EL SUICIDA
Se marchó sin saludarme.
Se fue por el ojal del plexo
profanado
mostrando la burla de una
risa,
noble gesto a la parca
agradecida.
Atravesó el espejo
clavando las espinas de su
vida
en el muro vacío de los
miedos;
absurda y cárdena su
herida.
Se marchó sin saludarme,
deshonrando al silencio,
sin el grito.
Y me dejó la mirada del
suicida
tamizada del plomo de los
tiempos.
Se fue sin saludar
siquiera;
sin muestra de dolor, ni suplicante;
deslucida la pólvora
agridulce
cual grieta de espanto en
la pechera.
Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina.
De su libro: “Estampas de miedo”. ©2017
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