ESCRIBIR
Escribir es representar palabras o
ideas mediante letras y otros signos.
Es un sistema de comunicación basado
en signos gráficos convencionales.
Aunque se cree que la escritura
comenzó en el IV milenio antes de Cristo enre los sumerios, las
representaciones pictóricas del Paleolítico pueden tener una intención
comunicativa.
En sus comienzos los signos
(pictogramas) eran mnemotécnicos, y a partir de allí se desarrolló la escritura
ideográfica en la cual cada signo representa un objeto o una idea.
Desde el punto de vista
psicológico la escritura es el acto de registrar ideas en forma simbólica,
trazando letras y palabras sobre el papel, en forma más o menos permanente, con
una pluma u otro aparato registrador.
Escribir es algo distinto de lo que
se escribe, es una acción que nosotros realizamos, y aquello de lo que
escribimos es una conceptualización de una realidad, de una idea, de una
circunstancia, es el objeto de nuestra escritura.
La escritura enuncia un
comportamiento de quien decide accionar en dicha dirección.
No sólo es simbolizar, sino también
enunciar y comunicar.
Si bien todas las acciones del
hombre, y la escritura es una de ellas, se hacen por sí y para sí, es decir con
carácter propio y en primer lugar para sí mismo, como una complacencia, como
una misión, como una actitud existencial y espiritual, la escritura contiene
otro condimento, en especial cuando es dedicada.
El hombre escribe para alguien, una
persona, un grupo, una comunidad, o para la humanidad en especial.
Luego de ser escrita, el concepto
simbolizado por ella, sale de sí mismo y se proyecta hacia los otros, que lo
leerán, lo escucharán o lo recordaran ahora y en el futuro.
Es reconocer la naturaleza y la
existencia del prójimo, y en cierta medida a él está referido y dedicado
el acto de escribir.
Entonces tenemos una comunicación,
entre el escritor y el lector, oyente o quien recuerda lo que se ha escrito.
Se establece una relación, y el
motivo de dicha relación, es el hombre cuando se generaliza o “una persona
así”, cuando la escritura está dedicada expresamente, como una carta, un verso
amatorio o una nota dirigida específicamente.
Se escribe desde nuestros
sentimientos sensibles y espirituales (mi propio yo) y dirigido al prójimo, en
cuanto prójimo, en cuanto es el otro.
La escritura se convierte en
empática, y tiene un valor moral, dado por el carácter emotivo puesto en acto
por el escritor.
Hay compasión, simpatía, amistad,
conciencia de que sería si me pasara lo mismo; todas estas consideraciones
fundamentadas en el sentimiento del amor.
El amor, el querer por el querer
mismo, provoca la acción y lo que el hombre hace.
Lo hace porque quiere, no sólo en el
sentido de la voluntad de hacer, sino también y fundamentalmente en el
sentimiento del querer, del amor que debe y se debe como miembro de la raza
humana.
Entonces traduce la alegría y el
dolor como propio y pone atención en ello, porque es también su estado, y
transmite esa escritura para que sea compartida, para que el otro copartícipe
en su obra.
Pero hay un plus en esta escritura,
que siente tanto el que escribe como quien lo recibe.
Este vínculo produce una sensación de
bienestar, de paz y armonía interior, eleva el alma y el intelecto y le permite
al hombre alcanzar la felicidad.
Dedicar la escritura es relacionarse
en la alteridad con nuestros hermanos, hacerlos partícipes de nuestras
vivencias y de nuestros sentimientos, y entender y comprender sus vivencias y
sus sentimientos.
Es poner el ser y la existencia en
equilibrio, es armonizar los comportamientos, crear un manto de bondad en las
relaciones interpersonales y sociales y lograr crear la paz y la felicidad.
Si escribo desde el corazón, con todo
el amor del que soy capaz, con la bondad, el equilibrio, por el hombre, por su
dignidad y su decoro, el símbolo que recree mis ideas y mis sentimientos
irradiará una luz maravillosa, que habrá de lograr superar los enconos, los
rencores, las diferencias, y devolver al hombre el estado de gracia en el cual
debio y debe permanecer.
Elías D. Galati, Buenos Aires, Argentina
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