El Bocinero
¡Como
anillo al dedo!
“¿Qué
te pasa loco?” le espeté a Mauricio con esa frase tan característica de los
argentinos (expresada de manera afectiva) al verlo activar la bocina. Y
Mauricio me contó, recordando cómo había comenzado todo, desde el momento que
exclamó…
“¡A
la pucha! Se me fue la mano con el régimen”, pensé cuando se me cayó el anillo
en el lavabo. Hacía 5 meses que había comenzado con el régimen para perder unos
kilos con el resultado de 5 menos, a razón de uno por mes. Había dejado de
beber la copa de vino diaria en almuerzo y cena, excepto en el consabido
asado dominguero; permisividad que compensé suprimiendo el whisky aperital y
comiendo el chorizo criollo con tenedor y cuchillo: nada de pan, ¡fuera el
choripán! Era la primera vez que me sucedía.
Ocurriría
después en otras ocasiones, hasta que decidí dejar de usar el anillo obligado
por las circunstancias. Cuando el dedo fue adelgazando más e inclusive me
pareció que se acortaba, se lo comenté a mi amigo Antonio, médico de cabecera.
Observó
perplejo, discurrió una excusa y haciendo gala de su dicacidad habitual se
permitió hacerme una broma mencionando a Procusto y su famoso lecho,
preguntándome en tono jocoso si no estaría haciendo con mis dedos lo que
Procusto con sus huéspedes, pues observó que aparentemente los dedos de mi mano
derecha crecían proporcionalmente a la disminución de los de la zurda. Ja, ja y
a otra cosa, hasta que nos encontráramos nuevamente.
Que
no tardaría en ocurrir y en esta ocasión con cierta alarma de mi parte: ahora
también mi cabeza. “¿Qué te ocurre?” me preguntó.
Desde
hacía unos días notaba algo raro, al colocarme la gorra de visera ya no podía
hacerlo automáticamente como hasta entonces, me costaba un poco de trabajo
ubicarla correctamente y quedara en su sitio.
Me
estudió cuidadosamente y comprobó que, efectivamente, observando de frente la
mitad derecha había aumentado de tamaño a expensas de la izquierda. Era como si
mi cuerpo fuese uno de esos globos a los que uno aprieta de un lado y se
achican, mientras aumentan de volumen del otro.
Yo
me asusté y creo que él también, pues decidió que concurriera a una consulta y
examen al Hospital de Casos Raros; él me acompañaría.
Después
de la analítica y tomografía a las que nos someten en los centros sanitarios,
en las que no se había detectado nada excepto la confirmación en las imágenes
de lo que ya se observaba clínicamente, es decir crecimiento óseo por un lado y
decrecimiento en el otro, comenzó la anamnesis que duró varias sesiones
mientras me sometían a nuevas pruebas, la mayoría dignas de este nombre pues no
iban dirigidas a un objetivo claro, sino más bien en busca del azar que suele
presentarse cuando uno menos lo espera.
Me
examinaron los pies en la creencia que también sufrirían una deformación, pero
el resultado –afortunadamente- era negativo, cosa que yo ya sabía. La vergüenza
hizo que tratara de ocultar mis manos a los cientos de miradas que creía las
observaban; finalmente opté por usar guantes y un gorro de lana que me había
tejido la tía Pocha.
Comencé
a sentir hormigueos en las manos, pero creo que eran más bien producto de
la ansiedad por lo que me ocurría. Hasta tuve el atrevimiento de acudir a una
curandera para descartar el “mal de ojo” o exorcizara el supuesto mal. En mi
desesperación llegué a ingerir unos comprimidos de capronato sódico que me
recomendó mi viejo y buen amigo Santiago diciéndome –“Esta medicina es
sensacional para regular el metabolismo, tomála y verás que con esto te olvidás
del problema”- Efectivamente me olvidé del problema porque me hizo perder
momentáneamente la memoria. Aunque al recuperarla el problema persistía, al
parecer sin posibilidad de remisión.
En
el ínterin me diagnosticaron “papirosis e hipertrofia unilateral dactiliforme
mutante” y me recetaron unos gotas diarias (en ayunas) de isoniasina fosfato
fenisil-propilamina; les aseguro que de un sabor muy desagradable. Me
aseguraron que al ser uno de sus componentes del grupo de vitaminas B actuaba a
nivel de las inervaciones, pues pensaban en una patología neurológica; pero en
realidad no fueron muy perspicuos en la información.
Y el
azar apareció por obra y gracia de la perspicacia de una de las enfermeras, que
había observado mi reticencia en la comunicación verbal, y mi costumbre más
bien compulsiva de escribir continuamente en mi teléfono celular (I Phone).
Con
conocimientos médicos básicos pero con sentido común, y aplicando la máxima que
la función hace al órgano, dedujo acertadamente que el crecimiento de los dedos
de mi mano derecha –principalmente índice y pulgar que eran los más utilizados
por mí- se debía a un uso exagerado que originaba una mutación y (tal vez por
ley de compensaciones…todo se transforma, etc.) provocaba simultáneamente el
achicamiento de los homólogos izquierdos.
Como
el hemisferio cerebral izquierdo es el que comanda la verborragia disminuyó su
tamaño simultáneamente, mientras crecía el hemisferio derecho causante de
nuestra dedicación a la dactigrafía; en mi caso, dactipuntura en el teclado.
¿Y
el régimen? Lo abandoné y recuperé los 5 kilos perdidos. Pero también
recuperé la normalidad desechando el uso del teléfono móvil (celular) que ahora
sólo aparece en mis manos para usarlo de la manera para la que fue inventado;
por suerte para mí, todo volvió a la normalidad cuando comprobé que el anillo
ya no se escapaba del dedo.
Cuando finalizó su monólogo creí
comprender por qué Mauricio llevaba esa bocina de bicicleta, de esas con
perilla de goma y estridente sonido camionero, sorprendiendo a aquellos que
venían por la vereda tecleando imperturbables en sus teléfonos móviles
ignorando que estaban a punto de atropellarlo, hasta que mi amigo se los advertía
con el jocundo entretenimiento que los sobresaltaba.
©CÉSAR
JOSÉ TAMBORINI DUCA (Cronopio), poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
Pampeando y tangueando.com
Resulta entretenida la narracion.Recien lo descubri. Participe en el x Encuentro Internacional de Escritores del Mercosur. Escribo poesia entre otros generos literarios. El año pasado me distinguieron con EL CETRO DE LAS MUSAS. ZULMA y su grupo han sido generisos conmigo. No estuve presente el año pasado. Este es el 1er. Año que asisto. Es una sorpresa encontrar tantas notas y comentarios periodusticos sobre este x ENCUENTRO.
ResponderEliminarQuerido Cesar, recién leo tu relato , que me tuvo angustiada hasta el final, tanto es su realismo. Mi cariñoso saludo y perdona mi silencio porque el tiempo con tantos mensajes que agradezco pero me es imposible contestar, no me alcanza....La emoción que me produjo un relato tan veraz y atrapante, me impidió, dejar de comunicarme contigo...Mi más entusiasta felicitación por un relato tan atrapante.
ResponderEliminarMuchas gracias Nalo, recién ahora leo tu comentario. Un abrazo. César
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