Final
Es de noche, estoy en un avión
regresando a mi hogar. Hasta hace unos minutos mi mente estaba concentrada en
una conferencia que debía dictar. Algo introspectivo y simbólico en torno al
neoclasicismo francés. Por la ventanilla miro la oscuridad. Me vienen imágenes
de una burguesía acomodaticia, de políticos gregarios. Siempre los desprecié,
desde adolescente. Siempre me resultaron anodinos, adocenados. Deseo que se
caiga, que se estrelle o se precipite en el mar, es la única solución. Lo deseo
con lágrimas en los ojos, lo deseo en silencio. En el silencio de la desesperación.
Necesito morir, necesito suicidarme. Soy cobarde, no tengo valor de dispararme
un tiro en la boca o arrojarme de un edificio. Pienso en los pasajeros que
desean vivir, que son felices o creen serlo. Pienso en mi niñez, en mis
hermanas, en una novela de Italo Calvino. Siento que mi deseo de muerte es
egoísta, que junto a mi anhelo está la vida de estos viajeros. Escucho el
llanto de una criatura, miro a la azafata que pasa sonriendo, a un hombre mayor
sofocado. Pienso en mis hijos, en mis nietos. Siento un sudor frío en mi
frente. No puedo más. Hay turbulencias, cierro los puños y los ojos.
©Carlos Penelas, Buenos Aires
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO
ARGENTINA
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