TRIBUNA
Por siempre Tita y con
orgullo arrabalero
Hasta
allí llego una noche, la señora Tita Merello. Estaba acompañada por otro grande
del cine, el actor Santiago Gómez Cou, que había actuado con ella en la
película “Arrabalera”. Con cierto atrevimiento de mi parte, yo le revelé a la
señora que Pablo Neruda, había sido uno de sus devotos admiradores. Lo cual la
sorprendió.
“¡Neruda
admirador mío!”, exclamó asombrada.
“Así
es, señora. Pablo me contó que en compañía de Margarita Aguirre, que fue su
secretaria, y de Gregorio Araóz Alfaro, asistieron a un recital suyo en un
teatro de Buenos Aires, y él se quedó deslumbrado por usted. Fue amor a primera
vista. Sabe lo que me dijo: Yo debería haberme casado con esa mujer. No
me lo perdonaré nunca”.
Tita
empezó a reír de buena gana y con cierta timidez, me confesó a su vez que ella
vivió siempre arrobada de la poesía de Neruda.
“Es
mi poeta preferido, y como buena soñadora vivo releyendo sus poemas de amor.
¡Qué pena no haberlo sabido; quizá hubiera podido haber algo entre los dos!”,
concluyó con un gesto de resignación.
A
partir de ese momento quedó sellada nuestra amistad. Algún tiempo después,
cuando quedé a cargo de una publicación de la Editorial Abril, le
propuse escribir un artículo semanal, dedicado a temas sentimentales (o del
corazón, como se los llama en la jerga periodística). Le encantó la idea y
aceptó de buena gana. Recuerdo que venía a la redacción a entregármelos en mano
acompañada de su perro “Corbata”, y teníamos largas conversaciones. Tita era
una leyenda, una mujer de firmes convicciones, frontal y con un sentido muy
particular de la existencia. Vivía entregada a la noble tarea de ayudar a la
gente; sobre todo a las mujeres que por aquella época eran en muchos aspectos
ignoradas por los hombres y, con notoria crueldad, descalificadas en algunos casos.
Toda su razón de vida estaba destinada a esa causa solidaria. Su frase, que se
hizo popular, era la recomendación a las mujeres de no descuidar la “prueba del
Papanicolau”, una revisión que se usa para detectar los cambios prematuros en
las células que pueden derivar en cáncer de cuello uterino.
Esta
emblemática cantante y artista había nacido en el barrio de San Telmo, el 11 de
octubre de 1904, y fue bautizada con el nombre de Laura Ana Merello, pero se
hizo a la fama como Tita Merello. La prematura muerte de su padre, cuando no
había cumplido su primer año, marcaría su infancia y su vida para siempre. “No
tuve una infancia feliz -me confesó una vez-. Eran épocas muy
duras en los arrabales de Buenos Aires. Lo que sé es que fue breve y difícil.
La infancia del pobre siempre es más corta que la del rico”. Su madre, que
no contaba con medios para mantenerla la envió a un asilo para niños. Más
tarde, ya de muchacha, debió trabajar en el campo, donde realizó todo tipo de
tareas rurales. Nunca recibió educación formal y cuando empezó a trabajar como
corista y bataclana en el Teatro Avenida, en 1917, todavía no sabía leer ni
escribir.
A
partir de ese momento, ya conocida como Tita Merello, se convirtió en una de
las primeras cantantes de tango surgidas en la década de 1920, que crearon la
modalidad vocal femenina. Adquirió popularidad principalmente por sus
interpretaciones de “Se dice de mí”, “Pipistrela” y por “La milonga y yo”. Su
debut cinematográfico fue nada menos que en el primer filme sonoro de la Argentina,
la legendaria película “¡Tango!”, junto a Libertad Lamarque. Luego su
trayectoria quedó plasmada en una larga lista de películas, entre las que se
destacan “Filomena Marturano”, “Arrabalera”, “Deshonra”, “Mercado de abasto”,
“Para vestir Santos” y “La morocha”.
A
lo largo de la década de 1930, Tita Merello se consagró como actriz dramática
en “La fuga”, dirigida por Luis Saslavsky. Fue la época en que conoció a Luis
Sandrini, y abandonó parcialmente su carrera para apoyar la de su pareja. A
mediados de los años 1940 ambos se radicaron en México, donde Tita Merello
filmó “Cinco rostros de mujer”, por la cual obtuvo el premio Ariel a la
Mejor Actriz de Reparto. De regreso a Buenos Aires protagonizó en 1949 “Don
Juan Tenorio” y “Filomena Marturano”, que posteriormente representaría en
teatro. Durante los años ‘50 viviría el apogeo de su carrera de actriz;
encabezó filmes como “Los isleros”, “Guacho” y “Mercado de abasto”. Además,
tuvo roles destacados en películas como “Para vestir santos” y “El amor nunca
muere”.
Después
del golpe de Estado contra el gobierno de Perón, como ya señalé, Tita se debió
exiliar en México ante la falta de trabajo. A partir de los años ‘60, de
regreso a Argentina, la mayoría de sus trabajos fueron dirigidos por su amigo
Enrique Carreras. Fue una asidua partícipe del ciclo televisivo Sábados
circulares y su actuación en “La Madre María” (1974), dirigida por
Lucas Demare, fue muy elogiada por los críticos y le proporcionó una renovada
popularidad. Se retiró en 1985 aunque continuó realizando apariciones públicas
y brindando consejos en radio y televisión. En 1990 fue distinguida como
“Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires”, y propuesto por ella tuve el
honor de decir unas palabras.
En
un programa radial, que por la tarde conduje en la Radio de la Ciudad, junto a
Ernesto Sabato, Marco Denevi y otros amigos, que gentilmente colaboraban, fue
una de mis columnistas.
Durante
esos años, Tita Merello fue un mito viviente de la iconografía porteña. En 1991
recibió el premio Podestá a la Trayectoria. Quería conocer a Borges
y un día almorzamos los tres en un restaurante vecino a su casa. Se entendieron
de maravilla; casi demás está decir que ambos quedaron deslumbrados.
Vuelvo
a lo de Neruda, porque la anécdota no tiene desperdicio. Eran los felices años
en los que yo visitaba a Pablo en su casa a orillas del Océano Pacífico. Me
complace evocar aquella anécdota que involucra a la inmortal Tita. Sucedió un
fin de semana cuando llegué sorpresivamente a Isla Negra y fui recibido por Matilde
Urrutia, la esposa del poeta, que me dijo: “Tu amigo se está entreteniendo con
el disco de una tanguera de tu tierra”. Y allí estaba el poeta, con el aparato
a todo volumen, embelesado, escuchando la única y conmovedora voz de Tita
Merello entonando:
Mi casa fue un corralón
De arrabal bien proletario
Papel de diario el pañal
Del cajón en que me crie.
Para mostrar mi blasón
Pedigree modesto y sano.
¡Oiga, che presénteme
Soy Felisa Roverano
Tanto gusto no hay de que!
Arrabelera,
Como flor de enredadera
Que creció en el callejón.
Arrabalera,
Yo soy propia hermana entera
De chiclana y compadrón.
Si me gano el morfi diario
Que me importa el diccionario
Ni el hablar con distinción.
Llevo un sello de nobleza
Soy porteña de una pieza
Tengo voz de bandoneón…
Cuando advirtió mi presencia, el poeta exclamó con emoción:
“¡Te
das cuenta, Roberto, es algo prodigiosa esa mujer y en su voz todo resulta
estremecedor!”:
Y
entonó alzando sus manos y entrecerrando los ojos, haciendo dúo con Tita:
Si me gano el morfi diario
Que me importa el diccionario
Ni el hablar con distinción…
La
incomparable e inmensa Tita Merello falleció a los 98 años en la Nochebuena de
2002, en la Fundación Favaloro, donde la generosidad de don René
hizo que se alojara allí para cuidarla mejor. Al momento de su muerte, contaba
en su haber con treinta y tres películas, veinte obras teatrales, tres ciclos
radiales y varias participaciones en espectáculos de revista y televisión.
©ROBERTO ALIFANO, poeta y escritor y
periodista argentino
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
qué genialidad, tuve el honor de conocerla, nunca la olvidaré gracias por esta semblanza Roberto Alifano, incomparable artista Tita Merello
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