Bienvenidos

domingo, 3 de octubre de 2021

PROPIEDAD PRIVADA Y DESIGUALDAD, César Tamborini Duca, León, España

 



PROPIEDAD PRIVADA Y DESIGUALDAD

 

Desde mi punto de vista propiedad privada y capital privado (ergo: capitalismo) van acollarados en la historia de la humanidad, de tal modo que alguien –filosofando- se preguntó ¿cuándo comenzó todo? y se respondió “con el primero que dijo esto es mío”.

Por supuesto hay distintos puntos de vista, desde aquél que nada tiene al que tiene todo el “capital” y el poder, la representación es muy amplia (social, humana) Pero no todos son conscientes de la desigualdad que significa esta situación, aunque sí hay quienes lo comprenden.

Me gustaría citar en primer lugar algunas reflexiones de la escritora irlandesa Sally Rooney. Sus interesantes conjeturas en un reportaje se resumen en los siguientes párrafos:

·         Pregunta: Por entonces defendía cosas del tipo: el capital privado debería abolirse. ¿Siendo rica piensa lo mismo?

·         Respuesta: claro que sí. Me hace feliz que mucha gente se interese por mis libros. Intento escribirlos lo mejor que puedo y me gusta que me paguen por hacerlo. Lo que no entiendo es por qué yo tengo que ganar mucho más que personas que realizan trabajos fundamentales para la sociedad, como mi marido, que es profesor de matemáticas; o los profesionales en primera línea de la pandemia: médicos, enfermeros, limpiadores o repartidores… Me pregunto si merezco multiplicar tanto el sueldo de los otros. Y creo que no.

·         P: ¿Y qué hace al respecto?

·         R: ¿Qué puedo hacer? Cojo el dinero. Lo mínimo que puedo hacer es no cambiar de opinión simplemente porque ahora gano mucho. He pasado épocas sin blanca y ahora cobro mucho más que la mayoría de las personas. Pero mis opiniones son las mismas.

·         P: ¿Se puede pensar lo mismo teniendo mucho que teniendo poco?

·         R: Es una cuestión de coherencia. Creo que todo debería estar más justamente repartido.

(Síntesis del reportaje de Anatxu Zabalbeascoa para “El País Semanal”, domingo 5 de septiembre de 2021, pág. 38).

“La Fórmula de Dios” es un libro escrito por un portugués, José Rodrigues Dos Santos, en el que involucra a Albert Einstein y otros personajes para considerar el sentido último de la Creación del Universo desde el momento inicial cuando simultáneamente surgieron el tiempo y el espacio, detallando conocimientos de física fundamentalmente.

Pero para el tema en que estamos empeñados, y como ejemplo del ansia, del afán de poseer, solo rescataré unos pocos renglones muy comprensibles, cuando el padre del principal protagonista le dice el hijo: “Las personas se encuentran tan fascinadas con lo accesorio que pierden de vista lo esencial. Desean un nuevo coche, una casa más grande, unas ropas más vistosas. Quieren perder peso, intentan aferrarse a la juventud, sueñan con impresionar a los demás. ¿Por qué lo hacen? (pregunta el hijo). Porque tienen hambre de amor y no lo encuentran. Por eso se vuelcan en lo accesorio. Los coches, las casas, las ropas, las joyas; todas esas cosas son sustitutos. Por eso cuando compran un coche, una casa, una prenda de ropa, la satisfacción que sienten es efímera. Los han acabado de comprar pero ya buscan un nuevo coche, una nueva casa, una nueva prenda de ropa.

Resulta lamentable que en un mundo con tanta abundancia de recursos, se encuentren personas a las que la desigualdad confinen a la pobreza más abyecta. La autoestima de éstas personas resulta tan baja que si un día le ofrecen darle todo lo que pida no sabría qué solicitar. Como le ocurrió a “Bonze el silencioso”:

Lo apodaban de esta manera porque nunca hablaba para pedir algo, y si le retaceaban el salario no protestaba; si estaba en la fila para cobrar y cuando le toca el turno le dicen “para otro día, hoy no hay más dinero” se iba sin decir palabra. Así transcurrió toda su vida pasando mil dificultades. Pero el día que murió fue derecho al Paraíso y dados sus antecedentes le ofrecían todo lo que quisiera, no tenía más que pedir; ante su desconfianza pensando en una broma ya que nunca le había ocurrido algo así, tuvieron que insistir en el ofrecimiento “pide todo lo que quieras”. Convencido que era verdad respondió:

“Pues si es así, que me sirvan cada mañana un bollo con mantequilla fresca”  (Isaac Loeb Peretz, del libro “Cuentos Judíos”).

Este es sólo un ejemplo de aquél que en la desigualdad ocupa el escalón inferior. Para entenderlo mejor desde el punto de vista filosófico (no político) voy a poner ejemplos de los que están en la cúspide por el poder y el dinero que atesoran, y representan el 1% de la humanidad (el resto está repartido entre los que no tienen que padecer para alimentar a su familia, y darse algunos gustos de vez en cuando; pero para la gran mayoría de ese 99% restante le resulta dificultoso llegar a fin de mes para cubrir las necesidades mínimas, y muchos de ellos permanecerán mal alimentados la mayor parte del tiempo). No sé si los lectores de éste artículo se pararán a pensar en esa situación.

Ocurrió hace pocas semanas. Jeff Bezos, del que se afirma es el hombre más rico de la tierra realizó un vuelo suborbital de 4 minutos; para darse ese gusto gastó cuatro mil seiscientos (4.600) millones de euros, una suma que podía servir para ¡vacunar de la COVID-19 a dos mil (2.000) millones de personas! en los países pobres.

Otro ejemplo a un nivel un poco inferior lo representa el ex presidente de Argentina, Mauricio Macri, con su cuenta en paraísos fiscales, mientras Juan Nadie –trabajador de su país- la única cuenta que tiene, es la libreta de hule negro en la que el almacenero de la esquina de su casa anota los alimentos que le fía (en un acto de fe porque le conoce) ya que con su sueldo no le alcanza para llegar hasta fin de mes. Para dar de comer a su familia, no para lujos.

¿Es necesario afirmar, que cuando llega una catástrofe, los ricos tienen medios para evitarla mientras que los muy pobres, generalmente, no pueden hacerlo y mueren?

Observemos con atención la foto de Concetta Rizzo (Agencia Efe) que salió en el artículo de Juan José Millás en la Revista El País Semanal del día domingo 19 (página 17):



Ellos son los que mueren en la búsqueda de mejores condiciones de vida, los afectados por la desigualdad

¿Hacen falta más pruebas? Veamos, examinemos en el terreno del arte, el arte digital en este caso. La casa de subastas Christie’s vendió el 11 de marzo “The First 5000 Days” (un collage compuesto por 5000 ilustraciones) en 69,3 millones de dólares. Pocos días después otro NFT (Non Fungible Token: certificado digital único, de un archivo) titulado “Nyan the cat” (se trataba de un gato con una estela arco iris) logró 600.000 dólares.

 ¿Se hacen una idea, con el dinero de esos valores inmateriales, a cuantos niños que lloran, porque el hambre les hace doler la barriga, podría alimentarse? Son motivos evidentes por lo que podemos considerar la desigualdad uno de los grandes problemas del mundo.

Debemos ser realistas y comprender que la crisis financiera de 2008 supuso una redistribución de la riqueza pero… ¡A LA INVERSA! un poco más para el 1% de la población mundial, y un poco (o mucho) menos para el 99% restante.

La globalización y desregulación de los mercados libres ya existentes se acentuaron con consecuencias en el aumento de las desigualdades, apuntaladas –entre otras cosas- por las pérdidas multitudinarias de empleos.

Y todo no es más que la consecuencia de la indiferencia por la Justicia Social que origina la creación superlativa de riqueza privada solo para ese 1% de la población. El 99% es embaucado por lo que la socióloga Juliet Schor denomina CONSUMISMO COMPETITIVO, un fenómeno de las sociedades desiguales en las que los de abajo aspiran a equipararse a los de arriba a través de ese consumismo ASPIRACIONAL del que nos impregnan las empresas por medio de la publicidad, de los medios de comunicación y hasta de las redes sociales.

Es un grado de injusticia creciente que provoca el descontento social. A medida que pasan los años y el dolor ajeno afecta más mi sensibilidad, me produce más estupor contemplar el camino que transita la “humanidad”. Ya no podemos acudir al idealismo de José Hernández, que hizo decir al gaucho Martín Fierro “que el fuego que de verdad calienta, es el que viene de abajo”.

En el tango “Boedo” de Julio de Caro, al que puso letra Francisco Bautista Rimoli (Dante Linyera) se expresa el insondable afán de Justicia Social y en solidaridad con los oprimidos, y el amor por el terruño mostrando el orgullo del hombre de arrabal por el barrio que lo vio nacer. La grabación de la orquesta de julio de Caro del 7 de julio de 1939, cuenta para el estribillo con la voz de Héctor Farrel; pero lo interesante es la inclusión de glosas de Julián Centeya.

No obstante si queremos acudir a un tango que sintetice la injusticia social el más adecuado sería “Cambalache”, que Enrique Santos Discépolo escribió con el sentimiento de lo que estaba ocurriendo en el siglo XX, pero que tiene vigencia absoluta en este siglo XXI. Una de las mejores versiones es la de Julio Sosa:

https://www.youtube.com/watch?v=v2szhmZbOsQ

 

©CÉSAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino

MIEMMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario