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FILOSOFÍA Y POESÍA: RELACIÓN Y DIÁLOGO
Juntos están, los
más amados, en las más separadas montañas
Hölderlin
Hay quienes piensan que entre la filosofía (razón) y poesía
(literatura) existe una enemistad acérrima que no puede ser solucionada ni
disimulada, que se comprueba en el hecho de que esta última fue desterrada de la ciudad ideal por
parte de Platón en su obra La República.[1] En cambio, para otros, pareciera que la
filosofía es sinónimo de poesía o viceversa; por ejemplo, el Materialismo
filosófico como teoría de la literatura considera que esta enemistad no
procede, ya que la literatura es el resultado de la razón humano y, como tal,
es construcción humana que brota de la razón humana; cuando se habla de irracionalismo en la literatura este no es
más que de diseño, es decir, fingido.
En línea con el materialismo filosófico,
en contextos académicos la opinión generalizada es que durante el siglo XX y
XXI la filosofía francesa ha requerido de la literatura y de las artes en
general para construir su pensamiento; en otras palabras, en esta filosofía la literatura
y las artes en general han servido no solo de tema u objeto de estudio, sino también
de material para construir su pensamiento tanto crítico como creador, piensa Cuitláhuac
Moreno Romero. Desde el ángulo sicoanalítico, Margarita Carrera, poeta y
ensayista guatemalteca laureada, sostiene que hay una relación estrecha entre
filosofía y poesía; el lenguaje poético revela verdades que luego la ciencia
descubre mediante sus métodos rigurosos.
En este contexto de multiplicidad de
opiniones, pretendo en este ensayo expresar mi opinión sobre la relación
analógica, es decir, equilibrada existente entre la filosofía y poesía, y el
diálogo que se establece entre ambas, sin olvidar sus reales diferencias.
Obviamente, será sin rigor académico y sin pretensión de palabra final.
Diferencias
El discurso filosófico es, además de
racional, proposicional, esto es, afirma determinadas cosas y niega a la vez el
opuesto de ellas; por ejemplo, afirma Antonio Cícero (en “Filosofía y poesía”, La jornada semanal N° 806 (2010), la
filosofía empírica afirma que todo conocimiento proviene de la experiencia, en
tanto la racionalista considera que no todo conocimiento proviene de la
experiencia, puesto que hay cosas que se pueden conocer a priori. Es más, prosigue
Cícero, cuando uno se interesa por el contenido filosófico de determinado
discurso, quiere saber qué afirma y qué niega y si lo que afirma es verdadero y
lo que niega es falso; en efecto, se argumenta que la filosofía tiene por
objeto la verdad objetiva[2]
que jamás ha sido bella y, la poesía, lo bello que es como decir lo falso o
una
verdad relativa y limitada a la mera experiencia subjetiva.
El discurso poético, en cambio, no es
proposicional porque no afirma ni niega nada, aunque todo poema es una mímesis
o representación de la realidad porque siempre parte de esta y nunca totalmente
de la imaginación pura.[3]
Con todo, cuando un poema dice: “No podía respirar porque moría como olas de
río urbano”, pareciera una proposición afirmando una determinada cosa que nos
es familiar. Sin embargo, se podría afirmar que se trata de una pseudo
proposición por tres razones esenciales, como bien propone Cícero (en
“Filosofía y poesía”). Destaco solamente dos de ellas; una es porque, aparte
del poeta, nadie más podría saber si tal declaración es verdadera o falsa,
aunque se puede entender y hasta saber en algún grado aquello que afirma; la
otra es porque la verdad o falsedad de lo dicho en el poema no tendría
importancia en su valoración estética.
Con lo anterior, sin embargo, no
quiero decir que la poesía sea producto total de la imaginación u obra total de
la imagen y que carezca de ideas (verdades) objetivadas. ¿Acaso no es producto
de todas las facultades humanas: intelecto, intuición, emoción, experiencia,
sensibilidad, cultura y hasta sentido del humor? Por lo tanto, la poesía es
concepto e imagen, pensamiento y lenguaje que exige a la razón conocimiento,
sin olvidar que es también musicalidad de la expresión verbal y escrita, y
elaboración de material fónico. La filosofía, en cambio, es producto
irreductiblemente abstracto del intelecto o de la razón, aunque ciertamente
también se sirve de la imaginación (G. Vattimo; Sergio Givone, citando a G.
Leopardi). Para distinguir entre la verdad que posee
y se experimenta en la obra de arte, y la verdad objetiva que persigue la
filosofía a través de la argumentación, piensa G. Vattimo, hay que tener clara la
diferencia entre concepto e imagen. Además, agregaría, habría que evitar no
solo identificar totalmente la filosofía con la poesía, sino también separarlas
tajantemente. Esto nos lleva al apartado siguiente.
Relación
y diálogo
Al igual que la filosofía, la poesía aspira
a conocer y exige conocimiento, ya que ella contiene y comunica ideas
(verdades) objetivadas formalmente en el poema, pero mediante estrategias y
recursos distintos como son la oblicuidad metafórica y simbólica. Margarita
Carrera sostiene que el lenguaje poético revela de manera profunda la verdad y
que esto es sostenido por los psicoanalistas freudianos —entre otros—, pero que
adversan filósofos tradicionales. Juntamente con E. Trías considero lo que ya
he dicho: la filosofía y la razón, también precisan de imaginación/imágenes,
pues lo exige no solo la materialidad de la escritura y de la palabra, sino
también la comunicación; según Trías, no existe palabra ni escritura que no se
encarne en la materialidad del discurso o del diálogo, o del texto literario.
Sin embargo, continúa Trías, lo que en
primer plano debe promoverse en la filosofía es otra cosa. Y esa otra cosa se
nutre, como de su naturaleza física, de la imagen y del sonido, pero
estilizando ambas hacia una tensión radical de elaboración conceptual. Por eso,
prosigue Trías, el ensayo filosófico, cuando lo es de verdad, constituye el
género más complejo y expresivo, ya que hace tientos con la escritura y el
lenguaje, pero siempre dejando que asomen, y finalmente se produzcan, verdaderas
construcciones conceptuales. Con todo, según Trías, no hay filosofía sin
estilo, escritura (expresión escrita) y creación literaria, pero tampoco sin
elaborada carga o urdiembre conceptual que, de alguna indirecta manera, nos
deje ver alguna familiaridad con la buena poesía. En este sentido, Trías piensa
que es falso pensar que la filosofía o el concepto es alérgico a la experiencia
o que es incapaz de despertar, al igual que la buena poesía, emociones
estéticas.
El buen concepto filosófico logra mucho
de lo anterior. Es por eso que el entendimiento cabal de las mejores propuestas
filosóficas produce una profunda emoción estética. Así, la filosofía es
literatura de conocimiento; hay quienes piensan que, de algún modo, es un
género literario y, así, en muchas ocasiones, no procede distinguírsela de la
literatura. Se puede hacer filosofía literariamente; pero también, según Trías,
se puede leer filosóficamente un texto literario, pues la poesía puede
proveerse de argumentación filosófica para suscitar su despliegue de imágenes y
ritmos, así como sucede en los “Cuatro cuartetos de Eliot, donde el unísono
argumental de una lección filosófica sobre el tiempo permite la conjugación de
Muchas Voces; Muchas Voces y Muchos Dioses, como el Mar”.
Un ejemplo de lo anterior sería Nietzsche; siendo filósofo,
fue también poeta, ya que hizo del pensamiento asistemático y aforístico una de
sus máximas a través de un estilo poético cautivador, aunque en Así habló Zaratustra acusa a los poetas
de superficialidad. Otro sería el filósofo (epistemólogo), poeta, físico y
crítico literario francés G. Bachelard (1884-1962); él se distinguió como
filósofo de la ciencia, pero también por aceptar la imaginación y el
sentimiento poéticos y no solo la razón, y por encontrar contenido filosófico
en la poesía (M. Beuchot). ¿Y por qué no también Rubén Darío con su antología Poemas filosóficos?
Habría que agregar algo del aporte de
Heidegger, seguidor de la poesía de Hölderlin. Este célebre filósofo le da especial importancia
al lenguaje en el campo de la filosofía, a tal punto que lo que plantea no es
tanto una filosofía del lenguaje, sino una reflexión ontológica de la relación
del hombre a través del lenguaje, con el Ser. Esto lo llevaría a considerar “la
esencia del lenguaje desde la esencia del ser”. De aquí, según Margarita
Carrera, la expresión “el lenguaje [en el que se manifiesta o se da la poesía] es
la casa del ser”, sobre la que Heidegger levanta su filosofía, solo había un
paso; pero este paso fue —aunque él se niegue a reconocerlo— metafórico,
poético. Pues, continúa Carrera, por prejuicios de la filosofía tradicional —de
la que él no escapa—, este niega que su bella y verídica frase sea imagen y,
mucho menos, una manera “metafórica” de pensar, ya que ello sería impropio de
lo que se considerara filosofía.
“La metafórica expresión heideggeriana”, concluye
Carrera, “alcanza significados no previstos por el mismo Heidegger: el lenguaje
es la morada, el recóndito albergue de ser del hombre y del ser de todas las
demás cosas, gobernada de manera inexorable por una poderosa fuerza,
equivalente a la fuerza del inconsciente del humano”. De ahí que Carrera,
antecedida por los españoles, Miguel de Unamuno y María Zambrano, reivindique el
poder cognoscitivo de la metáfora que, rica en sentido y extraña a la abstracción,
se opone a la sequedad del concepto (Javier González Serrano, “María
Zambrano: sabiduría del ‘dejarse ir’”).
Ahora bien, si entre la filosofía y
poesía hay una relación en que ambas combinan la ciencia (razón) y la poesía
(literatura), esta relación también es analógica, con lo cual la poesía no
resulta totalmente racionalista ni intelectualista ni totalmente irracionalista
ni sentimentalista pura. Esto es porque ella sabe unir esos opuestos (razón y
poesía) en una dialéctica abierta,[4]
más allá de la contradicción, encontrando las compatibilidades y la manera de hacer complementarios tales opuestos y sin que ellos pierdan sus características antagónicas. Así, aun con riesgo de caer en el equivocismo ―múltiples significados― en la poesía esos opuestos se mantienen en un equilibrio proporcional que es el del analogismo. Es la actitud analógica de Nietzsche, Bachelard y de muchos otros filósofos-poetas y poetas-filósofos contemporáneos anónimos.
[1] Así, los intérpretes
de Platón (y todos quienes piensan hoy como ellos) consideran que el poeta se
ausenta cuando el filósofo aparece y viceversa, con lo cual se quiere decir que
cuando un poeta escribe un poema, pensando filosóficamente, desaparece la
poesía; mientras que la tarea filosófica jamás podrá ser poesía.
[2] Con el cometido de
propiciar o ahondar la comprensión de nuestro tiempo y de nuestro pasado,
proveyendo del engranaje conceptual, con todo lo que esta tarea compleja
entraña.
[3] ¿Será, entonces,
verdad total decir que la poesía es una deliciosa mentira? El poeta más bien
crea imágenes sobre la realidad. En este sentido, como opina Octavio Paz, la
literatura expresa a la sociedad, la retrata, revela y recrea, aun cuando no
sea literatura de denuncia social. Como lo recalcaré más adelante, la poesía no
parte totalmente de la imaginación ni es totalmente irracional ni racional,
como pareciera pensar el Materialismo filosófico, porque ella puede ser
analógica o equilibrada en el uso de la razón y sinrazón; exige conocimiento,
pero no es solo conocimiento, aunque hay poesía racionalista, intelectualista o
proposicional.
[4] Contrariamente a la
de Hegel, cuya dialéctica no admite los contrarios y los absorbe en una
síntesis.
©GEORGE REYES, poeta y escritor mexicano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO
ARGENTINA
Magnífico ensayo, con el que estoy totalmente de acuerdo.
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