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sábado, 14 de mayo de 2022

LAS FORMAS DE LA VIDA, Elías Galati, Buenos Aires, Argentina

 

LAS FORMAS DE LA VIDA

 

Uno de los personajes de  Andrea Camillieri, en relación al conocimiento de la verdad de un hecho de la vida, pregunta ¿que forma tiene el agua?  Al responderse que no tiene forma, dice que tiene la forma que uno le da, según donde la coloque, en una taza, un recipiente cuadrado,  o redondo.

Concluye diciendo puedes buscar la verdad o quedarte con la forma que se le ha dado al agua.

Hermosa metáfora para significar la vida. Porque también la forma de la vida, es la que uno le da

Los hechos, las circunstancias, las relaciones, tienen una realidad monolítica, son en verdad lo que son, hay identidad total, pero las formas que tenemos en nuestra vida de acceder a la verdad de dichos hechos y relaciones muchas veces tienen la forma que le damos nosotros –como al agua- en lugar de ser lo que son.

Es cierto que para hablar de las formas de la vida, hay que entender previamente el sustento material de la misma. en el sentido de como se generaron, crecieron y evolucionaron los seres vivos.

Pero esa es otra cuestión, es el sustento material de la vida, lo que somos, lo que nos diferencia de la materia inerte, aun con los mismo elementos químicos, y como se descompone y fenece la vida.

Esta metáfora alude a la relación de nuestro interior, el yo profundo de cada uno, con la forma de ver la vida.

Esa forma, que como la del agua, se irá moviendo y cambiándose de acuerdo a que nos suceda, cuáles son  nuestras condiciones, nuestros proyectos, nuestros ideales, las conveniencias de la existencia y las relaciones que tengamos.

Es cierto que la  vida nos antecede, pero hay una tendencia innata en el ser en pretender el control exclusivo y total de la misma, aún de aquella que se relaciona y condiciona a otros.

Pero la vida, yace ante nosotros y debemos encaminarla hacia el destino que se nos ha conferido.

La vida es un don, pero un don que exige un esfuerzo personal y una responsabilidad, por la cual debemos darle sentido.

Entonces la forma de la vida, será su forma natural, el proyecto del ser, que vive, crece, se relaciona, procrea y continúa con la existencia.

Ese marco está adornado por una serie de virtudes intrínsecas en la vida, la igualdad, el equilibrio, la bondad, la verdad y también la justicia.

Pero el hombre se deja tentar, como se ha dejado tentar desde el comienzo de la creación, y entonces inventa formas, le da connotaciones especiales a la vida; como el agua de la metáfora que es distinta en una taza, en un tubo o en un recipiente cuadrado.

El hombre le da formas a la vida de acuerdo a su conveniencia, y entonces la vida comienza a tener aristas desconocidas y distintas.

Hay primeros y secundarios, compinches y enemigos,  dignos e indignos, privilegiados y subalternos, merecedores y negados, hijos y entenados.

Vamos creando una vida artificial a nuestro antojo y a nuestra comodidad, donde somos privilegiados, generando situaciones de ayuda o disipación de acuerdo a nuestro entender, nuestra conveniencia o nuestras trampas.

Entonces la igualdad está en un vaso en el que caben los que me interesan, y los demás están afuero, el equilibrio es para mis amigos, los otros no son merecedores; la bondad es para el que creo que la merece o me conviene y para el resto nada.

La vida empieza a tomar una forma inédita, perversa y malintencionada.

Retrotrayendo la historia de la humanidad, se entiende que siempre hubo esta condición, que en toda época y lugar hubo situaciones desiguales, no equilibradas y hasta malvadas.

¿Qué forma le damos a nuestra vida? ¿Elegimos la vida en si, o las formas que le damos?

Somos conscientes del don recibido, y de la condición de todos los hombres en igualdad con el mismo.

Entendemos que no somos mejor ni peor que nadie, y que debemos respeto a la dignidad de todos los hombres.

Sabemos distinguir la vida en si misma, de las formas espureas que les son dadas.

Hay una forma real, verdadera y justa de la vida.

Como el agua, dejarla fluir, que a todos se brinde por igual, que no esté contenida de ninguna manera, ni nadie le ponga barreras o contornos, y entonces la humanidad vivirá en equilibrio, en paz y con felicidad.

 

Elias D Galati, Buenos Aires, Argentina


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