BUSCANDO ALTERNATIVAS
A la muerte
del dictador Franco en 1975, este país se apuntó, con todo su entusiasmo, a una
incipiente democracia que se nos ofrecía como la panacea que todo lo puede
solucionar y muchos creyeron en ella.
En España, al
igual que en otros países, incluida Rusia, nunca había existido una democracia
y, a pesar de los reticentes, que para ellos, esto que se denominaba democracia
no era ni más ni menos que una “bajada de pantalones”, muchos creyeron que unos
nuevos horizontes despuntaban al viento. Un régimen que hacía propios los
derechos humanos, un sistema que tal propuso Montesquieu, la división de
poderes nos llevaría a una convivencia más armónica, pero después de más de
cuarenta años, nos despertamos decepcionados, la desesperación y el clamor van
en aumento.
Los cargos
públicos han servido a los políticos de toda grey para enriquecerse, aceptando
sobornos y haciendo todo tipo de chanchullos vergonzantes. No queda ni una
institución que no esté bajo sospecha, ya no buscamos a los delincuentes, ya no
nos sorprende que queda alguno libre de cargos.
El rumor de
la ciudadanía es extenso, el temor también. La gente se pregunta cómo hacer
frente a esta dramática situación, con cerca de seis millones de parados,
familias viviendo de los escasos recursos de sus abuelos, sueldos reducidos a
casi la mitad, y sin expectativas de que esto cambie. El trabajo de Teresinka
Pereira, en Orto, no173, nos pinta una situación desoladora en el país de “las
grandes oportunidades”, y no nos abre ninguna vía para que pueda producirse un
cambio adecuado. Seguimos pensando que lo que pueden los pueblos obtener, es
solo fruto de su propio esfuerzo. No obstante, pequeños atisbos apuntan a
alternativas socioeconómicas que sí podrían dar una solución importante. Ni más
ni menos que desarrollar una economía alternativa, paralela a la actual.
Imposible, dicen muchos, difícil respondemos otros pero no imposible.
Cómo se lleve
a efecto será tan importante como el propio proyecto,
A la larga,
meditando y revisando los periodos históricos que hemos vivido, hoy sabemos que
los planes quinquenales que se practicaban en los países comunistas fueron un
completo desastre y que la desaforada ley de mercado capitalista también lo es,
entonces ¿qué tenemos? Veamos, durante la guerra civil española muchos pueblos
e industrias se colectivizaron, y fueron un verdadero modelo de funcionamiento,
a pesar de la frontal oposición del partido comunista y la oposición de la
“quinta columna interna”. Incomprensible para mucha gente que siempre ha
pensado que los trabajadores solo se aprovechan para el oficio que ejercen.
Bien es
verdad, que muchos obreros carecían de formación cultural, pero hasta cierto
punto, ya que de experiencia de vida y de sentido común estaban muy bien
formados, además todo obrero recibía por parte del sindicato una formación
extensa y profunda impartida por los maestros racionalistas que nunca faltaron
en los sindicatos, ateneos y centros culturales.
Estamos
seguros, de que si la República española aguantó casi tres años de guerra, fue
debido a la voluntad y al suministro tanto bélico como de intendencia de esos
obreros concienciados. Estas experiencias bien podrían ser un claro ejemplo
para emprender una nueva vía de producción, elaboración y distribución,
paralela al sistema capitalista o al comunista.
¿Difícil?,
por supuesto, pero no imposible.
Que duda cabe
que lo primero es tomar bajo la responsabilidad los bienes productivos y para
ello, no puede dejar de existir la honradez y el sentido común, unidos a un
ambiente de armonía y de respeto mutuo, en una búsqueda de igualdad, premisas
que deben asistirnos siempre. Los estudios que hemos realizado de varias
cooperativas que se han realizado a través de los últimos tiempos, muchas de
ellas fracasadas, han tenido su talón de Aquiles en algo muy importante, han
querido mantener la cooperativa con el sistema piramidal capitalista.
No han
trabajado en equipo, no han tratado los problemas en igualdad de
responsabilidades, repartiendo las cargas en igualdad de condiciones, han
esperado de una parte las órdenes del compañero más arriba colocado y por otra
zafarse de la propia responsabilidad, en una palabra, el sistema piramidal que
tanto conocemos y detestamos. Y esa forma de actuar nos lleva, como ya
conocemos, a enriquecer el que queda arriba y a esclavizar al que queda abajo. Y
ese es el mal de fondo, que nos aboca al fracaso.
Así que la colectividad tiene, indudablemente, que funcionar desde dentro de su seno, de otra manera, digamos con democracia directa y para evitar enfrentamientos, abocar siempre a una federación que una el esfuerzo de los grupos en un bien común. El estudio de Suiza y de varias ciudades de Francia nos pueden dar un buen ejemplo.
©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
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