadas en el sentimiento del amor.

El amor, el querer por el querer mismo, provoca la acción y lo que el hombre hace.

Lo hace porque quiere, no sólo en el sentido de la voluntad de hacer, sino también y fundamentalmente en el sentimiento del querer, del amor que debe y se debe como miembro de la raza humana.

Entonces traduce la alegría y el dolor como propio y pone atención en ello, porque es también su estado, y transmite esa escritura para que sea compartida, para que el otro copartícipe en su obra.

Pero hay un plus en esta escritura, que siente tanto el que escribe como quien lo recibe.

Este vínculo produce una sensación de bienestar, de paz y armonía interior, eleva el alma y el intelecto y le permite al hombre alcanzar la felicidad.

Dedicar la escritura es relacionarse en la alteridad con nuestros hermanos, hacerlos partícipes de nuestras vivencias y de nuestros sentimientos, y entender y comprender sus vivencias y sus sentimientos.

Es poner el ser y la existencia en equilibrio, es armonizar los comportamientos, crear un manto de bondad en las relaciones interpersonales y sociales y lograr crear la paz y la felicidad.

Si escribo desde el corazón, con todo el amor del que soy capaz, con la bondad, el equilibrio, por el hombre, por su dignidad y su decoro, el símbolo que recree mis ideas y mis sentimientos irradiará una luz maravillosa, que habrá de lograr superar los enconos, los rencores, las diferencias, y devolver al hombre el estado de gracia en el cual debio y debe permanecer.

Elías D. Galati, Buenos Aires, Argentina


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