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sábado, 20 de abril de 2024

SINTONIA CON EL SILENCIO - Guillermo Fernández del Carpio, Arequipa, Perú

 




SINTONIA CON EL SILENCIO

A todo ser solidario, porque se necesita más de ellos.

 

El silencio de la habitación era el silencio del tiempo que no había vivido. Ya estaba un año en estado de coma. La habitación intentaba ocultar el drama con algunos cuadros de Rembrandt, una nueva alfombra gris, tres sillas alrededor de la cama para acompañarlo en esa sintonía con el silencio, una mesa elegante y encima un computador, una lámpara al lado del mismo, el closet clásico que siempre quiso tener y muchos libros ordenados por materia en un estante de pino muy bien jaspeado. Había naturalmente algunos aparatos que controlaban su estado cardíaco y cerebral.

Los médicos aconsejaron que se escuchara música clásica en aquella habitación. Su hermana Lucía alternaba la orden médica; un día Chopin, otro Vivaldi, los fines de semana siempre Schubert, como los domingos Stravinsky…Nadie sabía en aquel silencio lo que ocurría en aquella mente, nadie.

En aquella casa, nadie quería rememorar el accidente. Lucía guardaba con mayor firmeza la esperanza del despertar de su hermano algún incierto día. Suponía que la mente humana es muy compleja, pero algún indicio debería de existir que avivara su esperanza. ¿Cuál indicio podía ser aquél?

Antonio Osorio ejerció la medicina, era cardiólogo y presumo que en varias oportunidades estuvo ante habitaciones como la que he descrito. Presumo también que tuvo varios pacientes en estado de coma y se enfrentó con valor al inevitable silencio, con el cual ahora convive.

Lucía, creía que de algún modo podía comunicarse con él. Desatinada no era aquella tierna idea, porque el coma no invalida absolutamente la mente. La premisa de que el coma es un sueño y que posee un grado de actividad mental, iba teniendo forma y la brisa de una esperanza. Osorio quizás en ese universo silente recordaba, soñaba y en sus sueños tenía otros sueños. Su vida transcurrida se hacía una película en su mente. Algo de lo externo, en aquella habitación que ocultaba el drama, podía sintonizar con él.

Lucía se atrevió a leer algunos párrafos del diario de su hermano. En él encontró un apunte sobre el Quijote. A Osorio le encandilaba el pasaje donde Alonso Quijano se vuelve Caballero. En tal diario, escribió: “Me gustaría ser un Quijote que en su estado de locura, recorre el mundo junto a Sancho y Rocinante…”. Lucía rápidamente llamó a uno de los empleados de la casa que fingiera del Quijote y bajo un libreto que escribió a groso modo, escenificaron un pasaje de la célebre obra cervantina frente a Osorio, una tarde en aquel cuarto con los autorretratos de Rembrandt como testigos.  A los pocos minutos, notó un semblante diferente en su hermano, como que hubiera presenciado tal escenificación.

También escenificaron una escena del Enfermo Imaginario de Moliere y otra del Mercader de Venecia de Shakespeare. El semblante de Osorio tomaba más vida o en todo caso, así lo veía Lucía. Imaginó en varias ocasiones ser una paciente que acudía al médico y le narraba su estado de ánimo. Ella misma, respondía, como suponía que lo hacía su hermano: “Que le vaya bien Señora, saludos por casa. Cualquier suceso, hágamelo saber”.

Estos hechos fueron conjugándose en un artificio inteligente y muy terapéutico. Fueron incontables veces, en muchos años, las escenificaciones de obras y lecturas de poemas, uno siempre cada día.

Lucía murió muy joven un otoño de 1999. Osorio despertó de aquel sueño a los pocos días, después del accidente aéreo de octubre de 1992, cuando regresó de París. Así suele ser el destino.

Le contaron sus primos todo lo que su hermana Lucía hizo por él. Al enterarse lloró mucho aquella noche. Al día siguiente, recorrió toda la casa y en la sala encontró varias fotos de la familia. Se detuvo a ver las que estaba solamente con su hermana. Allí recordó los juegos interminables que tenían de niños en el campo, en el parque y en el patio de la casa. Aquel patio era de color rojizo.

El semblante de Lucía era siempre sonriente, era intrépida para la actuación, hábil con la aritmética y leía poemas de Mistral detenidamente y su obra preferida era El Principito de Exupéry. Lucía nunca contrajo matrimonio a igual que su hermano. Ambos vivieron juntos desde la juventud, después de la muerte de sus padres.

Imaginó todo el amor de su hermana cuando estuvo inconsciente. Empezó a escribir un libro con la intención de publicarlo en dos años. Mientras escribía tiene la imagen de su hermana cuando era niña. En este libro, describiría su infancia, su experiencia de haber estado en coma y el amor inmensurable hacia su pequeña hermana. Desde ese entonces, Osorio hace sintonía con el silencio de Lucía.  Sus memorias, tendrían por título “Sintonía con el Silencio”.


GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, Arequipa, Perú

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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